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jueves, 4 de marzo de 2010

Objetos, cuerpo, sensaciones y carácter


"No somos sólo cuerpo, o sólo espíritu, somos cuerpo y espíritu a la vez". George Sand (1804-1876)


Este post  va de como condicionan e incluso configuran, los objetos y las sensaciones corporales asociadas, nuestro estado emocional y con el tiempo hasta nuestro carácter.

En todo momento  el estado del cuerpo tiene que imbricarse con los procesos cognitivos y con el ambiente.  Lo interesante es lo que emerge de esta fusión.

El experimento de Harry Harlow con monos sobre el apego es un gran ilustrador de la importancia de los objetos, del cuerpo y de las situaciones para configurar seguridad y por lo tanto como estas situaciones prolongadas y repetidas pueden influir en la futura personalidad.

Recordemos que Harlow ideo un experimento donde las crías de monos  Rhesus elegían para refugiarse a muñecas revestidas de un trapo suave en vez de muñecas hechas con fríos alambres aunque sólo estas les alimentaban a través de un biberón.

Lo que probó es la necesidad del contacto corporal y las sensaciones más allá de tener el alimento asegurado. Vamos que no basta con que  las personas estén “bien atendidas”, se necesitan más cosas que un techo, la comida y una paga.

Detengámonos un poco con la piel, que es como una extensión del sistema nervioso. Nuestra piel establece relaciones desde el Yo a lo que no es Yo. Se convierte entonces en un traje a medida que tiene que encajar con el mundo y que como límite corporal delimita e interviene constantemente en nuestro psiquismo. La piel es nuestra carta de presentación y la limpio, la visto, la doy cremas, la pinto, tatuó, o la oscurezco tomando el Sol.

Sí, pero aparte de todo ese hecho manipulativo íntimo o social, las sensaciones, los estímulos que llegan a la piel provocan emociones. La piel se siente. Un  ejemplo sencillo, según las situaciones, un objeto o incluso una habitación caliente o fría  provocan una sensación de bienestar o malestar. Y  este hecho es fundamental pues deviene antes que el pensamiento consciente o la realización de justificaciones cerebrales.

Está claro que nuestro estado emocional puede influir en nuestras elecciones, y al revés, los objetos inducir un estado de ánimo determinado. Pero hay algo que no deja de suceder y es que no se puede dejar de sentir, de recibir información propioceptiva: de músculos, tendones,  articulaciones, del sistema del equilibrio, del tono; y de la piel…

Es por eso que la experiencia corpórea está provocando la interpretación de lo que te sucede a cada  momento. Cuando lees estas líneas. El cerebro evalúa la situación de tu cuerpo en el espacio y las sensaciones que le llegan de los órganos y de los sentidos. ¿Se puede mantener la atención de la misma forma cuando se está cómodamente sentado que cuando uno está incómodo y con un equilibrio precario?

Voy más allá: ¿se puede sentir lo mismo, sentir las mismas emociones en intensidad y duración si uno no tiene la disposición corporal adecuada? ¿Cómo varían nuestras emociones al variar nuestras posturas? Sentado, de pie, tumbado, en posición fetal, estirándose, quieto, moviéndose, andando, corriendo, girando, haciendo el pino, respirando profunda y relajadamente.  Y si hacemos lo anterior cerrando los ojos y tapándonos los oídos,…

¿Se puede mantener el sentimiento de tristeza haciendo el pino? ¿Bailando?

Pongamos ejemplos de la vida cotidiana "en movimiento": solemos decir a las personas que se sienten cuando les vamos a comunicar una mala noticia. Cuando vemos a alguien muy contento quizás esté dando botes de alegría. Y a aquel que anda cabizbajo inferimos de él que está deprimido. Es curioso como nuestro cuerpo es el referente primordial y por eso nos referimos a él continuamente y entonces aquel que nos fastidia es como “un dolor de muelas” y con sólo pensar en él “me duele la cabeza”,…

Os habéis fijado que cuando viajamos en un coche muy potente, sentados en unos asientos envolventes, nos sentimos poderosos porque la aceleración que nos empuja contra el respaldo nos transmite una sensación que interpretamos como de fuerza. Esto es porque el auto nos responde y el sistema vestibular funciona. Lo mismo pasa cuando es el cuerpo entero el que nos responde con prontitud y adecuación al movimiento, entonces nos sentimos fuertes y con autoestima. Es el dominio corporal interactuando con el mundo lo que funda la seguridad en nosotros mismos. Hay otras muchas sensaciones... como cuando nos vestimos con ropa amplia y nos sentimos cómodos y libres.

Pienso que a través de estos ejemplos muchas veces lo sensitivo es más poderoso que lo cognitivo. Lo racional tan solo trata de dar lógica a lo sentido. E incluso se busca una sensación en el cuerpo cuando reflexionamos. Es como un barrido que busca pruebas en el medio interno o externo para confirmar lo pensado. Lo “presentía” o lo intuía solemos decir.

A donde quiero ir es anterior a lo consciente, es a esa transición que va de lo inconsciente al momento que se percibe por la conciencia. Al darse cuenta como un todo orgánico y que es básico en el sentimiento de conexión, pues ser entendidos corporalmente es sanador y cuando a alguien le cogen la mano, le abrazan, le acarician o le tocan mientras le miran, entonces surge algo que centra sus sentidos en sí mismo y en el otro. Aparece una mismidad, una sensación que aumenta la conciencia de existir y que ata a la vida. Lo corporal bajo este punto de vista es fundamental para hacer terapia pues las sensaciones corporales son lo que nos permite tener una identidad nítida y comunicarnos a nivel profundo.

Si uno entiende la gran importancia de las experiencias sensacionales tiene especial cuidado por los detalles. Por ejemplo, una cosa tan simple como el estilo de cómo se cierra una puerta: con suavidad o de un portazo, deja una sensación en quien lo percibe de enfado o de tranquilidad. Si uno no da la mano con el tono adecuado, digamos muy flojo o muy fuerte. Entonces produce determinadas opiniones de confianza o desconfianza. Si caminamos juntos y uno se adelanta porque lleva otro ritmo le espetamos: ¿a dónde vas? Y si se atrasa: ¿no venías conmigo? Esto es porque hablamos con el cuerpo, desde el cuerpo y pensamos gracias a él.

Como veis desde este punto de vista toda acción es corporal y sensacional y en nuestras manos queda tener en cuenta nuestros actos y nuestros cuerpos porque sólo así podemos crear un ambiente psíquico-corporal acogedor para nuestros pacientes o nuestros seres queridos. No hay mente y cuerpo, el cerebro es sólo otro órgano indisociable del cuerpo.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Subjetividad e integración


"Si me hubieran hecho objeto sería objetivo, pero me hicieron sujeto". (José Bergamín)
La subjetividad y la integración deben ser los elementos que ha de manejar un psicomotricista en sus sesiones. Por eso las actividades guiadas o los circuitos de obstáculos que vemos en las clases de psicomotricidad tradicionales de muchos colegios no nos interesan especialmente. Son entrenamientos robotizados y eficaces muscularmente, interesantes y necesarios en muchos casos, pero no especialmente integrativos.
¿Por qué digo esto? Pues porque la necesidad del niño o de la persona atendida (en psicomotricidad de ayuda) de ser el mismo se subraya y se apoya con la actividad libre que realizan dentro del espacio psicomotor.
El equilibrio psíquico y físico se desarrolla en nuestras aulas o gabinetes de psicomotricidad esencialmente porque la psicomotricidad relacional alienta a que las personas elaboren continuamente la historia de lo que les ha pasado o que les va pasando y articulando las sensaciones vinculadas para que lleguen con el tiempo a “in-corporarse” en su ser, formando un todo unificado y así conformar una personalidad más equilibrada y coherente.
Los mimbres de nuestra subjetividad se entrelazan con lo que nos sucede y en nuestras vivencias nos suelen ocurrir muchas cosas. ¿Se han preguntado cuántas cosas les suceden en un día a los niños?
Por ejemplo, que su madre o cuidador les hable con ternura o con dureza, que un amigo les trate con indiferencia o por el contrario les abrace con alegría. Quizás noten el desprecio en la mirada de alguien o su cordialidad,… ¡Cuanta gestualidad reciben! Y, ¿cómo digieren todo esto?
Sin quererlo al vivir todos estamos introyectando la expresividad del otro con y en nuestra subjetividad. La realidad es que nos transformamos los unos con los otros por eso es tan importante el contexto ecológico donde vive el niño o el adulto, o donde estudia o juega.
Para mí es curioso ver que en todos los colegios existan aulas de psicomotricidad pero insuficientemente utilizadas. Nos quedamos como mucho en un espacio para realizar ejercicios gimnásticos dirigidos o para que los niños jueguen a su aire.
Esto es una gran pérdida de recursos. El marco que engloba una clase de psicomotricidad Aucouturier o relacional no tiene nada que ver con hacer muchas de estas actividades propuestas por el profesor o de abandonarlos a su aire en el gimnasio para que no se pasen todo el día en la clase. Lo interesante de las aulas de psicomotricidad es que estén abiertas para las necesidades de los niños.
Esas aulas deberían estar abiertas en todo momento para acoger a niños grupal o individualmente a lo largo de todo el horario escolar porque la urgencia, las crisis y el poder de las situaciones no entienden de horarios. Que mejor lugar para tratar a niños con dificultades emocionales, conductuales o psicofísicas que las aulas de psicomotricidad debidamente preparadas y con psicomotricistas formados para ayudar a estos niños.
Por el contrario las universidades se afanan en enseñar a los futuros maestros a realizar unidades didácticas cuando lo que deberían hacer es enseñar a respetar los procesos madurativos y dejarles espacio a los niños para vivirse con placer. De que nos sirve después diagnosticar con test y pruebas estandarizadas, o paliar los déficit con múltiples clases de refuerzos y logopedas sino hemos creado anteriormente y para el futuro el ecosistema protector y terapéutico que ayude a la maduración de estos niños.
Hay que desterrar mitos y creencias erróneas: En guarderías y educación infantil el fin no es socializar o enseñar sino acompañar al niño en su desarrollo integral.

miércoles, 8 de abril de 2009

La fábrica a donde van los niños


"Educación es lo que queda después de olvidar lo que se ha aprendido en la escuela" (Albert Einstein)
Duermen en sus habitaciones cuando bien temprano suenan las alarmas. Sus cuidadores aún soñolientos se afanan por levantarlos de las camas, vestirlos, darles de desayunar y con prisas eternas les encaminan hacia la escuela.
Diariamente muchos son trasladados en coches y autobuses, o por la calle entre zancadas del tamaño de un adulto, mientras una voz preocupada y ansiosa dice: “¡Venga, que vamos tarde!”. Toca la sirena. Allí tras una despedida con un beso breve y acongojado estos chiquitines permanecerán en estos centros de reclusión y trabajo forzado por muchas horas.
Es curioso pero según nos acercamos a estos edificios vemos las rejas rodeando los patios y como multitud de niños son clasificados por edad y dispuestos en filas de a uno para subir a sus estancias. Allí unas mesas y unas sillas ocupan el espacio y se ordenan frente a un adulto que trata de mantener el orden y “enseñar” lo que se supone que deberían aprender.
Parece que nadie quiere ver y se recurren a frases hechas: “a estas edades aprenden con mucha facilidad”,”los niños son una esponja”, “así estarán mejor preparados para la vida”,...
Bajo ésta premisa parece que todo vale y que hay que aprovechar esos primeros años de vida para enseñarles tres idiomas, matemáticas, música, utilizar bits de inteligencia y demás métodos de enseñanza precoz. 
No digo que enseñarles estas habilidades sea malo pero creo que hay un abuso y una mala interpretación de los estudios científicos que nos dicen con acierto que el cerebro es muy plástico al principio de la vida.
Cualquier persona que sepa observar el comportamiento de un niño se da cuenta de que su cerebro tiene una capacidad asombrosa pero eso no significa que  tengamos que empezar una carrera desenfrenada para que nuestros hijos aprendan de todo en aras a una mayor capacitación académica futura.
¿Dónde ponemos el límite al entrenamiento cognitivo? ¿Estamos haciendo lo mejor o solo viendo unidimensionalmente las grandes capacidades de un cerebro en desarrollo? La sociedad nos pide más formación: ¿pero es bueno para su salud mental? ¿Es ésta la sociedad que queremos? ¿Podemos hacer algo para cambiarlo?
Un niño nace con todo lo necesario para aprender: jugando y relacionándose con sus padres, familiares, el medio ambiente que le rodea y sus iguales. De esta forma tan fácil va construyendo lo que realmente necesita y a su debido tiempo.
Si un niño es un ser completo y predispuesto para aprender con curiosidad, lo que más puede ayudarle entre los 0 y los 6 años es una buena base emocional, acompañarle sabiamente en el inicio de su vida. No solamente “preparándole” y “jugando” con inglés, lecto-escritura, fichas, etc.
Si uno es capaz de hacer ambas cosas estupendo pero en mi opinión estamos cebando de conocimientos a los niños. Mediante sofisticadas formas “ajustadas a sus capacidades” les sometemos a una sobre estimulación constante. Sustituimos nuestra presencia por guarderías, aulas, juguetes, televisión,…
Creo que estamos fallándoles. Que basta ya de tantos conocimientos en la educación infantil. Basta ya de tanta intervención pedagógica basada en resultados efectistas. Esto no es un concurso para ver que tantas cosas saben hacer, aprender o cuanta memoria tienen.
Quiero hacer hincapié en que la memoria que hemos de fomentar y construir con ellos va por otro lado. La que es verdaderamente importante es la que poco a poco se construye compartiendo la vida con tus seres queridos. Todas esas horas jugando con ellos, “estando” con ellos, escuchándoles o hablándoles. Esa es la verdadera materia para el aprendizaje que nos lleva a ser PERSONA.
Es SER y no TENER muchísimos conocimientos. En esta sociedad hemos pasado de acumular objetos y riquezas a acumular títulos académicos y saberes descontextualizados que no se insertan en la relación del día a día, en la relación entre tú y yo.
Díganme de que les servirán los títulos, ser trilingüe y máster en económicas a estos individuos si la fragilidad emocional se anida en su interior, si su personalidad o la empatía no se pueden formar bien por falta de un modelo paterno o materno consistente.
Den ustedes a sus hijos toda la educación escolar del mundo en un entorno familiar normalizado pero si solo reciben conocimientos y no afectividad de calidad, sino construyen una historia de amor con sus hijos, es bastante probable que puedan surgir individuos egocéntricos y egoístas con grandes dificultades para desarrollar vínculos emocionales satisfactorios con otras personas.
En mi modesta opinión formar a un niño o una niña que esté preparado para el futuro que le depare la vida tiene que ver con el poder buscar en su memoria y ver que dispuso de un tiempo en el que fue querido y tenido en cuenta incondicionalmente.
Háganme caso construyan una historia de amor con su pareja si la tienen y con sus hijos, es lo mejor que pueden hacer si los quieren.

martes, 17 de marzo de 2009

La desnaturalización de la infancia


"Carecer de algunas de las cosas que uno desea es condición indispensable de la felicidad" (Bertrand Russell)

Uno que tiene ya unos cuantos años aunque sea joven puede comparar la infancia vivida con la infancia contada por nuestros padres y la vista hoy en día. Antes había bastantes familias con tres, cuatro, cinco hijos y hasta algunos más. En la actualidad por el cambio cultural y la situación económica el tener descendencia se reduce a uno o dos vástagos como mucho. Esta situación ya de por si crea muchas expectativas y atenciones sobre el hijo que tenemos y no dudamos en rodearle con todas las comodidades de las que dispone hoy en día la sociedad.

Yo quiero hacer un llamamiento a la necesidad de tiempo para los más pequeños. En mi humilde opinión lo que ellos necesitan para vivir bien es tiempo en cantidad y en calidad. Necesitan que nos relacionemos con ellos: juego, risas, caricias, escucha,…

En los nuevos tiempos con el reparto del trabajo entre los integrantes de la pareja se ha producido un nuevo hecho social que se trata de solucionar y es el de cómo educar al niño y atenderle cuando dos tienen que trabajar para sostener la economía familiar y realizarse profesionalmente.

La solución buscada, quizás la única que nos ha dejado la sociedad consumista, ha sido externalizar también el cuidado infantil. Ya que ni el padre ni la madre están constantemente disponibles hay que buscar instituciones que nos ayuden en esta tarea.

La primera institución en la que nos apoyamos es la familia: abuelos, tíos, hermanos, primos, etc. Lo que pasa es que no todo el mundo dispone de este colchón de apoyo familiar o estos también tienen los mismos u otros problemas por lo que sobrecargamos nuestra red de amable colaboración.

Es por esto que nace otra solución que son las guarderías y cuidadores profesionales. En este momento creo que pasamos a otro nivel pues es ya una relación mercantilizada. Una especie de subcontrata para el cuidado infantil. Entonces unos profesionales con diversas titulaciones y estudios se encargan de cuidar a nuestros hijos por dinero. En prácticamente todos los casos con diligencia y entendiendo las etapas evolutivas y necesidades teóricas de los niños. ¿Pero es esto suficiente?

En edades muy tempranas el problema es que la educación y el estar con nuestros hijos se va diluyendo entre nuestra actuación y la de los profesionales. Recordemos que la mayoría de estos centros no cuidan en exclusividad de nuestro hijo como si fueran su madre o padre sino más bien tienen que repartir su atención entre todos los niños que tienen a su cuidado. Niños además con gran diversidad de necesidades. Algunos de ellos con apego inseguro o con diversos problemas médicos o conductuales. Problemas que cada vez aumentan más debido a que la medicina ahora es capaz de sacar adelante a niños muy prematuros y con ciertas patologías. Patologías que tristemente se harán patentes en los próximos años.

Otro de los cambios sociológicos que creo que se ha trasladado como problema a los maestros es que ante una situación de continua demanda de las empresas a los padres de profesionalidad, entrega y dedicación es posible que se vaya llevando esa conciencia profesional al trato con los hijos. Entonces buscamos esa eficiencia metódica en los resultados y el niño ha de cumplir objetivos, etapas y competencias: planificamos la guardería, los métodos de enseñanza, las actividades a realizar,...

Pero hay algo en todo ello que a mi entender falla. ¿Dónde está el niño? ¿Qué siente? ¿Dónde se sitúan los padres con respecto a él? Es posible que aparezca en algunos casos esa mentalidad en la que nos excusábamos antes los hombres de que al traer el dinero a casa ya pensábamos que nos estábamos ocupando de nuestros hijos y de nuestra familia.

Por eso ahora desde algunos padres la responsabilidad se traslada al profesional y a las instituciones públicas. Es un reproche duro porque los problemas del niño se viven como un fracaso y un ataque a sus esfuerzos por hacer lo mejor para sus hijos. Desde ese enfado nos dicen: "vosotros tenéis que ocuparos de mi hijo porque para eso estáis, yo no puedo hacer más". Es un yo trabajo duramente para pagar la educación de mi hijo y si algo falla no puede ser posible, la culpa es vuestra o de otros, porque está en manos de profesionales con conocimientos de psicología, magisterio, estimulación temprana, y de todo tipo de psicopedagogías.

Creo que en esta vorágine, por el camino se queda lo verdaderamente importante y que la economía actual nos ha robado que es compartir el tiempo con nuestros niños y que ellos además tengan los espacios para jugar, saltar, brincar, compartir, sentir y conocer. En esto poco nos ayudan los diseños de las ciudades, más pensados en una funcionalidad alejada de las necesidades infantiles. Por este motivo uno ve los centros comerciales abarrotados de familias y haciendo cola en esos espacios llenos de bolas, tubos y plataformas por donde entran y salen en una autentica maraña niños sin ton ni son.

¿Dónde quedan la tranquilidad o la algarabía en los espacios libres? ¿El sentir el tacto del césped, los árboles, la textura de la arena, la dureza de las piedras, el agua de los ríos? ¿Dónde están todas esas sensaciones necesarias para estimular la integración sensorial del niño?

Desde mi punto de vista los niños deberían crecer acompañándonos, viendo lo que hacemos y como lo hacemos, viviendo todo aquello que más adelante les hará introducirse óptimamente en nuestra cultura. Por el contrario pienso que estamos creando un mundo en el que los niños están en un mundo aparte. Un mundo creado para ellos pero sin tenerlos en cuenta en todas sus dimensiones. La mayor parte del tiempo están inmersos y encerrados en habitaciones y aulas, rodeados de artilugios electrónicos, sean videoconsolas, televisiones con dibujos animados o cedés de baby Einstein.

Por si fuera poco mientras crecen se les sustraen sus obligaciones y tan solo se piensa en que disfruten de la vida. Hemos sacralizado la infancia y al niño y con ello lo hemos puesto en un pedestal alejado de toda incomodidad y frustración. Detrás de todo esto está el miedo, el miedo de una sociedad a la vida y a la muerte. Miedo a que nuestros niños tengan problemas, miedo a que no sean tan listos, miedo a que sean atropellados, miedo a que los rapten, miedo a que enfermen, miedo a nosotros mismos, miedo...

Y en ese exceso de preocupación no hay una verdadera ocupación de sus vidas en nuestras vidas sino una desnaturalización de su infancia.

No quiero culpabilizar a los padres, el sistema nos empuja en este camino pero creo que estamos en una crisis no solo económica sino a su vez una crisis educativa enorme. Todo está relacionado y lo mismo que las hipotecas de alto riesgo destaparon la crisis mundial, la educación tecnificada y delegada en otros desde los cero años nos arroja a un nuevo desequilibrio.

Hemos de reflexionar que estamos haciendo con nuestra vida, con nuestros niños y con la educación de cero a seis años.

lunes, 3 de noviembre de 2008

La educación terapéutica


"Lo trágico surge a partir de la acumulación de lo insignificante." (Anónimo)
La institución escolar como la conocemos actualmente es una escuela unidimensional hacia el conocimiento. Pese a los intentos de integración en ella solamente los más capaces para su sistema de enseñanza son premiados para avanzar por sus etapas.
A mí me gustaría otro tipo de escuela. Una considerada como el lugar donde intentar dar oportunidades a todas las personas mediante su educación emocional.
Es una tarea difícil porque los condicionantes genéticos, sociales, económicos o físicos nos limitan. Pero quiero ir más allá, desde la perspectiva que alumbro sanidad y educación han de confluir.
Afirmo esto porque la escuela es un lugar privilegiado para detectar problemas y dificultades no solamente de aprendizaje sino también relacionales, de salud física o mental, familia, etc.
Como bien dice el catedrático de psiquiatría y presidente de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental, Enrique Baca: “El ambiente nos influye desde el mismo momento de la concepción. Posteriormente es la acción y relación con la familia primero y en el sistema educativo después los que afectan de manera más directa en la modulación de la salud mental del individuo,…”
Visto así la escuela infantil ha de ser una escuela completa de salud y sus profesionales maestros especializados en detectar, derivar y saber afrontar en el día a día los problemas de desarrollo psicológico. Creo que lograremos una sociedad mejor cuando eduquemos para el equilibrio psíquico y emocional del individuo y de la sociedad por encima del primar tener muchos conocimientos adquiridos.
Estaba hace poco leyendo la definición de salud de  la Organización Mundial de la Salud. Este organismo la define como "un estado de completo bienestar físico, mental y social y no solo la ausencia de enfermedad".
Con solo leerla uno se da cuenta de la utopía de conseguir un estado continuo de completo bienestar. Pero no nos engañemos, si  no tratamos de intentar dar ese bienestar a los niños, aunque esten bien cuidados en los momentos clave del desarrollo infantil, no conseguiremos ni acercarnos de lejos a este objetivo de educar para la Salud.
Para esto falta un largo camino en el que hay que preparar y dotar de recursos a maestros, profesores y educadores en una nueva concepción más global del ser humano donde se tenga en cuenta el universo psicológico en su infinidad de variaciones. En mi opinión hemos de ir avanzando hacia la psicoeducación.
Lo importante es no quedarse en la superficie de los problemas y cambiar las estructuras de aprendizaje actuales. Pienso que nuestra disciplina, la psicomotricidad relacional, tiene y tendrá una importancia crucial para caminar por este nuevo camino.

lunes, 11 de agosto de 2008

Sobre la frustración de los niños y de los adultos

"En la vida hay dos caminos: Uno el que buscas y otro el que te encuentras. El que te encuentras son interrogantes, y el que buscas son respuestas." (Anónimo)

Me ha gustado esta cita porque refleja que el autor se ha reconciliado con la frustración de vivir y a la vez me ha hecho reflexionar: ¿No es la frustración de los niños la frustración de sus padres, de sus maestros, de la sociedad?

La frustración de educar buscando resultados rápidos e inmediatos se ha instalado en nuestras vidas, ese "que me obedezca, ya" porque tengo que ir a trabajar. No será que quizás queriendo huir de nuestra propia frustración cotidiana de la inmediatez actual hemos creado un mundo artificial y lejano de la realidad para nuestro hijo en el que todo le es concedido al menor requerimiento, rodeándolo de una burbuja impermeable donde no puede aprender que en la vida no siempre todo puede salir como planeamos.

Mi madre me solía decir que las cosas hay que hacerlas porque sí, y cuando insistía me respondía porque era mi madre y buscaba lo mejor para mí y que por burro que me pusiera no lograría ver la televisión o tener los cromos o el último juguete de moda.

Sí, eso decía mi madre pero hoy en día los que están de moda son los niños chantajistas, esos que han aprendido a manipular para satisfacer sus deseos. Son chantajistas porque los adultos los sobornamos con premios constantemente: para que vayan a la cama, para que desayunen, para que se vistan, para que nos dejen espacio,...

Sobornar significa según el diccionario corromper a alguien con dinero o regalos para conseguir de él una cosa. No es de extrañar que con este inicio se empieza a quebrar la enseñanza en valores, el respeto a los mayores y que luego como resultado veamos que no nos obedezcan.

También observo que abundan los sistemas de psicología que usan los refuerzos positivos que premian las conductas deseables, y cada vez tenemos a más niños como locos poniendo pegatinas en una cartulina a modo de puntos para conseguir jugar a la videoconsola. Este sistema no creo que sea la panacea porque el hecho sustancial y que creo que les puede hacer funcionar es sobre todo la relación que se establece con el niño. Esto es el hecho principal y significativo. Quizás muchos padres hasta no instaurar un sistema conductual de estos no se han parado a ver y a entablar una relación afectiva efectiva con sus hijos. Y si está relación no se da montaremos un sistema de recompensas sobre el vacío.

Es una cuestión complicada, queriendo hacerles felices (o hacernos a nosotros momentáneamente felices) hemos plantado la semilla de la infelicidad pues de lo que se trata por su bien es que aprendan a gestionar su frustración, no de suprimirla por completo.

Incluso se trataría de educarla, de cómo sentirla apropiadamente. Si cuando algo no sale o no se consigue esto se convierte en rabia, agresividad y malestar generalizado y no controlable entonces estaríamos ante una frustración dañina.

Por el contrario si junto a una maravillosa sustancia que puede ayudarnos con este mal, que se llama paciencia, se cultiva en casa y no la venden en farmacias; lográramos asociar el fracaso en conseguir lo que deseamos a una prueba, a un intento de aprendizaje, de superación de la adversidad y a un saber esperar el momento, entonces les daríamos a estos niños el mejor de los regalos.

La Educación que planteo debe tener por principal meta el procurar una gran riqueza, calidad y calidez emocional. Aprender a sentir, aprender a descentrarse, a conocerse a uno mismo, sin esto podemos abocar a muchos niños a futuros trastornos mentales y conductuales. En la vida ganar o perder no es lo importante sino saber por qué se lucha y por qué se vive. No perder de vista el objetivo a largo plazo de la Educación.

Recuerdo las palabras de un hombre que era maestro de artes marciales y que una vez me dijo: "Un buen luchador no es el que gana todos los combates, es el que aunque le tiren a la lona repetidamente se levanta una y otra vez para pelear de nuevo" y quien dice luchador, dice padre, madre, maestro o psicomotricista. El futuro son nuestros hijos y no podemos rendirnos.

jueves, 7 de agosto de 2008

No sabemos comunicarnos


Siempre he pensado de las personas que se dedican a la Educación que les debería gustar más aprender que enseñar.

Y digo esto porque la característica más sobresaliente cuando uno está frente a un niño, un adulto o un aula es saber mirar y "darse cuenta" de lo que sucede. Uno no puede obviar lo que le sucede al otro, su realidad sentida, y con esa información debe ajustarse a su necesidad de escucha si no quiere naufragar en la difícil aventura de comunicarse con éxito.

Es un hecho que llenamos la vida de comunicaciones vagas y repletas de equívocos por no acompañar en los tiempos, en las pausas, en las miradas y en los deseos a las personas con las que interactuamos. Quizás estamos tan centrados en nuestras preocupaciones y en lo que tenemos que hacer que nos quedamos recluidos en nuestro interior y no exploramos el mundo como debiéramos.

Si nos comportamos así, ¿qué modelo de atención damos a los niños? Si uno no se toma la molestia de ponerse enfrente del niño al que se dirige, se agacha para ponerse a su altura. En esa postura en la que los ojos pueden conectarse, mirarse y toda la atención de nuestro cuerpo y de nuestra mente se dirige a reconocerle su intención, su necesidad, su situación, su existencia como ser importante y valioso para nosotros, si uno no hace esto como van a aprender la necesidad de escucharnos.

¿Tendrá algo que ver todo esto con los tan populares trastornos de atención que sufren los niños hoy en día?