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domingo, 3 de noviembre de 2019

Puede que el maestro no sea tan importante en los resultados académicos ni la autoestima el santo grial


Súper profesores intentando reforzar la auto-estima

Instamos a cualquier otro investigador con datos relevantes a que se presente, ya que la comunidad investigadora no debería concluir silenciosamente que reforzar la autoestima daña el desempeño mientras miles de escuelas continúan reforzando la autoestima en la creencia equivocada pero incuestionable de que mejorará el desempeño.” Forsyth, Lawrence, Burnette y Baumeister.

El mayor problema de los maestros y psicólogos no es lo que no saben sino lo que “ya saben” y su consecuencia: la recurrencia a tópicos y mitos psicológico-educativos que se retroalimentan entre los profesionales.

Hoy vamos a hablar de dos cuestiones que se plantean como incuestionables, pero que algunos datos que están saliendo no parecen apoyar: mejorar la “autoestima” en la escuela y la súper gran importancia del profesor en el aula para los resultados académicos.

lunes, 29 de octubre de 2018

No se puede enseñar la educación en valores, es algo que se respira

El niño que fuimos
Dime a qué prestas atención y te diré quién eres”. José Ortega y Gasset.

“Los valores no son simplemente palabras, los valores son por lo que vivimos. Son las causas que defendemos y por lo que lucha la gente”. John Kerry


Muchos colegios publicitan la educación en valores como su seña de identidad, pero hoy en día, más que nunca se convierte en una “prestación” entre un conjunto de ofertas de actividades académicas rimbombantes para llamar la atención y vender su excelente producto, con muchas "ventajas" a sus clientes los padres. Son empresas, atadas a la rentabilidad, o vendes o no vendes y te hundes económicamente, y por eso no son inocuas.

Todo proceso educativo lleva aparejado una educación en valores, pero no porque se explicite en el proyecto educativo del centro; sino por la respiración, transpiración y aplicación real de los maestros y trabajadores de ese centro sobre los niños, los adultos; y luego, después de su horario laboral, en el resto de la sociedad. De forma resumida: es el ejemplo integrado en el ser de la persona y no la idea de tener que educar en valores.

lunes, 22 de enero de 2018

No necesitamos más guarderías ni centros infantiles para pensar que estamos trabajando para la infancia

 
Tejer una red de apoyos sociales que de soporte a las familias
  
Un país no es rico porque tenga diamantes o petróleo, un país es rico porque tiene educación. Educación significa que aunque puedas robar, no robas. Educación significa que si tú vas pasando por la calle, la acera es estrecha, y tú te bajas y dices disculpe. Educación es que, aunque vas a pagar la factura de una tienda o un restaurante, dices gracias cuando te la traen, das propina, y cuando te devuelven lo último que te devuelvan, vuelves a decir gracias. Cuando un pueblo tiene eso, cuando un pueblo tiene educación, un pueblo es rico. O sea, en definitiva, la riqueza es conocimiento y sobre todo un conocimiento que le permite el respeto ilimitado por los demás”. Antonio Escohotado

Leyendo un artículo sobre qué hace a las madres con niños menores de 3 años felices en más de 30 países europeos, he observado las contradicciones con los estudios previos y lo fácil que es sacar conclusiones que luego se utilizan políticamente para tomar decisiones que no ayudan a las personas como deberían.

Es curioso que el aumento de guarderías y centros infantiles por la incorporación de la mujer al trabajo no deja de crecer por una necesidad de dejar con alguien a los niños mientras se va a trabajar, pero que no tiene por qué hacer a muchas mujeres más felices ni sentirse más auto-realizadas.

Con niños muy pequeños parece que ni las guarderías ni los permisos de maternidad tranquilizan del todo a muchas madres. Quizás porque la sociedad va contra un instinto que se presenta de múltiples formas, y además  como sospecho, que no se da el número de opciones adecuadas a cada situación familiar particular.

domingo, 7 de enero de 2018

Adiós Educación y Psicoterapia, hola afectividad tecno-robótica transhumanista

Cuando se está enamorado, comienza uno por engañarse a sí mismo y acaba por engañar a los demás. Esto es lo que el mundo llama una novela”. Oscar Wilde
Solamente queremos oír nuestras ideas
Solamente queremos oír nuestras ideas

Todos tenemos una teoría sobre cómo educar a los niños o cual es la mejor terapia. Y todo el mundo echa la culpa de como somos a la educación recibida. A la mínima de cambio se espeta: la culpa es de los padres o del maestro o de los abuelos.

Esto simplemente es un auto-engaño, una novela disfrazada de su propia solución. El primer gran engaño es pensar que la educación cambiará el mundo. Nos servimos de esta idea para mantener el locus de control interno, la sensación de que podemos cambiar las cosas, y que solamente depende de nosotros. Pero reducir cualquier problemática a solamente una cuestión de educación es un acto de reduccionismo extremo y falaz que hace muchísima gente.

Todos nosotros, los ricos del primer mundo, hemos ido a la escuela: unos a escuelas “libres”, otros a escuelas públicas, otros a escuelas privadas y religiosas. Pero a pesar de haber vivido experiencias muy distintas no acabamos pensando como nuestros profesores o nuestros padres querían.

Maestros o padres autoritarios no hacen personas autoritarias, ni los padres o maestros democráticos hacen personas democráticas. Nuestras intervenciones simplemente acompañan a la diversidad humana. Siempre habrá personas autoritarias y democráticas, honestas y deshonestas.

sábado, 6 de mayo de 2017

Lo importante no es la experiencia, ni el entrenamiento ni la formación en sí mismas


… al igual que existen personas sin oído para la música u otras que no detectan adecuadamente sus emociones, existen sordos psicológicos “constitucionales” (personas con poca psychological mindness), que seguirán siéndolo”. José Guimón. Fue Catedrático de Psiquiatría de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU)

No todas las personas tienen la capacidad para entender, contener e imaginar lo que se juega en la mente de un niño cuando siente, piensa o se expresa.


Leía en el periódico que la presidenta del Consejo Escolar decía que en las próximas oposiciones para el profesorado nos jugamos hipotecar la enseñanza por 30 años. Y tiene razón, el tipo de mentes humanas que saquen su plaza para estar en un colegio gestionarán los destinos de miles de niños hasta que se jubilen.  

Me acuerdo que ya hace años en la comisión universitaria para el Impulso de la Innovación de la Docencia en los Centros de la Universidad del País Vasco (IBP) para el nuevo grado de Magisterio ya pedimos realizar algún tipo de entrevista o filtro para cursar la carrera de magisterio. Cosa que fue desestimada por amplia mayoría, pues provocaba emociones encontradas.

domingo, 22 de marzo de 2015

El invento de los cuidados infantiles

“En la cultura, como en la naturaleza, frecuentemente sistemas que son producto de fuerzas selectivas no logran sobrevivir, no porque sean deficientes o irracionales, sino porque encuentran otros sistemas que están mejor adaptados y son más poderosos”. Marvin Harris
 

“No se trata sólo de que los padres ya no sean guías, sino de que ya no existen guías, los busquemos en nuestro propio país o en el extranjero. No hay ancianos que sepan lo que saben las personas criadas en los últimos veinte años sobre el mundo en el que nacieron”. Margaret Mead


Vivimos inmersos en sistemas culturales que se miran a sí mismos preocupados por replicarse de la mejor forma posible, pero sin ver ni entender otros sistemas culturales e incluso malinterpretando los avances científicos a nuestro favor.

Hemos de comprender que cada sociedad y las personas en identificación con un grupo de referencia desarrollan unas ideas de qué es la infancia y cómo deben ser sus cuidados. 

Nuestras prácticas de crianza obedecen a sistemas de creencias que se han legitimado en pautas de comportamiento, y estas, lejos de ser verdaderas y eternas cambian con el tiempo. Al ultra convencido de su sistema recordarle que lo que nos parece correcto ahora puede verse como erróneo y trasnochado en el futuro.  Un sistema “correcto” puede volverse “incorrecto” en otra sociedad o incluso en la misma con el paso de los años. 

A veces, incluso la experiencia personal marca un cambio en esas ideas que nos persiguen para dar sentido a nuestra continua construcción de rol de padre o madre. Por ejemplo, es corriente que los padres y madres primerizos indaguen en libros, por Internet y en cursos sobre todo tipo de crianzas pero que con la experiencia, en sus próximos hijos, cambien y se relajen e incluso dejen de lado las pedagogías libres y del apego o de estimulación.

Para los convencidos ciudadanos occidentales deberíamos decir que nuestra forma de educar y cuidar no es que sea la mejor ni la que se deba implantar obligatoriamente en todas las partes del mundo. Nuestra idea de los derechos de la infancia se debe simplemente a nuestra construcción histórica.

viernes, 20 de febrero de 2015

Desde los genes hasta lo social


“La explicación es un error bien vestido”. Julio Cortázar

Existen preguntas como la de qué es más importante, si los genes o el ambiente, pero esta es una pregunta trampa. Los genes y el ambiente están entretejidos enmarañadamente.

Hay personas que piensan que los genes no tienen nada que hacer en nuestra vida ya que la educación que nos dan los padres y la escuela es lo importante y está por encima de la herencia genética. Estas personas quizás tienen la necesidad de creer en la ilusión de control y huir como de la peste de hipotéticos determinismos. Otras personas, en cambio, piensan de forma contraria y aceptan una inmovilidad, incluso con estoicismo, es ese: “no me extraña, lleva los genes de su padre”. 

Lo que a veces no comprenden, ni unos ni otros, es que tanto lo cultural como lo genético se comunican y pueden ser ambos en interrelación determinante o no. Con el nivel de conocimiento actual no se puede desligar genes-conducta-sociedad. Todo va en el mismo paquete haciendo más difícil o más fácil las intervenciones preventivas, educativas, terapéuticas y sociales. 

Aunque el enfoque bio-psico-social está extendido, muchos hacen más hincapié en lo social. Es como si el pensamiento humano negara lo biológico porque se le escapa. Cualquier exceso de variables intervinientes abruma y por lo tanto se reduce a lo social, algo que es más manejable mentalmente; porque el ser humano es social y eso, en cierta manera, es un mundo más cercano y entendible como actuable.

domingo, 28 de diciembre de 2014

La vida es más compleja que seguir métodos y crianzas "naturales"


“Para hacer buena educación debemos cerrar los libros de psicología, pedagogía y didáctica”. Loris Malaguzzi

Hay una creciente preocupación por mejorar la educación y la crianza de los niños y nos florecen múltiples métodos de estimulación temprana o sistemas de crianza natural, crianza respetuosa, crianza con apego, crianzas con artículos de pseudo-psicología en revistas apelando a  John Bowlby, y artilugios de los más variados para llevar el niño encima y amplificar la conexión con el padre y la madre porque así sienten el latido de nuestro corazón,…

No se engañen, seguir tal o cual sistema no protege a los niños de nada. Los niños crecen en el mundo y este no es reducible a sólo lo que a nosotros nos gusta. Quizás la obsesión por dar la mejor crianza y el poner a los niños en el centro de nuestras vidas sea el síntoma de miedos y creencias erróneas adultas con los que tratamos de segurizarnos.

“Trabajar con los niños quiere decir tener que hacer las cuentas con poca certeza y muchas incertidumbres. Lo que nos salva es buscar y no perder el lenguaje de la maravilla que perdura, en cambio, en los ojos y en la mente de los niños”. Loris Malaguzzi


Juez de menores Emilio Calatayud Perez por Psicomagister

viernes, 19 de diciembre de 2014

"Cuántos niños tenemos incluidos pero excluidos". Esteban Levin

"No todo niño es inclusive, es decir no todo niño se puede incluir en la escuela pública". [...] "Cuántos niños tenemos incluidos pero excluidos". Esteban Levin


Conferencia “Los niños del otro espejo” del... por Psicomagister

Entrevista a Esteban Levin.


Entrevista a Esteban Levin Psicología de la... por Psicomagister

viernes, 6 de mayo de 2011

Educadores no reflexivos que sólo quieren educar


"Oír es precioso para el que escucha". Proverbio egipcio

La escuela quiere educar y se pregunta el qué y el cómo, pero nos falta investigar más el quién educa. El capital humano es el más importante y saber relacionarse escuchando la relación emergente entre dos personas o una clase entera debería ser lo más importante. ¿Para qué queremos saber tantas cosas si luego nos tratamos fatal?

La iatrogenia trata de los efectos positivos o negativos del actuar de los médicos y aquí, en este blog,  la utilizo como el daño ocasionado por el educador debido a la ignorancia, la impericia o la negligencia de sus actuaciones. Hablar de Educación es hablar de las relaciones entre el educador y los niños.  Por eso postulo que en la resistencia a la relación que necesita el niño, por parte del adulto, y que no olvidemos que surge del intento libre y natural del niño de aprendizaje autónomo, surge la iatrogenia negativa  educativa. Es el miedo a la libertad expresada del niño lo que intimida a muchos adultos que para no sentirse “desbordados” o “incómodos” ejercen el poder autoritario disfrazado de obediencia.

Ya sabemos que la labor de un educador es realmente difícil e importante. La mayoría de las veces son profesionales por vocación.  Pero hoy vamos a detenernos en esta cuestión que les cuento porque es muy importante. Hemos de tener claro que no todo está justificado por ser vocacional. Uno no es mejor profesional porque lo sienta así sino que ese sentimiento debe estar confrontado con unos resultados palpables  y un análisis concienzudo de por qué hemos elegido la profesión y cuáles son las motivaciones reales que apoyan nuestro trabajo. Además de unas cualidades psicológicas óptimas.

Hay infinitas razones para elegir las profesiones socio-educativas y socio-sanitarias pero también, a veces, detrás de estas decisiones se esconden necesidades afectivas no satisfechas,  idealizaciones e identificaciones curiosas,…

Con todo ese equipaje afectivo y emotivo, apropiado o no, que acompaña a todo el mundo, (no se preocupen en exceso, sólo lo necesario, ya que si fuesen perfectos no serían humanos. Lo importante está en saber reparar nuestros errores, si somos capaces de percibirlos). Después de esta digresión entremos ahora en un centro con sus muchos educadores, maestros, directores,… y las relaciones que se forman entre unos y otros dentro del clima organizativo. ¡Qué  difícil es convivir!  ¡Y cuántas limitaciones personales se esconden detrás de determinadas formas de actuar!

Muchas veces por no entrar en confrontamiento con los compañeros  pueden surgir amoldamientos a formas de hacer que no son adecuadas para el desempeño de nuestra profesión pero que se  aceptan  por múltiples motivos. Son los típicos: "Aquí funcionamos así", "Llevamos muchos años", "No dejes que los niños te tomen la mano y el brazo, con mano dura funcionan mejor",...

Ok, todas estas justificaciones están muy bien pero ahondemos en lo que pasa lejos de la enorme diversidad de concebir la educación y las formas de hacer. Si nos miramos, siempre hay algo más profundo que incide en nuestra forma de trabajar y que no se puede soslayar. A veces no basta con mirarnos y alguien tiene que mirarnos desde fuera, porque lo terrible es cuando los educadores fallan en la comprensión global de las situaciones que tienen delante en el ejercicio de su profesión.

 Aquí otra vez tengo que decir que somos humanos y nadie acierta al 100% pero hay que hacer una precisión: lo mismo que hay daltónicos, con su imposibilidad de distinguir algunos colores, y que todavía no saben que lo son;  también hay  personas que no son capaces de dotar del valor necesario a lo afectivo viendo tan solo el componente conductual de una manera aislada y al tratarse como objetivo principal y único el cambio de la conducta con respecto a sus metas deseadas, producen un destrozo de la relación.

En la labor de enseñar, la buena relación con el niño es siempre necesaria para conseguir los cambios actitudinales de una manera no desafiante o pasiva o traumática con ellos. Podríamos decir, como decía al principio del post, que existe una iatrogenia educativa inherente en toda relación humana. Ya que el aprendizaje, a mi entender, va envuelto en una relación especialmente privilegiada; porque para enseñar y para aprender uno tiene que cautivar la atención plena del otro. Debe de haber una relación de admiración recíproca entre maestro y alumno.

Y en este marco, lo bueno y lo malo de uno mismo viaja también hacia el otro. No se pueden dejar de aprender cosas buenas y cosas malas, ya que todo va en el mismo  paquete y el cómo somos  proyecta en el otro un como debería ser. Por eso lo importante es descubrir que va oculto en nuestras formas de relación.

He visto educadores apelando al principio de igualdad para sus actuaciones cuando la realidad es que nadie somos iguales. Todos somos únicos, con historias únicas y con formas únicas de afrontar el conocimiento, las relaciones, el estrés, la ansiedad, los premios, los castigos, la obediencia, la amistad,… la vida. Cuando antes comprendan esto antes dejaran de enarbolarse en justicieros de la igualdad comportamental.

He visto muchas veces que cuando la emoción no adecuada se adelanta a la relación se pierde la relación en favor de la emoción y en este punto, la emoción por lograr nuestros deseos, puede precipitar en la imposición junto a una emoción expresada y transmitida que puede ser difícil de controlar en sus efectos.

Después de todo lo explicado, lo que se ve es que el caballo de batalla es trabajar con estos educadores la mente empática  y la percepción de la situación corporal-emocional, aunque sabiendo de los límites de este aprendizaje, ya que no todas las personas llegaran a tener un desarrollo suficiente de la mente capaz de la participación afectiva en la realidad que afecta a los otros.

Si nos movemos en el ámbito de la educación infantil, la educación emocional sólo puede venir de personas altamente dotadas en experimentar las sensaciones y las emociones de los niños, siendo además capaces de devolverles una emoción adecuada,   a sus necesidades de establecer confianza en el otro que le cuida y forma  y que  les resulta  vital para su crecimiento.


sábado, 18 de diciembre de 2010

El miedo es necesario en educación

“Así es -Dijo Sancho- pero tiene el miedo muchos ojos, y ve las cosas debajo de tierra, cuanto más encima en el cielo”. Miguel De Cervantes Saavedra

Sé que he puesto un título provocativo  y que choca con la idea edulcorada de la psicomotricidad relacional, aun así voy a explicarlo.

El miedo conmueve con facilidad nuestro cuerpo y forma parte indispensable de la vida puesto que Vivir lleva ineludiblemente el temor a ser dañado o a perder la propia vida y esto suele suceder a no ser que se tenga dañada una parte del cerebro llamada amígdala y que parece especializada en procesar la emoción del miedo.

Desde que nace todo sistema vivo está expuesto a las contrariedades de la vida: desde infecciones o accidentes hasta ser depredados por los depredadores. Y cuando creamos un mundo de color de rosa para los niños y luego este no coincide con la realidad les dejamos desarmados e indefensos ante lo que más tarde o temprano se tendrán que enfrentar. Miedo y superación se conjugan para formar al ser humano.

Así que Educar no tiene que ver con crear una envoltura aislante que aísle de todos los peligros a nuestros hijos pues esto es imposible y una irresponsabilidad. Educar tiene más que ver con manejar el miedo. El sentir miedo no ha de entenderse como algo negativo pues sentir miedo significa que somos capaces de valorar el grado de peligrosidad de una acción. Y por lo tanto no hay que confundir la valentía con la temeridad. 

En una sala de psicomotridad, por ejemplo, podemos ver a niños que suben por las espalderas hasta lo más alto y otros que aterrados no son capaces de subir un peldaño: A veces por sus dificultades psicomotrices y otras por los miedos inducidos por los padres o maestros. Es importante que nuestros miedos como adultos no limiten el desarrollo bio-psico-social del niño. Lo nuestro es nuestro y lo del niño del niño.

En esta gran disparidad de conductas  con respecto al miedo vemos que todas las personas han de pasar por un aprendizaje y es que han de ajustar sus capacidades con el nivel de riesgo asumible para sus organismos.

Desde el nacimiento cada individuo tiene una resistencia al estrés y una respuesta distinta de alarma que altera a todo su organismo provocando unas consecuencias claras en su salud. Se sabe que el 15% de los niños es más miedoso que la media y son más reactivos a los estímulos por lo que tienen un umbral más bajo de activación del sistema de reacción al estrés.

Aquellos que gracias a la educación del miedo recibida pueden modificar en cierta manera esta predisposición biológica y no quedan ni en el exceso ni en el defecto de miedo o temor pueden tener una vida más plena y saludable ya que al relacionarse con su entorno y vivirlo en el ajuste puede limitar los riesgos que le rodean.

Digamos que aunque hay miedos innatos otros hay que aprenderlos y son propios de cada sociedad y cultura: no se pueden meter los dedos en el enchufe, no se puede cruzar la calle con el semáforo en rojo, no hay que irse con los extraños, hay que respetar a los mayores, etc.

Aquí, en lo social, es donde se ejerce el control de la educación. Cuando un niño pequeño cruza por primera vez una calle sin mirar sufre, dependiendo del padre, desde una regañina hasta un par de azotes.

Lo que se está haciendo en ese momento es inocular al niño con miedo. Es como vacunar para no sufrir una enfermedad, en este caso ser atropellado, pues en relación con el “castigo” la consecuencia del atropello puede ser trágica. Se opta entonces por inducir un miedo atenuado y asumible a la edad y características personales del niño (si es un padre o madre sensata y se ajusta sin hacer daño física o psicológicamente al niño), desde la reprimenda o el azote hasta la fórmula establecida para tal fin que es regular la conducta para conseguir beneficios en el futuro.

Es obvio que hablo de niños pequeños en los que pararse a hablarles desde el lado racional como si fueran adultos no tiene sentido pues lo que ellos captan sobre todo es nuestro lenguaje no verbal que apoya a nuestro discurso. Nosotros, en esas situaciones que nos han asustado, solemos dirigirnos con el discurso explicativo a los niños, sobre todo, para calmarnos a nosotros mismos. Pero recalco que ha de ser nuestro lenguaje no verbal el que transmita de forma clara y firme, y que no admita la discusión. Sí no hay cierta intensidad no sirve.

En estas edades la educación se gesta entre los no y los sí. Puesto que lo más importante no son las palabras sino lo que transmiten las miradas, la voz, la postura corporal: prohibición, aceptación, miedo, seguridad, calma, serenidad, autoridad, distancia, cercanía, acogimiento, afectividad, acompañamiento,…

Si somos capaces de hacerlo conjugaremos a la vez muchos significados en la trasmisión corporal comunicacional, como mínimo: prohibición de la conducta riesgosa, aceptación de lo ocurrido, calma y serenidad en la comunicación y autoridad, que es la facultad de mandar y hacerse obedecer.

Si falta la autoridad todo el andamiaje emocional se cae y hay un aprendizaje “callado”, que no se expresa formalmente, sino que se supone o sobreentiende y que marcará la relación futura entre el niño y sus padres, entre el niño y la sociedad.

Recalco que no hay que confundir la autoridad con hacer que los niños nos teman para que nos obedezcan puesto que la obediencia temerosa simula subordinación, lo mismo que el miedo a la policía simula honradez.

Cuando inoculamos un miedo excesivo o por el contrario el ejercer la autoridad es un problema para nosotros y le dejamos sin “miedo”, falla la “represión estructurante” y esto tendrá sus consecuencias futuras. Y a lo largo de su desarrollo, en el caso de no tener miedo a nada ni nadie como resultado es posible que entonces no responda a ninguna autoridad sea familiar o institucional o asuma conductas de alto riesgo.

La cosa se complica cuando como padre o educador uno actúa desde el querer anular todo riesgo asumible por el niño, comprometiendo el ejercicio de sus habilidades psicomotrices y la elaboración y afrontación de sus propios miedos. Se nos olvida que muchas veces los límites de nuestros hijos son nuestros propios límites y sus miedos los nuestros.

No quiero decir que esto siempre tenga que ocurrir porque en la vida nada está cerrado o abierto sino que fluctúa entre los límites de las posibilidades y las decisiones que tomamos y nos van encerrando en sus caminos. Pero hay miedos buenos y miedos malos. La ansiedad, por ejemplo, es el miedo a tener miedo y el miedo prolongado en el tiempo se puede transformar en tristeza y depresión. Otras formas patológicas son las fobias, los ataques de pánico, etc.

 Así que tampoco quiero decir que hay que asustar a los niños ni utilizar el miedo al rechazo, la sumisión o la agresividad psicológica ni nada por el estilo sino comprender que el miedo forma parte de la vida y del aprendizaje para vivir en sociedad.

El miedo tiene un sentido y es el de suspender cualquier actividad o deseo para afrontar un peligro por lo tanto no es un agresor externo sino un regulador interno y sin él no seríamos capaces de preveer  cosas que nos pueden hacer daño.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Auto-aprendizaje y Educación Mínimamente Invasiva

"Un verdadero maestro no enseña sino que deja que sus alumnos aprendan". Y en esta frase creo que puedo resumir  mi humilde experiencia como maestro y psicomotricista.

Enlazando con esta idea, hoy os traigo una vídeoconferencia de Sugata Mitra, Profesor en la Universidad de Newcastle, en el Reino Unido.

Él es el promotor del experimento Hole in the Wall o HIW (El Agujero en la Pared por sus siglas en Inglés), con el cual en 1999 colocó una computadora en un quiosco de un barrio bajo en Kaljaki, Nueva Delhi y los niños de los alrededores tenían libre acceso para utilizarlo. 

El experimento procuraba probar que los niños podrían aprender de las computadoras con mucha facilidad sin ningún entrenamiento formal. Sin saber absolutamente nada de ordenadores. 

Sugata lo denominó Minimally Invasive Education (MIE) o Educación Mínimamente Invasiva. Desde entonces el experimento ha sido repetido en muchos lugares, HIW tiene más de 23 quioscos en la India rural. En 2004 el Experimento también fue usado en Camboya. 

El  interés de Mitra incluye la Educación Infantil, la Presencia Remota, los Sistemas de Auto-organización, los Sistemas Cognitivos, la Física y la Conciencia.

Una de sus conclusiones es que la educación es un sistema auto-organizado en el que el aprendizaje es un fenómeno emergente. Con la "Minimally Invasive Education" busca una solución que utiliza el poder de la colaboración y la curiosidad natural de los niños para catalizar el aprendizaje. Se aleja de la enseñanza memorística y unidireccional tradicional de la escuela por los grupos colaborativos auto-organizados que intentan aprender por su cuenta y en base a sus necesidades.

La charla está en TED Talks y en el vídeo se pueden poner subtítulos en español. Tan sólo hay que pulsar en "View subtitles" (abajo en rojo) y se os desplegará un menú donde se puede elegir entre muchos idiomas. No  os lo perdáis


lunes, 15 de noviembre de 2010

Por qué no sirve la educación del todo a nuestros intereses


“Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera”. Albert Einstein

Creo que todos, viendo un poco la sociedad que nos rodea, podemos llegar a la conclusión de que la idea de una buena educación como suficiente para garantizar un mundo mejor peca de enorme ingenuidad. Esa idea o meme que arrastramos desde el siglo XVII de combatir la ignorancia y las tiranías a través de la razón no solo no se ha visto cumplida sino que se ha transformado a favor de los más instruidos, y ha mutado en beneficio de los más cultos y empáticos para manipular a sus semejantes.

Vivimos en una sociedad tan compleja que ha refinado, con métodos científicos y tecnológicos, las formas de utilizar a los otros. Todo este imparable desarrollo de intentar controlar sutilmente a los congéneres sapiens ha surgido desde que la especie comprendió que los otros tienen su propia mente, deseos e intenciones. El desarrollo de la empatía supuso no solo empatizar con los otros sino poder engañarlos y modificarlos según nuestras necesidades.  

En algún momento de nuestra historia la cultura humana se ha adelantado demasiado a la evolución biológica y esta, rodeada de medios tecnológicos y teóricos, se ve obligada a intentar adaptarse  a los actuales deseos del hombre.

En este desajuste se mueven las nuevas enfermedades y trastornos psicosomáticos del ser humano puesto que hemos pasado de manipular brutalmente el medio ecológico-físico a manipular ferozmente el medio social psicológico e interno.

He de deciros que siempre que aparecen momentos políticos (de utilización),  de intentos y reformas educativas recuerdo las sabias palabras del premio nobel de literatura José Saramago cuando decía: "El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir".

En esta sociedad psicologizada y televisada se vierte la modernidad líquida que describe Zygmunt Bauman y en un mundo así no se puede educar como antes porque todo es cambiante y se vive para el bienestar propio. Los momentos son de usar y tirar. Se consumen sensaciones y emociones (¿recordáis el anuncio de una marca de coches que decía: “Te gusta conducir…”?) convirtiéndonos gustosamente en adictos a las experiencias nuevas, a las emociones y a la emocionalidad. La ingeniería de la manipulación ha progresado mucho en el laboratorio y fácilmente a cada instante nos asocian la compra de un objeto con un estado de ánimo, con una felicidad vacua y momentáneamente pasajera. Algo tan sumamente adictivo como una calada a un cigarrillo.

Es en este panorama donde intentamos hacer educación, en un momento en el que más que nunca los niños son tenidos para acomodarse a los planes hedonistas de los padres y no al interés de ofrecer la autonomía como proceso madurativo.

Lo que estamos viviendo es la llegada de la maternidad o paternidad de consumo: donde se consumen revistas para padres con moda para bebés, donde se sigue tal o cual método de estimulación precoz para producir un estilo de niño exitoso y adelantado, donde se elige la guardería de diseño hiper tecnificada y exigimos a los maestros que eduquen a nuestros hijos porque a nosotros ya no nos queda más tiempo que consumir,…

Todavía hoy tendemos a confundir  la educación con instrucción y lo que ello implica muchas veces es que el proceso de socialización se queda en un mero adiestramiento abandonado a su propia suerte. En este caso, a la suerte manipulativa de la nueva sociedad televisiva y de consumo que amplifica y sobredifunde la humillación pública, el miedo y la violencia como entretenimiento. Es una sociedad proyectada en la retina de nuestro egocentrismo en donde en el nombre de la libertad propia se corrompe la libertad de los otros, donde se transmiten modelos de conducta sádicos y donde todo vale por conseguir fama y dinero rápido, los baluartes del éxito actual.

Un gran error en el que hemos caído es en pensar en que se podía educar a los niños al por mayor y sin que las cosas de los adultos les influyesen. Esta peregrina idea escolar proviene de la revolución industrial y buscaba operarios para su maquinaria productiva y no personas que conquistarán la autonomía vital. A este ambiente de integración de los niños en las escuelas se ha sumado el cuidado de estos por las pantallas planas panorámicas que ha supuesto la disolución acuosa de las figuras parentales y de referencia.

La dura realidad es que la escuela no puede ser el sustitutivo de la educación individual. Y la paradoja es que lo individual y lo colectivo son caras en una misma moneda que gira y gira.

A la par de que necesitamos conquistar nuestra individualidad necesitamos de lo grupal para desarrollarnos y cuando estamos en grupos, el contagio emotivo-conductual puede difundir con enorme rapidez formas de actuar totalmente nefastas para la convivencia entre personas. Este tipo de aprendizaje o mero contagio o contaminación es rápido y muchas veces inconsciente.

La principal forma de aprendizaje humano es la imitación. Desde la observación del otro tendemos a copiar todo aquello que los otros hacen o sienten. Y aquí es donde nace la complejidad y la dificultad para tener una sociedad educada en unos valores determinados y más útiles para vivir y pensar  en comunidad pacífica; pues la sociedad no es nuestra, la sociedad es una sociedad darwinista en el sentido de que su evolución es ciega. No va ni a mejor ni a peor sino que los grupos, las ideas, las culturas funcionan en un proceso continuo de nacimiento, adaptación y muerte. Las ideas y las culturas son víricas. Se contagian y mutan. La mayoría de las personas que nacen se adaptan como pueden a las cepas representacionales víricas con las que les tocan coexistir.

Se pueden gastar millones de euros en educación para la ciudadanía, la educación vial o sexual que una idea vírica perjudicial para el individuo o la sociedad puede extenderse tan rápidamente por contagio a través de las redes sociales, personales o virtuales, que todo ese esfuerzo puede quedar muy mermado.  

La conexión entre individuos nos hace más fuertes y ha sido evolutivamente rentable pero la hiperconexión actual creo que nos fragiliza. Es todo tan rápido que no puede moderarse. Somos impactados por tal cantidad abrumadora de información  y que nos influye, que a lo largo del tiempo forzará un cambio en las estructuras cerebrales.

Mientras esto nos ocurre pienso en lo que el filósofo griego Demócrito de Abdera decía: “que todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de mofa”. Y en lo que expone Fernando Savater: “No hay educación si no hay verdad que transmitir, si todo es más o menos verdad, si cada cual tiene su verdad igualmente respetable y no se puede decidir racionalmente entre tanta diversidad”. Estos son los virus nihilistas que pueblan nuestras mentes.

Pero hoy en día entre la coexistencia de tantos virus mentales, entre tal cúmulo de verdades y tipos de vida para elegir o consumir; lo que finalmente llega, debido a las limitaciones del procesamiento cerebral, es la dificultad para tomar decisiones,  la inactividad, las crisis, la depresión, el desarraigo, el pasotismo o el todo vale; y todo esto junto con el imperativo de la publicidad televisiva de ser obligatoriamente libres y felices para decir y hacer, pero a su servicio, lo que finalmente nos provoca el perder  la dirección de nuestras vidas, si alguna vez la hemos tenido, usando lamentablemente una ética minimalista.

La educación es tan sólo un elemento, una carta entre otras cartas de una baraja que modula los programas mentales compartidos, pero que no es inmune a los procesos biológicos y culturales del contagio emocional e ideacional. Con la educación se puede forjar una estructura desde pequeños, pero las ideas buenas y malas de los otros fluirán por dicha estructura para bien o para mal, y al mismo tiempo socavando para enfermar o reparando para sanar. La educación se expone y se enfrenta siempre a lo que hacen los otros por lo tanto es una dialéctica constante de construcción, destrucción y reconstrucción.

Siempre he oído hablar a José Antonio Marina de que educa la tribu pero cuando ampliamos el nivel de enfoque vemos que el mundo es ahora una gran tribu conectada y que esta está sujeta a gran cantidad de variables ocultas y que influyen en el resultado final. Estos procesos orgánicos lo que añaden es mayor indeterminación a la determinación. La educación se ha convertido en una especie de cuarto elemento de la materia, en un elemento plasmático donde lo colectivo presenta efectos curiosos antes no observados.

En definitiva, tenemos delante un nuevo mundo para explorarlo e intentar adaptarnos.

lunes, 5 de abril de 2010

Relaciones afectivas disfuncionales y patológicas en un aula infantil

“En tu relación con cualquier persona, pierdes mucho si no te tomas el tiempo necesario para comprenderla”. Rob Goldston

En todo contexto donde haya personas hay reacciones emocionales y  se establecen relaciones de todo tipo. El aula de infantil no es más que otro de los rincones donde entran en juego las emociones y las relaciones. En este caso, todavía más importantes ya que inciden poderosamente en los niños. Recordemos que ya Winnicott dijo que el niño solo no existe sino que en él siempre está el otro.

En los inicios de su vida, los bebes y los niños, necesitan de una seguridad afectiva, de una figura a la cual apegarse… Y cuando llegan al aula, en esa aula, sólo tienen a sus cuidadores para satisfacer sus necesidades profundamente afectivas.

Cada niño/a  presenta distintas capacidades y estilos de apego. Y desde esta particular forma de ser y existir de los niños, resulta que los adultos en sinergia respondemos activando nuestros propios sistemas afectivos y defensas psicológicas.

Esto que es automático, y para muchos poco perceptible, alimenta las dinámicas personales y grupales que surgen espontáneamente y que son de lo más variopintas en cada centro escolar.

Si uno dispone de tiempo y puede mirar a lo largo del curso, intramuros; ve dinámicas positivas y negativas para el desarrollo de los niños.

Ya que me parece más importante como es la personalidad y la estructura afectiva de los adultos en relación con los niños voy a hablar incidiendo sobre los cuidadores. Puesto que el niño se desarrolla gracias a las vivencias que estos le permiten ir teniendo.

Todos tenemos nuestra propia historia de relación y construcción psíquica, y por consiguiente, nuestras deficiencias, vacíos, fallos y virtudes. Pero por ejemplo, imaginemos que una persona adulta que se ha desarrollado integrando determinadas formas de relación más o menos “normales”, el concepto de normalidad es difícil de establecer, y a las que ha sumado determinadas creencias por el mismo hecho de vivir experiencias propias y subjetivas.

Es probable entonces que desarrolle ciertas preferencias por determinados niños a su cargo. Lo que dispare su simpatía puede ser desde un rasgo físico o ver determinadas cualidades de inteligencia, valía, aptitud, fuerza, etc. hasta todo lo contrario y verse empujada o empujado a proteger una debilidad o fragilidad percibida y que le mueve profundamente.

Tanto si se acerca a ese ideal de niño o niña que figura en su mente como si se siente identificada con él por sus rasgos. Es posible que sin quererlo o queriendo despliegue comportamientos que favorezcan a ese niño respecto a sus compañeros. Preferencias que los otros niños percibirán y que otorgarán, ahora ya entre todos, un “status afectivo” más elevado.

Si por el contrario, el niño le provoca una afectividad negativa por diversos motivos: alta reactividad, lloros continuos del niño, falta de capacidades de atención o relación, timidez, hiperactividad, inestabilidad emocional, enfermedades o cualquier otra cosa que se nos ocurra. Pues es probable que inconsciente o conscientemente se retire parte de la atención de ese niño a favor de otros.

Consecuentemente el valor afectivo de ese niño bajará para todos en el aula. Seguramente ese menor valor provocará que sea objeto de más agresiones y menos interrelaciones. Se convertirá en ese niño al que siempre pegan, le faltan las pinturas, le quitan los juguetes, no acaba las tareas y a todos los adultos les da lástima y no se explican el por qué.

El recurso afectivo es el motor de los seres humanos y cuando se establecen diferencias se establecen jerarquías. En poco tiempo veremos las alianzas entre los propios niños, y entre los niños favorecidos por la persona adulta y esta.

Dentro de estos procesos dinámicos se producen otros subprocesos interesantes como una especie de “enamoramiento” del niño más atendido hacia su profesora. Esta criatura se esfuerza por traer contenta al objeto de su amor, quiere agradecerle sus dedicaciones y atenciones y a su vez este comportamiento tan atento refuerza la creencia de la maestra de lo especial que es ese niño.

El círculo se cierra entre ellos creando un clima de aula que en nada beneficia a los niños. Al niño protagonista porque es investido de una afectividad que no le corresponde y a los otros porque son testigos sufrientes de esa relación privilegiada y asimétrica.

El grado patológico de esta situación aumentará en proporción al nivel de exclusividad, celos, agresividad y condiciones de la relación instaurada. Habrá niños que agredirán a otros por amor, por celos, por mandar, por parecerse al adulto y tener su cariño y respeto. Otros simplemente se defenderán o competirán por el cariño adulto.

Y gestionar esto cuando llega a este punto es difícil. Muchas veces, el adulto recrimina a su niño preferido las actitudes agresivas pero no lo hace desde cierta neutralidad o consistencia, por lo que la mente del pequeño queda confundida, escindida y perpleja. Sus actos son prohibidos y permitidos al mismo tiempo. Pues le manda un mensaje verbal claro pero su gestualidad refleja su preferencia hacia él, por lo que dice lo contrario.  Y el contexto no es el familiar, ya hablaremos en otra entrada sobre las familias disfuncionales y patológicas, sino el escolar con cantidad de niños observando la situación.

Además pasado el pequeño enfado y disgusto se restablece pronto la “luna de miel” entre los dos, con sus pequeños privilegios e indultos, hecho advertido por todos los chiquillos.

Es muy complicado, si no hay un observador externo y cuidadoso que pueda ver estas dinámicas que ocurren en las intimidades de una clase a puerta cerrada,  el poder hacer reflexionar al cuidador de esos niños sobre lo que está ocurriendo. Muchas veces todo esto ocurre de una forma muy sutil. Se materializa en detalles y circunstancias en una aparente normalidad.

Podríamos hablar de una especie de curriculum oculto psicológico, pero esta vez no en educación primaria o secundaria sino en la escuela infantil y en donde el código afectivo, el más presente en infantil, es el que provoca más desigualdades y desequilibrios expresivos. En este momento tan delicado e influenciable podemos establecer en los niños patrones de relación que pueden no ser adecuados.

Las consecuencias… impredecibles pues son dependientes de la intensidad y duración de las situaciones, de la capacidad de reparación de la maestra o maestro, de las atenciones que tienen luego los niños en sus casas, de la resilencia de los niños y del grado de desajuste al que se ha llegado. Lo que para mí está claro es que es posible acabar trastocando la importante seguridad y claridad afectiva sobre la que se funda la personalidad sana del individuo.

El problema es que normalmente el educador suele estar todo un curso escolar con ese grupo. Y cuando hay visitas al aula, el saberse observado cambia la forma de comportarse naturalmente de ese profesor o profesora. Es difícil detectar estás cosas en su gran complejidad por más que algunas maestras se dan cuenta de que sus compañeras o compañeros tienen su niño preferido.

Lamentablemente en la mayoría de los casos se queda en eso sin ir más allá. No hay luego una reflexión profunda sobre como reconducir la situación o incluso si fuese necesario por la gravedad de los hechos cambiar de aula al niño o a la profesora o profesor. Aquí ya entramos en las dificultades adultas, en cómo se le dice a esta persona sin herirla lo que puede estar ocurriendo. Es por ello que nos falta esa cultura de pensar sobre lo que nos dice el otro sin alzar nuestras defensas o atacar, y en estas profesiones es sumamente importante la reflexión continua sobre nosotros mismos.

Es por esto que pienso que queda un largo recorrido en la formación que brindan las universidades a los educadores para saber mirarse a uno mismo, aumentar la capacidad de observación y escucha, y aceptar la supervisión de personas entrenadas en lo relacional para así poder ver los puntos ciegos que cada uno tiene en el ejercicio de su profesión.

Esta formación especial de la que hablo es primordial en educación infantil. Pues en estos momentos evolutivos tan críticos afectivamente no se ha de trabajar todavía para enseñar lecto-escritura o “guardar” niños sino para salvaguardar el desarrollo saludable físico y mental de todos ellos. En definitiva, obrar para afianzar las bases seguras y el equilibrio emocional.

lunes, 29 de marzo de 2010

Diario de una niña de tres años

"Ciertos pensamientos son plegarias. Hay momentos en que, sea cual fuere la actividad del cuerpo, el alma está de rodillas". Victor Hugo (1802-1885) Novelista francés

Me llamo Daisy y he cumplido hace poco tres añitos. Hoy me han dicho que es lunes. Me han vestido y salgo de casa. Voy a la escuela, como todas las mañanas de la mano de mi mama. Ella me dice que soy muy buena porque no lloro y voy contenta.  Pero aunque ella piensa eso, la verdad es que yo..., yo estoy segura porque voy con ella.

En la escuela hay más niños que tienen los mismos años que yo y tenemos juguetes, pinturas, plastilina, y la profesora nos quiere mucho. Hoy cuando he llegado me he puesto a la fila para subir todos juntos a clase. Mi madre me ha dado un beso y se ha marchado. No sé cuándo volverá…

Luisito, el niño que está delante mío está llorando. Muchos días llora cuando se queda en la fila. A mí me pone nerviosa aunque trato de calmarle y le enseño  una pulsera que tengo pero no parece que le interese. Entonces yo me tapo los oídos. Hay mucha gente entrando y saliendo, y no entiendo nada, es una situación que se repite todos los días y como me han dicho que este quieta…

Parece que ya tenemos que subir todos juntos al aula. Iker prefiere correr por el pasillo y no hace caso a la profesora.  Le imitan Josu y Jonatan.  Se ríen mucho y gritan de emoción. La profesora ha tenido que ir detrás a cogerlos para que vuelvan a la fila. Les ha gritado y ha dicho que si se portan así de mal no van a pintar ni jugar.

Cuando ha pasado a mi lado yo le he preguntado a ver si me he portado bien porque quiero jugar. Y me ha dicho que sí, que puedo jugar porque me he portado muy bien.

Según he entrado a clase he visto el juguete que tenía ayer y he ido a cogerlo pero la maestra me lo ha quitado regañándome y quiere que me quite la chamarra y me ponga la bata. ¡Esta no se entera de nada, pero si me ha dicho que puedo jugar antes!

Yo le he preguntado ¿Y por qué? Y me ha dicho porque sí y que siempre soy la última todos los días para ponerme la bata. Yo le he dicho que vale y ella se ha sonreído.

Ahora me tengo que sentar porque vamos a pintar. Luisito me ha quitado la pintura roja que yo tenía y cuando he ido a quitársela me ha pegado y muy fuerte. La profesora estaba ocupada repartiendo los materiales y cuando ha visto que lloraba ha empezado a gritar a Luisito para que parase.

A Luisito lo han reñido y lo han puesto en una esquina “para que piense”. Yo quiero ir con mi mama…

Al final me he entretenido con las pinturas y estoy pintando y probando a ver como pinta la pintura en la mesa. Es muy divertido y la mesa entera tiene ahora colores rojos y azules y rosas. La profesora se ha llevado las manos a la cabeza.  Me ha quitado todas las pinturas y mi dibujo. Yo me quiero ir con mi mama…

Entonces la profesora ha puesto música y nos ha dicho que luego nos cuenta un cuento.  Con la música nos hemos puesto todos a bailar y nos reíamos mucho. Es muy divertido. Cuando mejor nos lo pasábamos ha apagado la música porque dice que es tarde y que hagamos una fila.

Nos van a dar una galleta y luego nos vamos al patio. Josu le ha quitado la galleta a Jonatan y la ha tirado al suelo. Jonatan le ha pegado a Josu. La profesora les ha mirado muy enfadada. Se han parado pero cuando ha seguido repartiendo las galletas han empezado otra vez a pegarse. La profesora entonces ha zarandeado a Jonatan y lo ha puesto al final de la fila sin galleta. ¡Yo me quiero ir a casa!…

El patio es el mejor momento del colegio. Podemos correr y gritar de alegría. Yo me junto con Ainoa y Esther.  La profesora ha sacado pelotas para jugar y todos corremos detrás de ellas.

La pena es que el recreo dura muy poquito y ya tenemos que volver a clase. Como hay más niños de otras clases las profesoras chillan más para poner orden.  Hay mucho ruido, me molesta mucho. Por suerte  he visto un chicle en el suelo. Lo habrá tirado un mayor pero yo ya lo tengo para mí. Qué pena que se lo he enseñado a Iker y se lo ha metido a la boca. Ya me he quedado sin él. ¡Yo quiero ir con mi papa!

Ahora hemos ido al baño y como hay que lavarse las manos me he echado mucho jabón y sale espuma y espuma y espuma,…  Elisa se une a la fiesta y al final nos hemos mojado la bata. Nosotras nos reíamos mucho pero la profesora nos ha quitado la bata bastante enfadada. No ha dicho nada pero se le veía en la cara que habíamos hecho algo malo.

Por fin, yo creo que nos vamos ya a casa y he cogido la chamarra pero la maestra me ha dicho que ahora me quedo al comedor. Allí bajamos todos los niños y nos sentamos juntos. Hay mucho ruido. Una cuidadora nos atiende pero a mí no me gusta lo que hay para comer. Jonatan está  jugando con la comida y le riñen. Yo me quiero ir pero como no puedo salir hasta que coma todo... pues estoy aburrida mirando…

He oído a un mayor diciendo que lleva ya casi cinco horas en el colegio pero como yo no sé cuánto es diez minutos o una hora lo único que quiero es ir a casa…

Otra vez al patio y todavía queda toda la tarde hasta que venga mi mama a recogerme. Estoy cansada. Esto es más largo que un cuento de nunca acabar.

Por lo menos nos han dejado sacar las cuentas para hacer collares que es lo que más me gusta. Nerea se ha hecho pis y la profesora ha ido a cambiarla. Mientras Iker me ha quitado las cuentas y no quiere devolvérmelas. Menos mal que la maestra al volver se ha dado cuenta y me las ha devuelto.

Por fin ya es hora de recoger todo y ponerse las chamarras. Nos vamos a casa. Ahora estoy supercontenta.  Mama y la maestra charlan. Ella dice que somos todos muy buenos en clase y mi ama que voy encantada al colegio pero la verdad es que a ratos estoy entretenida pero a ratos lo daría todo por estar con mi mama. La maestra no para de hacer cosas para atender a todos y preparar actividades y yo paso el tiempo entre añorar  a mi mama, jugar, intentar comprender lo que me piden y defenderme de los otros niños. 

Y mañana otra vez lo mismo. ¿Por qué no se darán cuenta de lo que quiero?

viernes, 19 de marzo de 2010

Cuando la violencia y la agresividad nos abraza con barniz de cariño

“Lo que se obtiene con violencia, solamente se puede mantener con violencia”. Mahatma Gandhi (1869-1948) Político y pensador indio.

La violencia anida en nuestras vidas y se inicia muy pronto. Primero en la relación de pareja con sus luchas de poder, después en la concepción en la que se inicia la relación fusional entre madre-hijo y la lucha por la supervivencia, y finalmente en las escuelas donde desde hace años se habla constantemente del acoso y del bullying.

Todos sabemos que los niños ejercen la violencia sobre otros niños y que también dirigen la agresividad hacia los adultos en la confrontación de los deseos entre unos y otros. En mi opinión la lucha por la vida es una lucha de deseos. Entonces la violencia es una relación que camina entre dos vías: una violencia es no integrar el deseo aceptable del otro (negarlo) y otra, por el contrario, aceptar un deseo inaceptable o dañino del otro (que sería ejercer la violencia contra nosotros).

La relación gira entre tu deseo y el mío, que sólo se resuelve parcialmente cuando se negocia en un acuerdo responsable, respetuoso y válido para las dos partes.

Pero hoy no quiero hablar de esas violencias, de lo que voy a hablar es de la violencia ejercida por los adultos a los niños. Adultos con una particularidad y es que son los referentes de seguridad afectiva, aquellos de los que nos decimos hinchados de orgullo que somos sus padres o sus maestros o cuidadores.

El primer error es pensar en el término violencia desde la óptica del adulto. Lo que para un adulto no es violencia o es algo trivial para un niño puede ser una agresión insoportable. En la sociedad hay tantas formas solapadas o explicitas de infligir la violencia a los más pequeños que se puede hacer un tratado de ellas.

El problema es cuando están socialmente admitidas y recurrimos a nuestro bagaje emocional y decimos eso de “a mí de pequeño mis padres me gritaban y no pasaba nada”. Tu experiencia no es extrapolable a la de otra persona. Es tuya y ha conformado una forma de ser. Has de intentar hacerlo mejor para tus hijos. Pero hagamos un breve paseo sobre violencias y agresiones:

Las más corrientes son las voces con tono amenazador, los gritos evacuados por derrame emocional, los calificativos descalificadores o por contra los insultos “cariñosos“, los zarandeos por adultos entre asustados y enfadados, las frases avisando de retirada de aprecio o chantaje afectivo para moralizar y presionar, las miradas amenazantes sostenidas y toda la actitud no verbal con la que coaccionamos a los niños para que acaten las normas sociales, nos hagan caso y no perturben el orden de la clase o de la familia,…

…bueno muchas veces no pensamos en los demás y sólo intentamos que no nos alteren a nosotros. A algunos adultos con eso ya les vale. Necesitamos paz y la movilidad natural de un niño puede alterar bastante.

Hay otras cosas más difíciles de advertir pero muy destructivas como hablar temas delante de los niños pensando que ellos no entienden o están jugando. El desalentar las iniciativas de los pequeños, el utilizar un lenguaje de doble vínculo (a un nivel se da un mensaje y, simultáneamente, pero a otro nivel, se da un mensaje que contradice al primero), el utilizar al niño para llenar nuestro vacío afectivo, etc.

Todos estos sistemas relacionales hacen mella en los aparatos psíquicos de los niños. Cuando creamos un contexto de aprendizaje que se basa principalmente en evitar el castigo para no perder el cariño de quien te cuida y lo es todo para ti, creamos una fractura, una grieta que se hunde en lo más profundo de la persona condicionando las relaciones futuras. Es la utilización del miedo como medio de control y poder…

¿Quién no ha oído a unos abuelos o a unos padres acercarse a un niño y decir eso de “los niños buenos no hacen eso” o “si haces eso no te voy a querer”?

Inquietante, ¿no? ¿Cómo construir seguridad y confianza en las relaciones cuando no puedes saber por dónde van a salir tus padres o si eres bueno o malo?

Postulo que una mente clara es producto de un afecto claro por parte de los padres y educadores. Y esto es porque unos padres y educadores lo suficientemente buenos delimitan muy bien lo apropiado de lo que no lo es.

Estas personas, padres o educadores, tienen una emocionalidad adecuada y autorregulada y que a la vez induce al reconocimiento de lo que están sintiendo ellos y sus hijos, y avanzan con naturalidad y paso firme hacia la posterior autorregulación emocional de sus hijos.

Por descontado que aquellos que ejercen la laxitud desmedida hacen un flaco favor a los pequeños. Los límites son necesarios pero sobre todo las formas, los espacios y el tiempo de poner los limites. Quizás no es un asunto de poner limites y es más de sostener las necesidades profundas de los niños. Habrá que reflexionar sobre esto.

No hace falta decir que lo importante es como se hacen las cosas y el sentido que tienen, ¿o tal vez sí? Pero sigamos con lo que sucede puertas a dentro de un colegio o una casa:

Esas palabras en matiz cariñoso de “¡ven aquí tonto!”, “¡Ay, pero que tonta eres!”, “¡gordo!”, “¡si ya decía yo que…!”

Son palabras amortiguadas en un juego relacional pero que no dejan de contener una carga latente de significados. Y que en niños más frágiles pueden tener un mayor eco. Las palabras pueden activar emociones que nos unen con experiencias y luego resuenan mediante los recuerdos estableciendo cierto estado emocional. Palabras y experiencias nos trasladan hacia nuestra subjetividad. ¿Por qué no utilizar entonces las palabras más amables y bellas junto a las experiencias más respetuosas?

Pensemos en la forma de dirigirse a un niño al que se le intenta explicar una ficha de matemáticas pero no nos atiende: “¡Haces el favor de atender, te lo he dicho mil veces! ¡Siempre estás en la luna!”. “¡Harta me tienes!”.

O cuando los niños nos hablan de todo lo que descubren de forma ilusionada y nos preguntan curiosos y entonces les hablamos de una forma como si no fuera importante y casi como que es una tontería junto a una actitud corporal de como si me dijera una obviedad y una insignificancia. Esto en mi opinión es preocupante. Hay que saber acompañar esa emoción y participar de ella.

Hay otras violencias no escuchadas, no tocadas con la mano y es la de negar la mirada, la cercanía, la contemplación de la producción del otro. Y por favor, piensen sobre esto: no es para un niño lo más duro de todo el desprecio y la indiferencia. ¿De qué sirve ese “para que aprenda” vengador?

Desviar la mirada cuando el otro la busca puede ser demoledor, sin hablarse todo está dicho, no me acepta, no soy digno de ti, no soy bueno,… no me quiere es el mensaje que le puede llegar al niño. La culpabilidad y la falta de maternaje se instalan en ese cuerpo y es un pesado lastre que se lleva en el alma.

Podemos hilar más fino e irnos a delicados detalles de los que no nos damos cuenta. Seguramente seguimos los patrones de conducta que nos fijaron nuestros padres y que ahora se han convertido en automatismos inconscientes. O no es una forma de violentar el desarrollo de un bebé limitar su movilidad, con excesiva ropa o dejándolos en sitios muy acotados para su nivel, o forzar su alimentación hasta que se coma la última cuchara. Y que me dicen de sentarlos delante de una pantalla de televisión para que “se entretenga” y aprenda con un “video educativo” o los dibujos animados.

Hay buenas maneras y malas formas de hacer esto, pero a veces no se trata tampoco de las formas que son excelentes sino de qué es lo que se interpone entre nosotros, nuestra vida y el niño. ¿Es un niño objeto o un niño sujeto? ¿Según mi disponibilidad y horario pasa de objeto a sujeto a contentar?

Ya sé que la tranquilidad y el tiempo son cosas que hoy en día todo el mundo persigue pero que pocos encuentran. Y siento decirles que para educar un niño hay que tener tiempo y transmitir tranquilidad. Hay que tener presentes que el estilo de vida que llevamos puede ser incompatible con la infancia. De hecho opino que los colegios que tenemos son incompatibles con los niños. Es toda una maquinaria de uniformar y almacenar a niños que no pueden ser tenidos por sus padres.

Lo curioso es que hay sistemas familiares amables, educados y dulces, por lo menos en apariencia, pero que albergan niños con problemas. Pienso que relación y síntoma es un binomio. Nos construimos en la relación y si no hay calidad incorporada y armonía en las relaciones tempranas difícilmente podremos tener personalidades sanas o equilibradas.

Existen violencias duras, violencias dulces, violencias pasivas, violencias buscadas, violencias deseadas, violencias muy emocionales, violencias amables, violencias admitidas, violencias asfixiantes, violencias laxas, violencias simbólicas, violencias culturales, violencias como juego,...

…violencias por imposición de deseos conscientes e inconscientes que nacieron desde la incapacidad de amar o de un amor defectuoso implacable. Es en definitiva la imposibilidad de comunicarse con el otro y de mirarse a uno mismo.

Cómo decir que una postura firme al educar no tiene nada que ver con todas estas cosas que decía antes y que forman parte de una dinámica oculta o visible de violencia. Cuándo nos daremos cuenta de que hay que dar posibilidad a la reparación de aquello que no consideramos conductas adecuadas. Que el acatamiento inmediato no es más que una solución a corto plazo y que es necesario dejar un tiempo para elaborar e integrar los mandatos que pedimos a los niños.

El escritor y poeta francés Jean de la Fontaine lo decía muy bien: “La paciencia y el tiempo hacen más que la fuerza y la violencia”.