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domingo, 3 de noviembre de 2019

Puede que el maestro no sea tan importante en los resultados académicos ni la autoestima el santo grial


Súper profesores intentando reforzar la auto-estima

Instamos a cualquier otro investigador con datos relevantes a que se presente, ya que la comunidad investigadora no debería concluir silenciosamente que reforzar la autoestima daña el desempeño mientras miles de escuelas continúan reforzando la autoestima en la creencia equivocada pero incuestionable de que mejorará el desempeño.” Forsyth, Lawrence, Burnette y Baumeister.

El mayor problema de los maestros y psicólogos no es lo que no saben sino lo que “ya saben” y su consecuencia: la recurrencia a tópicos y mitos psicológico-educativos que se retroalimentan entre los profesionales.

Hoy vamos a hablar de dos cuestiones que se plantean como incuestionables, pero que algunos datos que están saliendo no parecen apoyar: mejorar la “autoestima” en la escuela y la súper gran importancia del profesor en el aula para los resultados académicos.

lunes, 15 de agosto de 2016

Las terapias son parches…

  • "El futuro influye el presente tanto como el pasado". Friedrich Nietzsche
  •  “Una necesidad sólo puede ser realmente satisfecha a través de una determinada adaptación a la realidad”. Lev Semiónovich Vygotsky 


La psicoterapia vive en su propio mundo, y desde su creencia de mundo, intentando cambiar el mundo del paciente. 

Los terapeutas abrazan teorías ingenuas y tratan de interpretar desesperadamente las conductas para luego darles las explicaciones oportunas con su “sentido” a sus clientes. Los sentidos nunca son neutros... quieren darles aquel sentido que creen que les ayudará a lidiar con su malestar.

Soy terapeuta: no puedo darle un empleo, no puedo quitarle su enfermedad, no puedo hacer que su pareja le ame o que su madre vuelva a la vida, pero puedo darle un nuevo sentido que cambie su foco de atención. ¿Distracción o aprendizaje? ¿Ilusión o truco de magia? ¿Es el psicoterapeuta un prestidigitador?

Claro que esto depende de su sugestionabilidad. Quizás no solucionemos nada, pero ya no le preocupará tanto, porque cree que se está ocupando. Es por eso que las terapias alternativas se extienden, aunque no sean efectivas, porque una creencia que seguriza es una creencia valiosa y se atesora. La utilidad no la da usted, la da la supervivencia. Juez que está siempre por encima de las creencias y las ideas, sean estas agradables y deseables o no.

domingo, 22 de marzo de 2015

El invento de los cuidados infantiles

“En la cultura, como en la naturaleza, frecuentemente sistemas que son producto de fuerzas selectivas no logran sobrevivir, no porque sean deficientes o irracionales, sino porque encuentran otros sistemas que están mejor adaptados y son más poderosos”. Marvin Harris
 

“No se trata sólo de que los padres ya no sean guías, sino de que ya no existen guías, los busquemos en nuestro propio país o en el extranjero. No hay ancianos que sepan lo que saben las personas criadas en los últimos veinte años sobre el mundo en el que nacieron”. Margaret Mead


Vivimos inmersos en sistemas culturales que se miran a sí mismos preocupados por replicarse de la mejor forma posible, pero sin ver ni entender otros sistemas culturales e incluso malinterpretando los avances científicos a nuestro favor.

Hemos de comprender que cada sociedad y las personas en identificación con un grupo de referencia desarrollan unas ideas de qué es la infancia y cómo deben ser sus cuidados. 

Nuestras prácticas de crianza obedecen a sistemas de creencias que se han legitimado en pautas de comportamiento, y estas, lejos de ser verdaderas y eternas cambian con el tiempo. Al ultra convencido de su sistema recordarle que lo que nos parece correcto ahora puede verse como erróneo y trasnochado en el futuro.  Un sistema “correcto” puede volverse “incorrecto” en otra sociedad o incluso en la misma con el paso de los años. 

A veces, incluso la experiencia personal marca un cambio en esas ideas que nos persiguen para dar sentido a nuestra continua construcción de rol de padre o madre. Por ejemplo, es corriente que los padres y madres primerizos indaguen en libros, por Internet y en cursos sobre todo tipo de crianzas pero que con la experiencia, en sus próximos hijos, cambien y se relajen e incluso dejen de lado las pedagogías libres y del apego o de estimulación.

Para los convencidos ciudadanos occidentales deberíamos decir que nuestra forma de educar y cuidar no es que sea la mejor ni la que se deba implantar obligatoriamente en todas las partes del mundo. Nuestra idea de los derechos de la infancia se debe simplemente a nuestra construcción histórica.

viernes, 20 de febrero de 2015

Desde los genes hasta lo social


“La explicación es un error bien vestido”. Julio Cortázar

Existen preguntas como la de qué es más importante, si los genes o el ambiente, pero esta es una pregunta trampa. Los genes y el ambiente están entretejidos enmarañadamente.

Hay personas que piensan que los genes no tienen nada que hacer en nuestra vida ya que la educación que nos dan los padres y la escuela es lo importante y está por encima de la herencia genética. Estas personas quizás tienen la necesidad de creer en la ilusión de control y huir como de la peste de hipotéticos determinismos. Otras personas, en cambio, piensan de forma contraria y aceptan una inmovilidad, incluso con estoicismo, es ese: “no me extraña, lleva los genes de su padre”. 

Lo que a veces no comprenden, ni unos ni otros, es que tanto lo cultural como lo genético se comunican y pueden ser ambos en interrelación determinante o no. Con el nivel de conocimiento actual no se puede desligar genes-conducta-sociedad. Todo va en el mismo paquete haciendo más difícil o más fácil las intervenciones preventivas, educativas, terapéuticas y sociales. 

Aunque el enfoque bio-psico-social está extendido, muchos hacen más hincapié en lo social. Es como si el pensamiento humano negara lo biológico porque se le escapa. Cualquier exceso de variables intervinientes abruma y por lo tanto se reduce a lo social, algo que es más manejable mentalmente; porque el ser humano es social y eso, en cierta manera, es un mundo más cercano y entendible como actuable.

martes, 13 de enero de 2015

Estudio de la familia y sus relaciones

El doctor en psicología Félix Loizaga Latorre está realizando una investigación sobre los vínculos familiares. Se trata de un cuestionario que se contesta por Internet y se tarda alrededor de 20 minutos en responderlo. 

Se busca que participen el máximo número de personas, de cualquier edad o nivel cultural. Han participado ya más de 400 personas pero se  necesita llegar a 1000. 
Podéis colaborar a través de este enlace:

Enlace directo:

Blog del profesor Félix Loizaga:

Muchas gracias a todos por la colaboración.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Mentes que crean mentes

“Sin lugar a dudas, es importante desarrollar la mente de los hijos. No obstante el regalo más valioso que se les puede dar, es desarrollarles la conciencia”. John Gay 1685-1732. Poeta y dramaturgo inglés.

Nos construyen las relaciones y no hay dos relaciones iguales. Incluso dentro de las vidas deseadas y fabulosas hay diferencias. Y esas diferencias se crean entre los detalles de lo cotidiano. La verdadera vida importante surge entre lo sutil de los detalles mientras nos empeñamos en sobrevivir a las exigencias sociales.

Hay que hacer tareas. Ahora toca recoger a los niños, después darles de comer, luego llevarlos a la escuela, luego ir al trabajo…  entre prisas agobiadas y veloces tratamos de cubrir el expediente y lo importante es llenar el momento con nuestra atenta existencia frente a los otros.

Cuando la tarea a realizar para superar el día prima sobre la relación de los seres queridos se produce una debacle pues una tarea rutinaria y con prisas no tiene sentimiento. El sentimiento, la sustancia, la comprensión nace de vivir lo que se vive, de la presencia auténtica y con todos los sentidos enfocados hacia las personas que nos hablan, que nos miran, que nos escuchan... y para eso se necesitan segundos eternos no segundos fugaces. Vivir es una cuestión de enfocar la atención con intención y tiempo.

En el detalle de las pequeñas cosas, en la finura de las interpretaciones de las demandas es donde surge la mentalización del niño. Y lo que quiero decir con esto es que en cada encuentro entre adultos y niños estos tienen una oportunidad irrepetible para ir creando conjuntamente una mente que integre aquellas cualidades imprescindibles que forman nuestra educación afectiva: entendimiento, comprensión, propósito, reflexión, humanidad, autoconocimiento, expresión, consciencia, autorregulación, ... 

Nos sorprendemos por la poca enseñanza que hay en la escuela y en la sociedad pero los ciudadanos se crean en base a las mentes que posibilitan el surgimiento de mentes con una buena empatía y claridad emocional y sobre todo con personas enseñadas a reflexionar sobre ellas mismas y los otros.

El problema surge cuando una persona que no tiene estas capacidades tiene un hijo o un aula con niños a su cuidado. No es solo cuestión de recursos económicos o educacionales sino de la arquitectura mental y sensibilidad de los padres y de sus profesores que un niño evolucione de una forma adecuada.

Muchas veces hablamos de niños con problemas de conducta pero no hablamos de las dificultades de progenitores y educadores. Padres, madres, maestros, maestras que en la diversidad de la vida son: ansiosas o ansiosos, ambivalentes, cansadas y cansados, hiperactivos e inatentos, impacientes, incongruentes, rígidos, con creencias y actuaciones paradójicas, con dificultades en la relación,… y que lejos de ser estados pasajeros por el hecho de ser personas pasan a ser estados crónicos inadecuados de manifestarse en relación con el otro.

¿Qué tipo de mentes crean estos tipos de “estares” sobre el mundo? Incidimos demasiado las tintas sobre los niños sin mirarnos a nosotros mismos o al contexto. Pero deberíamos saber que la forma de ser del niño tiene que ver con el reflejo de las vivencias que moldean su mente día a día. Y en concreto de las interacciones diarias con sus seres más cercanos. Y en esos momentos uno no puede estar de pasada. Tiene que vivirlos en conexión perfecta con ese pequeño ser al que se ama, cuida o “enseña”.

Pedimos calidad en las relaciones con los más pequeños pero, ¿y si nuestras mentes no tienen esas capacidades?

A menudo no es cuestión de empeño y deseo de ser lo mejor para nuestros hijos. Pues a pesar de los buenos deseos existen arquitecturas mentales miopes para esto. Se manejan en la superficialidad o en la emocionalidad desbordada, en la falta de "tacto", en la "sordera" de lo que expresa el niño, en la inexpresividad afectiva o en la hiperafectividad superprotectora y asfixiante. Los matices son infinitos.

La mirada educada en el respeto al desarrollo del otro es la única que puede dirigirse entre la infinitud de estímulos hacia los detalles verdaderamente significantes. Se necesita un empeño en centrarse en el momento de forma activa y reflexiva. En definitiva, ser muy consciente de lo que se está haciendo.

Podríamos decir que existe una "inteligencia atencional" o "inteligencia del cuidado maternal". Creo firmemente que la base de la empatía, del apego seguro y de las emociones autocontroladas está en la capacidad de saber desarrollar la mente consciente del niño. En esto es lo que debieran trabajar los progenitores y los maestros. Pero lejos de intentar aplicar actividades escolares, por personas no aptas, que tratan de potenciar estas capacidades meditativas y reflexivas creo que lo fundamental son las formas de ser de los adultos que en la relación del día al día logran por transferencia que la mente del niño se mire a sí mismo y a los demás.

Pienso que necesitamos personas con gran capacidad de escucha y que tratan de entender el deseo del niño, que les dejan tiempo para que resuelvan ellos mismos los problemas, que transpiran seguridad y afecto.

Podríamos decir que la categoría de sujeto la damos nosotros. Reconociéndole, mirándole y tocándole al mismo tiempo y como se haga esto creará enormes diferencias en la manera de ser consciente, sentir y pensar de esa persona en el futuro. Podemos crear de esta forma lenta pero inexorable e interactiva mentes muy distintas: desde ególatras egoístas hasta personas altruistas y caritativas, desde personas que razonan mal hasta personas que razonan muy bien, desde individuos que saben amar hasta los que no pueden fiarse de los otros o de sí mismos…

Volvamos al tema del proceso atencional-perceptivo consciente e inconsciente. ¿Qué capacidad tengo yo de focalizar mi atención-percepción preconsciente en los estímulos sociales-comunicacionales del niño?

O hagámonos estás preguntas: ¿qué capacidad de conexión tengo con el niño? ¿Cómo es esa conexión? ¿Durante cuánto tiempo conecto? ¿Qué calidad? ¿Es una autopista o un caminito difícil y lleno de obstáculos?
¿Qué serían los y las cuidadoras "suficientemente buenas"? Para mí la respuesta, entre otras muchas cosas, es aquellas que descubren con rapidez que es lo que siente el niño y se ajustan a lo que el niño puede entender y aceptar. Aquellas que dan un espejo empático y de registro de las emociones muy pulido y cristalino, dónde cada emoción sentida corresponde exactamente con el registro facial y corporal adecuado.

Si tenemos estos tipos de personas serenas y "presentes" al cuidado de los niños, los niños pueden aprender a leer y leerse correctamente. Y ellos, nuestros hijos, fundamentarían el conocimiento de los otros y de sí mismos con el mejor modelo posible. El niño, así atendido y acompañado, entonces se encontraría seguro porque la cuidadora o el cuidador son atentos, predecibles y coherentes en sus gestos conscientes o inconscientes.

Creo que aquí está el quid del apego seguro y del desarrollo óptimo de los bebes y niños. No podemos tener a personas que confundan emocionalmente a los niños porque están en el momento crítico y vulnerable de establecer la confianza en el mundo y el cuerpo físico vivido que están vivenciando con nosotros es el soporte que graba y articula la vida que tienen y tendrán.

Si queremos la excelencia en el cuidado infantil quizás en las escuelas de magisterio, de técnico infantil y en las escuelas de padres se debieran realizar entrevistas y pruebas psicológicas para ver la idoneidad de las personalidades y actitudes que tanto impacto pueden tener sobre los niños y bebes. 

viernes, 7 de mayo de 2010

Los espacios de construcción personal y las personas de relación y contención

“¿Qué es un adulto? Un niño inflado por la edad”. Simone de Beauvoir (1908-1986). Novelista e intelectual francesa.

Muchas personas están rodeadas de gente en la mayor soledad. Otras muchas más están rodeadas de personas, entre su calor y su frío, pero internamente abandonadas en sus necesidades más básicas de relación. Todos continúan con sus deberes y obligaciones: sus trabajos, los niños, el colegio, la familia, los amigos, etc. 

Otras personas no disponen de esas cosas pero están internadas en instituciones por problemas de salud, de ancianidad o porque nadie las quiere o no pueden ocuparse de ellas.

Y junto a la necesidad de que alguien se ocupe, muchas personas a su lado vienen y van, entran y salen, entre el ajetreo y lo que hay que hacer para cuidarles.

Personas entre personas,  pero hay algo que no termina de funcionar. Ellos lo intuyen o lo saben pero siguen con la inercia cansina donde nadie les escucha. Es curioso que cuanto más grandes son las ciudades y más habitantes tienen, o cuando más grandes son las instituciones, más anónimas y olvidadas son nuestras vidas.

En la sociedad garantista de los cuidados socio-sanitarios y educativos el acompañamiento afectivo es precario, no hay tiempo, no hay presupuesto, hay cosas más importantes y urgentes, no hay…

Lo que no hay es compañía y el acompañamiento debería ser la intervención con mayor peso en cualquier institución de ayuda o educativa. Para humanizar tiene que darse un verdadero diálogo entre acompañante y acompañado, se necesita un yo y un otro a quien uno le importe. 

Una persona en definitiva que haga de espejo del placer. Pues para aceptarse a uno mismo en su desdicha o situación tiene que haber una persona que primero te acepte. Que se detenga sin prisas a hablar o no hablar, pero sí a estar con un buen diálogo tónico que te llene con su presencia.

Hay personas que acompañan mejor que nadie sin abrir la boca y otras en cambio sólo hablan desde el vacío sin un acercamiento sentido. Menos mal que nos solemos encontrar con seres en que cada palabra o silencio es una caricia que insuflan las ganas de vivir y luchar.

Sigamos con el trabajo. Si lo que prima es sacar el trabajo adelante. Si la carga de trabajo de los cuidadores o asistentes es alta, lo que ocurre es que se deshumaniza a las personas. Y es porque las tareas se priorizan por delante de las necesarias relaciones interpersonales.

Hay preguntas que no tienen que ver con objetivos ni metas ni terapias, pero que son mucho más importantes, por ejemplo: ¿Quién mira lo que yo miro? ¿Quién se para para esperarme? ¿Quién me acompaña? ¿Quién me contiene cuando yo no puedo? ¿Quién me mira reposadamente a los ojos y lo dice todo? ¿Quién tiene el tiempo para decirme lo que le importa, lo que le frustra, lo que le gusta, sus planes, lo que nos une o desune?

Se nos olvida que somos una especie social, que hay algo en todos nosotros que busca el acogimiento, la aceptación, un sentimiento profundo de compartir el bienestar y la vida que nos sucede,…

Son sensaciones, emociones propias de holding (sostener emocionalmente de forma adecuada), halding (manipulación corporal) y creación de un espacio intersujetos que suelen estar en la infancia, pero que no dejan de ser necesarios cuando somos adultos o ancianos.

Se hace muy patente en la formación personal de los psicomotricistas que cada uno responde desde lo que fue de niño. La adultez no es más que una capa de pintura que pinta sobre el niño que somos, al niño que vivió y sintió construyendo un sentido a la vida.

Se nos olvida que la calidad humana no está en los discursos, sino que nace de la calidad de la relación.  Si no hay relación ajustada y escuchada, se enferma y hasta se puede caer en la enfermedad mental. ¿Cuántas personas van del trabajo a casa sin ilusión ni ilusiones? ¿Sin un lugar donde decirse? ¿Cuántas personas viven en la ausencia de un espacio con el otro para reflejarse? Para existir con el placer de ser reconocido y tenido en cuenta. En lo grande y en lo pequeño. ¡Qué pena que muchos no hacen hincapié en los maravillosos detalles que hacen la diferencia al tratar a las personas! 

Viven en soledad, pero no en la soledad necesaria para construirse en la reflexión sino en la soledad no habitada, no querida ni entendida que destruye la confianza en la sociedad, en los demás y en sí mismos.

La pérdida y la falta se instauran desde que nacemos y se convierten en la razón de una búsqueda hacia esa especial relación fusional que de pequeños teníamos con nuestras figuras de apego. Ellos nos entendían y nos daban todo lo que necesitábamos. Por eso, como  Simone de Beauvoir, pienso que los adultos no somos más que niños hinchados y que seguimos necesitando de los otros para encontrar sentido a la vida. Pero no nos sirve cualquier tipo de relación, sino que necesitamos relaciones privilegiadas. Incluso figuras de autoridad que nos contengan. Cuando veremos que somos seres sociales y que los otros también nos construyen o nos destruyen. 

En tu lugar de trabajo, en tu casa, en tu función de padre o madre, en tu función de hijo, hermano o ciudadano. Si llegas a ser consciente de tu cualidad humana, tú eliges: ser humanizante o deshumanizante.

Y me dirán: ¿Y qué tiene que ver esto con la psicomotricidad? Pues que un psicomotricista  es especialista en ver este tipo de carencias humanas, y en dar soporte a estas necesidades básicas. Los psicomotricistas  saben  establecer la función materna y paterna, pero sin ser padre ni madre, pero es que creo que existe una crisis en la que pocos ejercen estas funciones tan solidarias y humanas con los más debiles.

No es cuestión de ser padre ni madre de nadie, sino de cuidar las relaciones humanas. Todos los individuos nos influimos los unos a los otros, por eso es necesario tener una actitud y presencia educada y atenta,  sobre todo en las instituciones socio-sanitarias y educativas que son las que más necesitan de estas funciones y formas de actuar.

jueves, 1 de abril de 2010

El sentido de lo que hacemos

“Hay que darle un sentido a la vida, por el hecho mismo de que carece de sentido”. Henry Miller (1891-1980) Escritor estadounidense.

Todo empieza antes de empezar. Lo biológico se gesta entre el deseo de una, dos o más personas y desde  allí nacen y crecen los seres que acuden a nuestras escuelas, salas de psicomotricidad o gabinetes de psicología.

Pero cada ser nace desde el sentido que le quisieron dar aquellas mentes y cuerpos que los crearon. Los niños, nuestros niños, pueden entonces tener sentido o no. Ser deseados o no. Instrumentalizados o no. Y en el mejor de los casos, entre los deseados hay tantas formas de ser deseado…

¿Por qué tener un hijo? ¿Hay alguien que pueda responder sin intentar reparar el pasado en el presente? ¿Hay alguien que realmente sepa el sentido de lo que hace? Supongo que sí, en parte.

 Las relaciones humanas son tan complicadas, tan ocultas y profundas para la explicación, que muchas veces están cerradas a nuestra consciencia y razón. Lo vital empuja con fuerza, la piel pesa y pide con insistencia, los demás nos influyen digan o no digan y a veces basta con observar o estar en el entorno para ver que nos encamina hacia una dirección,…

Queremos ser como los otros, pues esto nos da un halo de normalidad, así que lo que tienen los otros a veces nos sirve de guía para establecer nuestras metas o nuestros errores.

Pero dentro de esta normalidad hay decisiones terribles dentro de una lógica perversa. Un lógica que para nosotros tiene sentido y que es una solución de compromiso entre todo lo que nos influye. De todo lo que nos pasa y tratamos de digerir con nuestros limitados recursos.

Por ejemplo, hay personas que no quieren tener hijos pero que los tienen. Quizás no se dan cuenta que el sentido de sus actos marcará el futuro de esos actos. En esta vida nos falta sentido y nos sobra biología.

¿Podemos explicarnos con sinceridad un sentimiento? Esto es importante ya que según como interpreten esa decisión tomada de tener un hijo, echarán las primeras cartas del desarrollo de su niño.

Algunas mentes piensan que lo hacen por amor a su pareja y entonces dialogan con su mente en vez de con la otra mente interesada, su pareja. Su voz interna dice: “Es lo que él desea y yo lo quiero a él. Me sacrificaré por amor”. Y viven de su realidad amorosa.

Otras personas no quieren niños pero tampoco quieren perder la posibilidad de ser madres o padres. Es por eso que esperan hasta el último momento y después los tienen o no… “¡Alá! ¡Venga me animo y adelante!”.

Tener un niño no es sólo gestarlo y criarlo. Es mucho más que eso, es una relación de por vida y que nos transforma. Ya nunca vuelve a ser igual que antes. Hay que tener la capacidad de contener y sostener al niño, de soportar sus estados de agitación, la angustia, la ansiedad cuando llora, cuando pide, cuando hay que calmarle. De interpretar en positivo sus demandas y ajustar el tono muscular para entrar en relación. Y esto asusta.

Me encuentro con muchas mujeres que llegan a los 34 años, y se hacen preguntas, se ven enfrentadas entre su estilo de vida, cómodo, consumista e independiente con lo que ellas llaman la última oportunidad de ser madres.  Hasta aquí bien, es algo que como sociedad hemos alentado en base a la libertad de llevar un tipo de vida u otro.

Pero las cosas no son tan sencillas, cuando uno llega a la encrucijada de caminos ha de elegir, tomar una decisión y aceptar las consecuencias. Y aquí es donde llega el problema. No sabemos aceptar el destino del camino. En una sociedad donde estamos acostumbrados a que casi todo lo podemos tener o comprar, más o menos según nuestras posibilidades, no se toleran bien las renuncias.

No sabemos perder oportunidades, lo confundimos con perder la libertad. Y la libertad no está en poder tener multitud de opciones para elegir sobre las cosas externas sino en el poder obrar o no obrar conforme a nuestra inteligencia y razón.

Tenemos coches, casas, estudios, vacaciones en el extranjero, miles de productos pero no podemos decir que hayamos adelantado mucho en lo básico. Albert Einstein decía que la palabra progreso no tenía ningún sentido mientras hubiese niños infelices.

Es una sociedad que infla tanto el Yo egoísta que resulta muy difícil ponerse en el lugar del otro. Los niños se incorporan a nuestra vida y nosotros no nos incorporamos a la suya. Es por ello que algunos nacen sin nacer.  Son una solución de compromiso entre las exigencias biológicas de la edad, de la pareja, de la familia de él o de ella, de la sociedad, de lo normal, de lo que toca, de probar a ver si lo quiero,…

Quererlo, pero bien quererlo. He aquí la gran diferencia. El sentido de nuestro deseo. Puesto que unos sentidos y unos deseos son mejores que otros.

Algunos intentan recrear las vivencias que vivieron en la infancia, otros todo lo contrario. El placer o displacer que vivenciaron de pequeños está mediando ahora en sus deseos. Fíjense entonces en la importancia futura de nuestros actos y como se repiten algunas historias de amor cortado, amputado o cercenado. En la necesidad de ser amados, en la falta nunca satisfecha, algunos pretenden atrapar a su pareja para que les quiera y el niño es sólo su instrumento. ¿Cuántos han tenido un hijo para ver si se salvaba la pareja?

¿Cuál es la fantasía que nutre nuestros deseos? ¿Somos capaces de dar nuestro esfuerzo y tiempo a la necesidad del pequeño? ¿Somos capaces de amar?

Difícil pregunta esta última. Algunos dirán que hay tantas formas de amar como personas hay en el mundo. Y es por esto que tenemos el mundo que tenemos.

No, con amar no basta, es muy genérico. Hay amores que matan, hay amores que odian, hay amores inconstantes: amores fugaces, amores ambivalentes, amores incomprensibles,…

…pero también hay amores tiernos, hay amores desinteresados, amores que son amores…

Bueno, juzguen ustedes si lo que hacen es por un deseo real compartido de amor y además hay una capacidad de sostener corporal y afectivamente a ese bebe que quieren traer a este mundo. No lo hagan sólo por ustedes, o sólo por los otros. Háganlo por todos nosotros (ustedes, los otros y el niño).

viernes, 19 de marzo de 2010

Cuando la violencia y la agresividad nos abraza con barniz de cariño

“Lo que se obtiene con violencia, solamente se puede mantener con violencia”. Mahatma Gandhi (1869-1948) Político y pensador indio.

La violencia anida en nuestras vidas y se inicia muy pronto. Primero en la relación de pareja con sus luchas de poder, después en la concepción en la que se inicia la relación fusional entre madre-hijo y la lucha por la supervivencia, y finalmente en las escuelas donde desde hace años se habla constantemente del acoso y del bullying.

Todos sabemos que los niños ejercen la violencia sobre otros niños y que también dirigen la agresividad hacia los adultos en la confrontación de los deseos entre unos y otros. En mi opinión la lucha por la vida es una lucha de deseos. Entonces la violencia es una relación que camina entre dos vías: una violencia es no integrar el deseo aceptable del otro (negarlo) y otra, por el contrario, aceptar un deseo inaceptable o dañino del otro (que sería ejercer la violencia contra nosotros).

La relación gira entre tu deseo y el mío, que sólo se resuelve parcialmente cuando se negocia en un acuerdo responsable, respetuoso y válido para las dos partes.

Pero hoy no quiero hablar de esas violencias, de lo que voy a hablar es de la violencia ejercida por los adultos a los niños. Adultos con una particularidad y es que son los referentes de seguridad afectiva, aquellos de los que nos decimos hinchados de orgullo que somos sus padres o sus maestros o cuidadores.

El primer error es pensar en el término violencia desde la óptica del adulto. Lo que para un adulto no es violencia o es algo trivial para un niño puede ser una agresión insoportable. En la sociedad hay tantas formas solapadas o explicitas de infligir la violencia a los más pequeños que se puede hacer un tratado de ellas.

El problema es cuando están socialmente admitidas y recurrimos a nuestro bagaje emocional y decimos eso de “a mí de pequeño mis padres me gritaban y no pasaba nada”. Tu experiencia no es extrapolable a la de otra persona. Es tuya y ha conformado una forma de ser. Has de intentar hacerlo mejor para tus hijos. Pero hagamos un breve paseo sobre violencias y agresiones:

Las más corrientes son las voces con tono amenazador, los gritos evacuados por derrame emocional, los calificativos descalificadores o por contra los insultos “cariñosos“, los zarandeos por adultos entre asustados y enfadados, las frases avisando de retirada de aprecio o chantaje afectivo para moralizar y presionar, las miradas amenazantes sostenidas y toda la actitud no verbal con la que coaccionamos a los niños para que acaten las normas sociales, nos hagan caso y no perturben el orden de la clase o de la familia,…

…bueno muchas veces no pensamos en los demás y sólo intentamos que no nos alteren a nosotros. A algunos adultos con eso ya les vale. Necesitamos paz y la movilidad natural de un niño puede alterar bastante.

Hay otras cosas más difíciles de advertir pero muy destructivas como hablar temas delante de los niños pensando que ellos no entienden o están jugando. El desalentar las iniciativas de los pequeños, el utilizar un lenguaje de doble vínculo (a un nivel se da un mensaje y, simultáneamente, pero a otro nivel, se da un mensaje que contradice al primero), el utilizar al niño para llenar nuestro vacío afectivo, etc.

Todos estos sistemas relacionales hacen mella en los aparatos psíquicos de los niños. Cuando creamos un contexto de aprendizaje que se basa principalmente en evitar el castigo para no perder el cariño de quien te cuida y lo es todo para ti, creamos una fractura, una grieta que se hunde en lo más profundo de la persona condicionando las relaciones futuras. Es la utilización del miedo como medio de control y poder…

¿Quién no ha oído a unos abuelos o a unos padres acercarse a un niño y decir eso de “los niños buenos no hacen eso” o “si haces eso no te voy a querer”?

Inquietante, ¿no? ¿Cómo construir seguridad y confianza en las relaciones cuando no puedes saber por dónde van a salir tus padres o si eres bueno o malo?

Postulo que una mente clara es producto de un afecto claro por parte de los padres y educadores. Y esto es porque unos padres y educadores lo suficientemente buenos delimitan muy bien lo apropiado de lo que no lo es.

Estas personas, padres o educadores, tienen una emocionalidad adecuada y autorregulada y que a la vez induce al reconocimiento de lo que están sintiendo ellos y sus hijos, y avanzan con naturalidad y paso firme hacia la posterior autorregulación emocional de sus hijos.

Por descontado que aquellos que ejercen la laxitud desmedida hacen un flaco favor a los pequeños. Los límites son necesarios pero sobre todo las formas, los espacios y el tiempo de poner los limites. Quizás no es un asunto de poner limites y es más de sostener las necesidades profundas de los niños. Habrá que reflexionar sobre esto.

No hace falta decir que lo importante es como se hacen las cosas y el sentido que tienen, ¿o tal vez sí? Pero sigamos con lo que sucede puertas a dentro de un colegio o una casa:

Esas palabras en matiz cariñoso de “¡ven aquí tonto!”, “¡Ay, pero que tonta eres!”, “¡gordo!”, “¡si ya decía yo que…!”

Son palabras amortiguadas en un juego relacional pero que no dejan de contener una carga latente de significados. Y que en niños más frágiles pueden tener un mayor eco. Las palabras pueden activar emociones que nos unen con experiencias y luego resuenan mediante los recuerdos estableciendo cierto estado emocional. Palabras y experiencias nos trasladan hacia nuestra subjetividad. ¿Por qué no utilizar entonces las palabras más amables y bellas junto a las experiencias más respetuosas?

Pensemos en la forma de dirigirse a un niño al que se le intenta explicar una ficha de matemáticas pero no nos atiende: “¡Haces el favor de atender, te lo he dicho mil veces! ¡Siempre estás en la luna!”. “¡Harta me tienes!”.

O cuando los niños nos hablan de todo lo que descubren de forma ilusionada y nos preguntan curiosos y entonces les hablamos de una forma como si no fuera importante y casi como que es una tontería junto a una actitud corporal de como si me dijera una obviedad y una insignificancia. Esto en mi opinión es preocupante. Hay que saber acompañar esa emoción y participar de ella.

Hay otras violencias no escuchadas, no tocadas con la mano y es la de negar la mirada, la cercanía, la contemplación de la producción del otro. Y por favor, piensen sobre esto: no es para un niño lo más duro de todo el desprecio y la indiferencia. ¿De qué sirve ese “para que aprenda” vengador?

Desviar la mirada cuando el otro la busca puede ser demoledor, sin hablarse todo está dicho, no me acepta, no soy digno de ti, no soy bueno,… no me quiere es el mensaje que le puede llegar al niño. La culpabilidad y la falta de maternaje se instalan en ese cuerpo y es un pesado lastre que se lleva en el alma.

Podemos hilar más fino e irnos a delicados detalles de los que no nos damos cuenta. Seguramente seguimos los patrones de conducta que nos fijaron nuestros padres y que ahora se han convertido en automatismos inconscientes. O no es una forma de violentar el desarrollo de un bebé limitar su movilidad, con excesiva ropa o dejándolos en sitios muy acotados para su nivel, o forzar su alimentación hasta que se coma la última cuchara. Y que me dicen de sentarlos delante de una pantalla de televisión para que “se entretenga” y aprenda con un “video educativo” o los dibujos animados.

Hay buenas maneras y malas formas de hacer esto, pero a veces no se trata tampoco de las formas que son excelentes sino de qué es lo que se interpone entre nosotros, nuestra vida y el niño. ¿Es un niño objeto o un niño sujeto? ¿Según mi disponibilidad y horario pasa de objeto a sujeto a contentar?

Ya sé que la tranquilidad y el tiempo son cosas que hoy en día todo el mundo persigue pero que pocos encuentran. Y siento decirles que para educar un niño hay que tener tiempo y transmitir tranquilidad. Hay que tener presentes que el estilo de vida que llevamos puede ser incompatible con la infancia. De hecho opino que los colegios que tenemos son incompatibles con los niños. Es toda una maquinaria de uniformar y almacenar a niños que no pueden ser tenidos por sus padres.

Lo curioso es que hay sistemas familiares amables, educados y dulces, por lo menos en apariencia, pero que albergan niños con problemas. Pienso que relación y síntoma es un binomio. Nos construimos en la relación y si no hay calidad incorporada y armonía en las relaciones tempranas difícilmente podremos tener personalidades sanas o equilibradas.

Existen violencias duras, violencias dulces, violencias pasivas, violencias buscadas, violencias deseadas, violencias muy emocionales, violencias amables, violencias admitidas, violencias asfixiantes, violencias laxas, violencias simbólicas, violencias culturales, violencias como juego,...

…violencias por imposición de deseos conscientes e inconscientes que nacieron desde la incapacidad de amar o de un amor defectuoso implacable. Es en definitiva la imposibilidad de comunicarse con el otro y de mirarse a uno mismo.

Cómo decir que una postura firme al educar no tiene nada que ver con todas estas cosas que decía antes y que forman parte de una dinámica oculta o visible de violencia. Cuándo nos daremos cuenta de que hay que dar posibilidad a la reparación de aquello que no consideramos conductas adecuadas. Que el acatamiento inmediato no es más que una solución a corto plazo y que es necesario dejar un tiempo para elaborar e integrar los mandatos que pedimos a los niños.

El escritor y poeta francés Jean de la Fontaine lo decía muy bien: “La paciencia y el tiempo hacen más que la fuerza y la violencia”.

jueves, 11 de marzo de 2010

Ver, Escuchar y Sentir al Otro

"La infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay más insensato que pretender sustituirlas por las nuestras". Jean Jacques Rousseau (1712-1778) Filósofo francés.

Desde que nacemos y nos vamos desarrollando se van formando grandes diferencias entre las personas. Los rasgos corporales  externos se ven con facilidad. Hay personas altas y bajas,  delgadas y obesas, con orejas grandes, pequeñas, con ojos azules, verdes, marrones, etc.

Son diferencias que enseguida vemos pero hay otro tipo de diferencias mucho más importantes y que no se ven a simple vista. Son las diferencias que marcan las capacidades psicológicas. 

En este campo vemos unas diferencias tremendas entre las personas. Las hay con grandes capacidades para escuchar y otras simplemente no pueden escuchar, las hay con gran empatía y simpatía y otras que en cambio no sienten nada o poco por los otros, los hay con capacidades enormes para aprender y otras que no entienden nada, los hay que son cariñosos con todo el mundo y otros crueles con personas y animales, los hay que parecen una cosa pero luego son otra,…

Entre tantas diferencias y tan importantes, uno que ya ha visto muchas cosas, se pregunta qué decisiones marcan nuestra vida para siempre.  Y algunas de ellas son el por qué elegimos a nuestras parejas o en que nos fijamos cuando llevamos a una guardería o escuela a nuestros hijos. 

El acto de elegir una guardería o colegio puede estar mediatizado por lo externo y aparente: nos preguntamos por las instalaciones, los métodos educativos, la facilidad de horarios, las comodidades del comedor, etc.

Pero nadie se pregunta si las personas que atienden en estos centros tienen los atributos necesarios para Ver, Escuchar y Sentir a los bebes y a los niños. 

No me cabe duda de que con formación específica sobre el reconocimiento de las emociones se puede mejorar muchísimo pero también es verdad que hay personas con grandes capacidades naturales para empatizar y leer los estados mentales de los otros. Cualidades todas ellas necesarias en los padres y en los maestros.

De lo que muchos teóricos de la enseñanza no se han dado cuenta, perdidos en ideales y estupendísimas metodologías  educativas es que hay algo más importante que “el saber” en sí mismo. 

Habrá muchos que gritarán al cielo por la baja calidad de la enseñanza y lo poco que aprenden los niños. Pero perdónenme ustedes, aunque a primera vista pudiera padecer que sí, la ignorancia no está reñida con la inteligencia o la educación y el saber estar. Hay personas tanto sin conocimientos como muy estudiadas que no saben relacionarse con los demás y sufren y hacen sufrir. 

Creo que hay que encuadrar el problema, no es saber o no saber contenidos sino la capacidad de Relacionarse, Escuchar y Ver al Otro como se crea una sociedad mejor. Creo que lo que esta sociedad necesita son personas capaces de descentrarse de sí mismos y de ser más humanos. Capacidad la humana “humana” que no viene dada, sino que se desarrolla con la relación empática y amorosa con los otros. Estos deben ser los modelos más importantes para nuestros hijos.

Desde mi perspectiva la formación de los cuidadores, maestros y profesorado, sobre todo a tempranas edades, va por unos derroteros muy específicos y que no son del todo apropiados actualmente. Se ha infravalorado su función en la sociedad y se les ha inquirido a adquirir muchos conocimientos pensando que así tendríamos a los mejores para la educación de nuestros hijos. 

Con los docentes, parece ser que con sólo ver un curriculum impresionante y dominar muchas lenguas nos tranquiliza el hecho de dejar a nuestros hijos en manos de ellos. Pero según lo pienso yo no es sólo cuestión de inteligencia o de estudios universitarios.

No dudo de la necesidad de saber pero lo que no se hace es ver qué tipo de arquitectura mental tiene esa persona involucrada en la atención de los niños. Qué capacidad para oír las emociones y para desconectar de las propias preocupaciones y así no invadir con emociones no adecuadas a los infantes. Con que capacidad y serenidad puede dirigirse a calmar a un niño asustado o que agrede, o que no es capaz todavía de guardar un turno de palabra, o que decide ponerle en un aprieto, etc. 

Si tenemos profesorado desbordado, estresado,... Pues a la vez de darles medios para que esto no suceda es interesante que esa persona sepa no trasladar por contagio emocional esas vivencias displacenteras a niños de tan corta edad. Aprendemos mucho por imitación, y nuestras actitudes y la forma sensible y serena de encarar los problemas y las situaciones, son vitales para educar.

Los niños con su gran capacidad para advertir las emociones expresadas en el cuerpo y en la cara se dan cuenta de todo y perciben hasta el más mínimo cambio de estado emocional en los adultos que les cuidan. Un adulto tiene que estar corporal y emocionalmente disponible y atento a las necesidades de los pequeños, si esto no es posible es como dejarlos huérfanos.

Me gustaría que imaginasen ustedes como padres, que en vez de uno o dos hijos tienen ustedes 8 de golpe. ¿Cómo estarían ustedes si tienen que cuidar de todos esos bebes a la vez? O en el caso de niños de 3, 4 o 5 años: ¿serían capaces de tener hasta 20 niños metidos en una habitación hora tras hora, día tras día aunque luego vayan un ratito al recreo? ¿Tienen las capacidades y recursos como para hacerlo? ¿Podemos pedirles a otras personas esto que no vemos viable en cuando nos paramos a pensarlo detenidamente?

El problema viene cuando una solución que en principio sirve para casos excepcionales, las guarderías y la etapa infantil, se generaliza en la sociedad y se normaliza tanto por los individuos como por las instituciones. Los políticos lo utilizan para rentabilizar votos, disfrazado de un servicio social para toda la ciudadanía global, mientras los mitos y creencias sobre sus beneficios educativos florecen aferrándose a modo de ideas tranquilizadoras en nuestras conciencias. Mientras, más y más centros nuevos infantiles se abren cada año, aumentando esa sensación de extrañeza en algunos por no llevar a su hijo, cuando todos lo hacen y acallando a los pocos que dudan de que bebes de seis meses tengan que acudir a estos centros.

Creo que es hora de cambiar cosas. De que en los institutos y las universidades, sean las carreras que sean preparen para las asignaturas de la vida. Todos absolutamente todos deberíamos aprender la formas respetuosas y adecuadas para ejercer mejor de padres o ciudadanos. 

jueves, 4 de marzo de 2010

Objetos, cuerpo, sensaciones y carácter


"No somos sólo cuerpo, o sólo espíritu, somos cuerpo y espíritu a la vez". George Sand (1804-1876)


Este post  va de como condicionan e incluso configuran, los objetos y las sensaciones corporales asociadas, nuestro estado emocional y con el tiempo hasta nuestro carácter.

En todo momento  el estado del cuerpo tiene que imbricarse con los procesos cognitivos y con el ambiente.  Lo interesante es lo que emerge de esta fusión.

El experimento de Harry Harlow con monos sobre el apego es un gran ilustrador de la importancia de los objetos, del cuerpo y de las situaciones para configurar seguridad y por lo tanto como estas situaciones prolongadas y repetidas pueden influir en la futura personalidad.

Recordemos que Harlow ideo un experimento donde las crías de monos  Rhesus elegían para refugiarse a muñecas revestidas de un trapo suave en vez de muñecas hechas con fríos alambres aunque sólo estas les alimentaban a través de un biberón.

Lo que probó es la necesidad del contacto corporal y las sensaciones más allá de tener el alimento asegurado. Vamos que no basta con que  las personas estén “bien atendidas”, se necesitan más cosas que un techo, la comida y una paga.

Detengámonos un poco con la piel, que es como una extensión del sistema nervioso. Nuestra piel establece relaciones desde el Yo a lo que no es Yo. Se convierte entonces en un traje a medida que tiene que encajar con el mundo y que como límite corporal delimita e interviene constantemente en nuestro psiquismo. La piel es nuestra carta de presentación y la limpio, la visto, la doy cremas, la pinto, tatuó, o la oscurezco tomando el Sol.

Sí, pero aparte de todo ese hecho manipulativo íntimo o social, las sensaciones, los estímulos que llegan a la piel provocan emociones. La piel se siente. Un  ejemplo sencillo, según las situaciones, un objeto o incluso una habitación caliente o fría  provocan una sensación de bienestar o malestar. Y  este hecho es fundamental pues deviene antes que el pensamiento consciente o la realización de justificaciones cerebrales.

Está claro que nuestro estado emocional puede influir en nuestras elecciones, y al revés, los objetos inducir un estado de ánimo determinado. Pero hay algo que no deja de suceder y es que no se puede dejar de sentir, de recibir información propioceptiva: de músculos, tendones,  articulaciones, del sistema del equilibrio, del tono; y de la piel…

Es por eso que la experiencia corpórea está provocando la interpretación de lo que te sucede a cada  momento. Cuando lees estas líneas. El cerebro evalúa la situación de tu cuerpo en el espacio y las sensaciones que le llegan de los órganos y de los sentidos. ¿Se puede mantener la atención de la misma forma cuando se está cómodamente sentado que cuando uno está incómodo y con un equilibrio precario?

Voy más allá: ¿se puede sentir lo mismo, sentir las mismas emociones en intensidad y duración si uno no tiene la disposición corporal adecuada? ¿Cómo varían nuestras emociones al variar nuestras posturas? Sentado, de pie, tumbado, en posición fetal, estirándose, quieto, moviéndose, andando, corriendo, girando, haciendo el pino, respirando profunda y relajadamente.  Y si hacemos lo anterior cerrando los ojos y tapándonos los oídos,…

¿Se puede mantener el sentimiento de tristeza haciendo el pino? ¿Bailando?

Pongamos ejemplos de la vida cotidiana "en movimiento": solemos decir a las personas que se sienten cuando les vamos a comunicar una mala noticia. Cuando vemos a alguien muy contento quizás esté dando botes de alegría. Y a aquel que anda cabizbajo inferimos de él que está deprimido. Es curioso como nuestro cuerpo es el referente primordial y por eso nos referimos a él continuamente y entonces aquel que nos fastidia es como “un dolor de muelas” y con sólo pensar en él “me duele la cabeza”,…

Os habéis fijado que cuando viajamos en un coche muy potente, sentados en unos asientos envolventes, nos sentimos poderosos porque la aceleración que nos empuja contra el respaldo nos transmite una sensación que interpretamos como de fuerza. Esto es porque el auto nos responde y el sistema vestibular funciona. Lo mismo pasa cuando es el cuerpo entero el que nos responde con prontitud y adecuación al movimiento, entonces nos sentimos fuertes y con autoestima. Es el dominio corporal interactuando con el mundo lo que funda la seguridad en nosotros mismos. Hay otras muchas sensaciones... como cuando nos vestimos con ropa amplia y nos sentimos cómodos y libres.

Pienso que a través de estos ejemplos muchas veces lo sensitivo es más poderoso que lo cognitivo. Lo racional tan solo trata de dar lógica a lo sentido. E incluso se busca una sensación en el cuerpo cuando reflexionamos. Es como un barrido que busca pruebas en el medio interno o externo para confirmar lo pensado. Lo “presentía” o lo intuía solemos decir.

A donde quiero ir es anterior a lo consciente, es a esa transición que va de lo inconsciente al momento que se percibe por la conciencia. Al darse cuenta como un todo orgánico y que es básico en el sentimiento de conexión, pues ser entendidos corporalmente es sanador y cuando a alguien le cogen la mano, le abrazan, le acarician o le tocan mientras le miran, entonces surge algo que centra sus sentidos en sí mismo y en el otro. Aparece una mismidad, una sensación que aumenta la conciencia de existir y que ata a la vida. Lo corporal bajo este punto de vista es fundamental para hacer terapia pues las sensaciones corporales son lo que nos permite tener una identidad nítida y comunicarnos a nivel profundo.

Si uno entiende la gran importancia de las experiencias sensacionales tiene especial cuidado por los detalles. Por ejemplo, una cosa tan simple como el estilo de cómo se cierra una puerta: con suavidad o de un portazo, deja una sensación en quien lo percibe de enfado o de tranquilidad. Si uno no da la mano con el tono adecuado, digamos muy flojo o muy fuerte. Entonces produce determinadas opiniones de confianza o desconfianza. Si caminamos juntos y uno se adelanta porque lleva otro ritmo le espetamos: ¿a dónde vas? Y si se atrasa: ¿no venías conmigo? Esto es porque hablamos con el cuerpo, desde el cuerpo y pensamos gracias a él.

Como veis desde este punto de vista toda acción es corporal y sensacional y en nuestras manos queda tener en cuenta nuestros actos y nuestros cuerpos porque sólo así podemos crear un ambiente psíquico-corporal acogedor para nuestros pacientes o nuestros seres queridos. No hay mente y cuerpo, el cerebro es sólo otro órgano indisociable del cuerpo.

martes, 2 de febrero de 2010

Lectura recomendada

Acabo de terminar de leer el libro del psiquiatra Alberto Lasa Zulueta: " Los niños hiperactivos y su personalidad". Y no puedo sino recomendarlo a todos los piscomotricistas relacionales y a todas aquellas personas que se relacionan con la infancia.

En esta publicación se hace un repaso de la historia y el concepto de la hiperactividad para después pasar en la segunda parte a la hiperactividad y la organización de la personalidad. 

Según nos cuenta, en su experiencia clínica muchas veces la hiperactividad y el déficit de la atención, entre otros síntomas, se acompaña del trastorno limite de la personalidad o también llamado borderline. 

La visión amplia del problema, las descripciones abundantes y claras de los síntomas y funcionamientos mentales son de inestimable ayuda.

Por último, nos hace un repaso del TDAH en el marco de la actualidad. Con sus debates y puntos de convergencia clínica. Convergencias que son necesarias para aprender más y dar una respuesta óptima a estos niños y a sus familias.

En definitiva un gran libro y muy ameno de leer en el que se expone la enorme complejidad del desarrollo humano y la más que estrecha correspondencia entre psiquismo y ambiente.

Publica Editorial ALTXA (Asociación para la Promoción de la Salud de Niños y Adolescentes)

ISBN 13: 978-84-612-7156-6. 224 p. 21×14 cm Rústica.
Precio: 15 € (iva incluido)


viernes, 11 de diciembre de 2009

Lo pequeño e invisible a los ojos

images "No es tan dañoso oír lo superficial como dejar de oír lo necesario”. Marcus Fabis Quintiliano

En esta entrada hablaré de situaciones que se dan entre niños y niñas que comparten los mismos espacios de escuela, barrio o calle. Estos niños y niñas son vistos por sus maestros y a veces por sus madres y padres como que tienen un pequeño problema de comportamiento.

Podríamos decir que a simple vista quizás estos chicos no se relacionan con otros niños y se apartan de los juegos, o tal vez se muestran temerosos ante las situaciones de recreo en el patio o hablando claro, no les hace mucha gracia ir a la escuela, y se ven “obligados” a permanecer en un aula, día tras día, sin que ellos puedan entender por qué tienen que estar allí.

Lo que yo me pregunto es que les pasa a estos niños. ¿No se relacionan porque son tímidos y apocados o son tímidos y se retraen porque no pueden defenderse de lo que les sucede? ¿Se les escucha realmente o solo se les relativiza el problema para que deje de ser problema para nosotros?

Creo que a veces sólo nos fijamos en el déficit porque solamente pensamos en buscar donde está el fallo y como subsanarlo desde un punto de vista muy material y cognitivo y olvidamos que detrás de toda conducta observable y cuantificable hay una vivencia de ese niño.

Una vivencia que para él es radical, que llena su vida, de la que no puede escapar y que trata de afrontar como puede. ¿Alguno se ha preguntado qué es lo que siente y cuáles son los comportamientos y sentimientos de aquellos con quienes comparte lugar y relación?

Cuál, con quiénes y cómo es la relación que origina esa vivencia es lo que nos debemos preguntar.

Imagínense que ustedes tienen un problema en su lugar de trabajo. Un compañero que se burla de ustedes o que les acosa. O por poner otro ejemplo, quizás tiene miedo de ser abandonado por su pareja. Pero nadie lo sabe porque es algo íntimo y personal.

Es más que probable que su jefe o compañeros noten su conducta. “Está raro”. “No habla con nadie”. Si lleva poco tiempo incluso piensen de usted que es antipático y poco sociable. Y un día su jefe incluso le comente a solas sobre su bajo rendimiento laboral.

¿Cambia algo si yo infiero de usted que es una persona tímida o que simplemente es usted así? ¿Le paso un test para que me refleje sus rasgos de personalidad e inteligencia o inicio un programa en habilidades sociales para enseñarle a relacionarse? ¿Le escribo notitas con cumplidos en la mesa para aumentar su autoestima?

La cosa no queda ahí. Luego viene el psicólogo de la empresa y por las preguntas que nos hace resulta que acabamos pensando que el problema es nuestro porque realmente no sabemos relacionarnos.

Termina la jornada, nos vamos a casa pensativos y aquí ya es cuando uno explota y piensa:” ¡qué coño sabrá toda esta gente de lo que yo estoy pasando y de lo que pasa por mi cabeza!”. “Además, ¡para que quiero relacionarme con Luis si es un idiota que me está vacilando todos los días!”…

Bien, pues lo que pasa es que estos adultos que ven nuestra conducta no entienden nada de lo que pasa. Y esto mismo ocurre con muchos niños. La vivencia es de uno, es vivida y sentida y lo que nos ayuda es la forma en que nos respetan, nos escuchan y ponen soluciones concretas a aquello que nos preocupa.

Pero enfatizo: ¡hay que ocuparse  de aquello que preocupa al niño como individuo especial que lo está viviendo, no encerrarse en la torre cognitiva e intelectual de aquellas personas que desde las gafas de su historia y profesión creen ver algo y no descienden a la vivencia!

Debemos observar más allá de lo que sucede en la superficie e ir a lo necesario. Puede ser que el problema oculto o no detectado por los adultos sea que un niño atemoriza o desprecia a otro, o que en su casa sus padres discuten y se van a separar, las causas pueden ser infinitas como para enumerarlas.

En todos estos casos el problema no está en el niño, está en la situación. Intenten arreglar la situación y sepan acompañar y respetar los sentimientos del niño y ese niño afrontará la vida de otra manera.

Y como diría Saint-Exupèry miren atentos con el corazón porque lo esencial es invisible a los ojos.

lunes, 5 de octubre de 2009

Educación emocional desde el útero materno

 "Todos somos producto de nuestra historia  de desarrollo en el útero materno". Vivette Glover

Hace tiempo que leo sobre la transmisión de los efectos del estrés y de las emociones en las generaciones siguientes. También hay estudios muy interesantes de como influyen el tabaco, el alcohol, la contaminación, la dieta y en definitiva el estilo de vida en la configuración del ser que va a nacer.

Parece ser que las probabilidades de padecer ciertas enfermedades de adultos, el nivel de hiperactividad y atención, la esquizofrenia, el bajo coeficiente intelectual, los problemas conductuales o de aprendizaje de muchos niños se crean durante el embarazo.

Esta semana en Redes, programa de divulgación científica, se explica muy bien algunas de las últimas conclusiones sobre las repercusiones que pueden tener en el feto y para toda la vida desde el apoyo de la pareja hasta el ambiente laboral o el tipo de parto.

Resulta obvio que lo que necesitan las mujeres y los bebes incluso antes de nacer es tiempo para ellos y ser queridos. Una sociedad como la nuestra, tan estresante, ansiosa y competitiva produce enormes daños a los individuos a lo largo de toda su existencia y más allá. Y es que nuestro pasado condiciona nuestro presente y condicionará nuestro futuro.

Añadiría lo dicho en Redes sobre los efectos biológicos del cortisol y otras hormonas en los genes (que señalan los estudios de la epigenética), los efectos de la transmisión cultural y de narrativas psicopatógenas entre padres e hijos. Las historias familiares que llevamos a cuestas o que contamos a nuestros hijos también influyen en la configuración de su psiquismo.

Os dejo el vídeo integro, merece la pena escuchar a la investigadora en psicobiología perinatal del Imperial College London, Vivette Glover.

Descarga la transcripción de la entrevista.

domingo, 4 de octubre de 2009

La sociedad con trastorno de atención e hiperactividad

"Nuestro gran tormento en la vida proviene de que estamos solos y todos nuestros actos y esfuerzos tienden a huir de esa soledad". (Guy de Maupassant)

Leía hace poco un artículo titulado “Padres poco comunicados con sus hijos”. Y la reflexión pone sobre la mesa una nueva forma de sociedad inatenta, despistada e incluso descuidada con los bebes y niños pequeños. 

Las nuevas tecnologías se han introducido en nuestras vidas e invaden todos los ámbitos públicos y privados. Es por ello que con relativa frecuencia en el cine, en el teatro, en una reunión, en la consulta del médico, en hospitales, entre padres e hijos, etc. suena inoportunamente el móvil con una llamada o con un mensaje; y entonces personas con actitud ansiosa buscan en los bolsillos y bolsos el teléfono para contestar rápidamente, focalizando su atención en ese hecho y dejando de atender u observar a todo aquel que está a su lado.  

De repente, en un segundo se ha terminado abruptamente una conversación, una mirada, un acompañamiento a otra persona que nos escuchaba o miraba. Y nos quedamos con la sensación de que algo se ha roto, de un vacío porque han dejado de hablarnos o ya no nos escuchan. 

No es sólo el móvil, otros permanecen enganchados a minúsculos reproductores de música haciendo varias tareas simultáneamente o charlan contigo mientras escuchas de fondo un sonido que sale de sus auriculares. Bajan el volumen pero algunos no llegan ni a apagar el aparato. 

Estos son los casos más comunes pero con la celeridad de la tecnología nos movemos a estar más interconectados a través del Internet móvil y las nuevas redes sociales: Facebook, Tuenti, MSN, Twitter. Cada vez hay más gente pegada a una pantalla viviendo múltiples vidas: la que tienen y la que narran según el perfil que han creado en esas redes.  

Todo esto trae unas nuevas formas de relación entre las personas que en mi opinión están más “conectadas” pero más alejadas porque se crea una falsa sensación de cercanía en la que falta el cuerpo y la sensación, incluso la coherencia vital. 

A esto se le suma el problema del espacio temporal. Hablamos y chateamos a cualquier hora y desordenamos el orden que antes había. Ya no hay un tiempo para cada cosa sino que se interrumpe, se pospone y se vuelve a retomar a destiempo acciones que son prioritarias y más importantes que otras. Y esto es realmente grave cuando cuidamos de otras personas.

Cada mensaje que llega a la bandeja del correo o SMS supone un impacto emocional. Un pequeño desasosiego, una diminuta incomodidad, una corta inquietud, un algo que impulsa a ser descubierto y se prioriza compulsivamente. ¿Quién será? ¿Será importante?...

Es a mi parecer la interrupción continua de los estados de atención, de las secuencias temporales para llevar a cabo una acción planificada con eficacia y esto no puede más que traer un desajuste en este campo. Es curioso que cada vez se diagnostica más TDAH pero: ¿Cómo es la atención y las acciones de los adultos que educan?  

Bien, en esta entrada lo que me interesa remarcar no es lo que nos pasa en nuestras relaciones entre adultos sino la traslación de este tipo de relación a los bebes y niños. Lo que observo es que la gente joven y no tan joven podemos estar tan condicionados al sonido de un móvil como el perro de Pavlov que salivaba en cuanto oía una campanilla.  

Pues al tema: El problema viene cuando estamos con nuestros hijos o con los niños a nuestro cargo. Me pregunto cómo establecer una comunicación de calidad en la que los bebes puedan encontrar el rostro y la atención mantenida para hacer peticiones y aprender de las reacciones faciales, vocales y corporales del cuidador y de esta manera empezar a elaborar las habilidades necesarias para descodificar el lenguaje no verbal correctamente y así desde el sentirse plenamente escuchado por los padres y cuidadores sentir seguridad en las relaciones; puesto que ya me dirán ustedes si estos infantes no tienen modelos adecuados de comunicación como van a hacerlo o como van a sentirse. 

Si no se les habla lo necesario, si no se les canta, si no se tiene paciencia, si cambiamos constantemente de actividad y emoción, si no se les mira con la suficiente capacidad, calidad y buena disposición. ¿Dónde hallarán estos modelos?

Los bebes necesitan del espejo de sus madres y cuidadores. El precio de nuestra especie por nuestra inteligencia es nacer más desvalidos que otros mamíferos. Y esto se compensa por los grandes cuidados que les dispensamos hasta la adolescencia y la gran capacidad del aprendizaje humano. Pero resulta que la calidad de la relación comunicativa, base de esa capacidad de aprender ya que somos animales sociales, se está transformando.  


Puesto que el tema es inquietante dejo en el aire estas preguntas: ¿Qué repercusiones puede tener esto sobre las futuras generaciones? ¿Cómo son las vinculaciones de estos nuevos individuos? ¿Cómo se relacionarán con sus padres y sus compañeros? ¿Cómo sentirán la presencia del otro? ¿Podrán descentrarse de sus necesidades para encontrar a otras personas? ¿No crea esto una tendencia a desinteresarse del mundo exterior y a ensimismarse en lo imaginado?  

Quizás como la evolución biológica de Darwin, la evolución cultural es ciega y no podemos saber a dónde llegaremos. La sociedad se retroalimenta así misma lejos del bien y del mal, de lo correcto o incorrecto, incluso al margen de la solución más eficiente para ser felices como individuos o como grupo y es posible por lo tanto que lo que vivimos se quede en olas u ondas expansivas de acontecimientos que van y vienen; y la educación en valores a la que presumimos muy poderosa y dedicamos muchos esfuerzos sea tan sólo una ola formada de agua y espuma que puede llegar a buen puerto o no.

Por cierto, se me olvidaba: apaguen sus móviles y demás artilugios y cachivaches electrónicos cuando estén con bebes y niños e intenten estar atentos a sus expresiones e intereses.