lunes, 29 de marzo de 2010

Diario de una niña de tres años

"Ciertos pensamientos son plegarias. Hay momentos en que, sea cual fuere la actividad del cuerpo, el alma está de rodillas". Victor Hugo (1802-1885) Novelista francés

Me llamo Daisy y he cumplido hace poco tres añitos. Hoy me han dicho que es lunes. Me han vestido y salgo de casa. Voy a la escuela, como todas las mañanas de la mano de mi mama. Ella me dice que soy muy buena porque no lloro y voy contenta.  Pero aunque ella piensa eso, la verdad es que yo..., yo estoy segura porque voy con ella.

En la escuela hay más niños que tienen los mismos años que yo y tenemos juguetes, pinturas, plastilina, y la profesora nos quiere mucho. Hoy cuando he llegado me he puesto a la fila para subir todos juntos a clase. Mi madre me ha dado un beso y se ha marchado. No sé cuándo volverá…

Luisito, el niño que está delante mío está llorando. Muchos días llora cuando se queda en la fila. A mí me pone nerviosa aunque trato de calmarle y le enseño  una pulsera que tengo pero no parece que le interese. Entonces yo me tapo los oídos. Hay mucha gente entrando y saliendo, y no entiendo nada, es una situación que se repite todos los días y como me han dicho que este quieta…

Parece que ya tenemos que subir todos juntos al aula. Iker prefiere correr por el pasillo y no hace caso a la profesora.  Le imitan Josu y Jonatan.  Se ríen mucho y gritan de emoción. La profesora ha tenido que ir detrás a cogerlos para que vuelvan a la fila. Les ha gritado y ha dicho que si se portan así de mal no van a pintar ni jugar.

Cuando ha pasado a mi lado yo le he preguntado a ver si me he portado bien porque quiero jugar. Y me ha dicho que sí, que puedo jugar porque me he portado muy bien.

Según he entrado a clase he visto el juguete que tenía ayer y he ido a cogerlo pero la maestra me lo ha quitado regañándome y quiere que me quite la chamarra y me ponga la bata. ¡Esta no se entera de nada, pero si me ha dicho que puedo jugar antes!

Yo le he preguntado ¿Y por qué? Y me ha dicho porque sí y que siempre soy la última todos los días para ponerme la bata. Yo le he dicho que vale y ella se ha sonreído.

Ahora me tengo que sentar porque vamos a pintar. Luisito me ha quitado la pintura roja que yo tenía y cuando he ido a quitársela me ha pegado y muy fuerte. La profesora estaba ocupada repartiendo los materiales y cuando ha visto que lloraba ha empezado a gritar a Luisito para que parase.

A Luisito lo han reñido y lo han puesto en una esquina “para que piense”. Yo quiero ir con mi mama…

Al final me he entretenido con las pinturas y estoy pintando y probando a ver como pinta la pintura en la mesa. Es muy divertido y la mesa entera tiene ahora colores rojos y azules y rosas. La profesora se ha llevado las manos a la cabeza.  Me ha quitado todas las pinturas y mi dibujo. Yo me quiero ir con mi mama…

Entonces la profesora ha puesto música y nos ha dicho que luego nos cuenta un cuento.  Con la música nos hemos puesto todos a bailar y nos reíamos mucho. Es muy divertido. Cuando mejor nos lo pasábamos ha apagado la música porque dice que es tarde y que hagamos una fila.

Nos van a dar una galleta y luego nos vamos al patio. Josu le ha quitado la galleta a Jonatan y la ha tirado al suelo. Jonatan le ha pegado a Josu. La profesora les ha mirado muy enfadada. Se han parado pero cuando ha seguido repartiendo las galletas han empezado otra vez a pegarse. La profesora entonces ha zarandeado a Jonatan y lo ha puesto al final de la fila sin galleta. ¡Yo me quiero ir a casa!…

El patio es el mejor momento del colegio. Podemos correr y gritar de alegría. Yo me junto con Ainoa y Esther.  La profesora ha sacado pelotas para jugar y todos corremos detrás de ellas.

La pena es que el recreo dura muy poquito y ya tenemos que volver a clase. Como hay más niños de otras clases las profesoras chillan más para poner orden.  Hay mucho ruido, me molesta mucho. Por suerte  he visto un chicle en el suelo. Lo habrá tirado un mayor pero yo ya lo tengo para mí. Qué pena que se lo he enseñado a Iker y se lo ha metido a la boca. Ya me he quedado sin él. ¡Yo quiero ir con mi papa!

Ahora hemos ido al baño y como hay que lavarse las manos me he echado mucho jabón y sale espuma y espuma y espuma,…  Elisa se une a la fiesta y al final nos hemos mojado la bata. Nosotras nos reíamos mucho pero la profesora nos ha quitado la bata bastante enfadada. No ha dicho nada pero se le veía en la cara que habíamos hecho algo malo.

Por fin, yo creo que nos vamos ya a casa y he cogido la chamarra pero la maestra me ha dicho que ahora me quedo al comedor. Allí bajamos todos los niños y nos sentamos juntos. Hay mucho ruido. Una cuidadora nos atiende pero a mí no me gusta lo que hay para comer. Jonatan está  jugando con la comida y le riñen. Yo me quiero ir pero como no puedo salir hasta que coma todo... pues estoy aburrida mirando…

He oído a un mayor diciendo que lleva ya casi cinco horas en el colegio pero como yo no sé cuánto es diez minutos o una hora lo único que quiero es ir a casa…

Otra vez al patio y todavía queda toda la tarde hasta que venga mi mama a recogerme. Estoy cansada. Esto es más largo que un cuento de nunca acabar.

Por lo menos nos han dejado sacar las cuentas para hacer collares que es lo que más me gusta. Nerea se ha hecho pis y la profesora ha ido a cambiarla. Mientras Iker me ha quitado las cuentas y no quiere devolvérmelas. Menos mal que la maestra al volver se ha dado cuenta y me las ha devuelto.

Por fin ya es hora de recoger todo y ponerse las chamarras. Nos vamos a casa. Ahora estoy supercontenta.  Mama y la maestra charlan. Ella dice que somos todos muy buenos en clase y mi ama que voy encantada al colegio pero la verdad es que a ratos estoy entretenida pero a ratos lo daría todo por estar con mi mama. La maestra no para de hacer cosas para atender a todos y preparar actividades y yo paso el tiempo entre añorar  a mi mama, jugar, intentar comprender lo que me piden y defenderme de los otros niños. 

Y mañana otra vez lo mismo. ¿Por qué no se darán cuenta de lo que quiero?

viernes, 19 de marzo de 2010

Cuando la violencia y la agresividad nos abraza con barniz de cariño

“Lo que se obtiene con violencia, solamente se puede mantener con violencia”. Mahatma Gandhi (1869-1948) Político y pensador indio.

La violencia anida en nuestras vidas y se inicia muy pronto. Primero en la relación de pareja con sus luchas de poder, después en la concepción en la que se inicia la relación fusional entre madre-hijo y la lucha por la supervivencia, y finalmente en las escuelas donde desde hace años se habla constantemente del acoso y del bullying.

Todos sabemos que los niños ejercen la violencia sobre otros niños y que también dirigen la agresividad hacia los adultos en la confrontación de los deseos entre unos y otros. En mi opinión la lucha por la vida es una lucha de deseos. Entonces la violencia es una relación que camina entre dos vías: una violencia es no integrar el deseo aceptable del otro (negarlo) y otra, por el contrario, aceptar un deseo inaceptable o dañino del otro (que sería ejercer la violencia contra nosotros).

La relación gira entre tu deseo y el mío, que sólo se resuelve parcialmente cuando se negocia en un acuerdo responsable, respetuoso y válido para las dos partes.

Pero hoy no quiero hablar de esas violencias, de lo que voy a hablar es de la violencia ejercida por los adultos a los niños. Adultos con una particularidad y es que son los referentes de seguridad afectiva, aquellos de los que nos decimos hinchados de orgullo que somos sus padres o sus maestros o cuidadores.

El primer error es pensar en el término violencia desde la óptica del adulto. Lo que para un adulto no es violencia o es algo trivial para un niño puede ser una agresión insoportable. En la sociedad hay tantas formas solapadas o explicitas de infligir la violencia a los más pequeños que se puede hacer un tratado de ellas.

El problema es cuando están socialmente admitidas y recurrimos a nuestro bagaje emocional y decimos eso de “a mí de pequeño mis padres me gritaban y no pasaba nada”. Tu experiencia no es extrapolable a la de otra persona. Es tuya y ha conformado una forma de ser. Has de intentar hacerlo mejor para tus hijos. Pero hagamos un breve paseo sobre violencias y agresiones:

Las más corrientes son las voces con tono amenazador, los gritos evacuados por derrame emocional, los calificativos descalificadores o por contra los insultos “cariñosos“, los zarandeos por adultos entre asustados y enfadados, las frases avisando de retirada de aprecio o chantaje afectivo para moralizar y presionar, las miradas amenazantes sostenidas y toda la actitud no verbal con la que coaccionamos a los niños para que acaten las normas sociales, nos hagan caso y no perturben el orden de la clase o de la familia,…

…bueno muchas veces no pensamos en los demás y sólo intentamos que no nos alteren a nosotros. A algunos adultos con eso ya les vale. Necesitamos paz y la movilidad natural de un niño puede alterar bastante.

Hay otras cosas más difíciles de advertir pero muy destructivas como hablar temas delante de los niños pensando que ellos no entienden o están jugando. El desalentar las iniciativas de los pequeños, el utilizar un lenguaje de doble vínculo (a un nivel se da un mensaje y, simultáneamente, pero a otro nivel, se da un mensaje que contradice al primero), el utilizar al niño para llenar nuestro vacío afectivo, etc.

Todos estos sistemas relacionales hacen mella en los aparatos psíquicos de los niños. Cuando creamos un contexto de aprendizaje que se basa principalmente en evitar el castigo para no perder el cariño de quien te cuida y lo es todo para ti, creamos una fractura, una grieta que se hunde en lo más profundo de la persona condicionando las relaciones futuras. Es la utilización del miedo como medio de control y poder…

¿Quién no ha oído a unos abuelos o a unos padres acercarse a un niño y decir eso de “los niños buenos no hacen eso” o “si haces eso no te voy a querer”?

Inquietante, ¿no? ¿Cómo construir seguridad y confianza en las relaciones cuando no puedes saber por dónde van a salir tus padres o si eres bueno o malo?

Postulo que una mente clara es producto de un afecto claro por parte de los padres y educadores. Y esto es porque unos padres y educadores lo suficientemente buenos delimitan muy bien lo apropiado de lo que no lo es.

Estas personas, padres o educadores, tienen una emocionalidad adecuada y autorregulada y que a la vez induce al reconocimiento de lo que están sintiendo ellos y sus hijos, y avanzan con naturalidad y paso firme hacia la posterior autorregulación emocional de sus hijos.

Por descontado que aquellos que ejercen la laxitud desmedida hacen un flaco favor a los pequeños. Los límites son necesarios pero sobre todo las formas, los espacios y el tiempo de poner los limites. Quizás no es un asunto de poner limites y es más de sostener las necesidades profundas de los niños. Habrá que reflexionar sobre esto.

No hace falta decir que lo importante es como se hacen las cosas y el sentido que tienen, ¿o tal vez sí? Pero sigamos con lo que sucede puertas a dentro de un colegio o una casa:

Esas palabras en matiz cariñoso de “¡ven aquí tonto!”, “¡Ay, pero que tonta eres!”, “¡gordo!”, “¡si ya decía yo que…!”

Son palabras amortiguadas en un juego relacional pero que no dejan de contener una carga latente de significados. Y que en niños más frágiles pueden tener un mayor eco. Las palabras pueden activar emociones que nos unen con experiencias y luego resuenan mediante los recuerdos estableciendo cierto estado emocional. Palabras y experiencias nos trasladan hacia nuestra subjetividad. ¿Por qué no utilizar entonces las palabras más amables y bellas junto a las experiencias más respetuosas?

Pensemos en la forma de dirigirse a un niño al que se le intenta explicar una ficha de matemáticas pero no nos atiende: “¡Haces el favor de atender, te lo he dicho mil veces! ¡Siempre estás en la luna!”. “¡Harta me tienes!”.

O cuando los niños nos hablan de todo lo que descubren de forma ilusionada y nos preguntan curiosos y entonces les hablamos de una forma como si no fuera importante y casi como que es una tontería junto a una actitud corporal de como si me dijera una obviedad y una insignificancia. Esto en mi opinión es preocupante. Hay que saber acompañar esa emoción y participar de ella.

Hay otras violencias no escuchadas, no tocadas con la mano y es la de negar la mirada, la cercanía, la contemplación de la producción del otro. Y por favor, piensen sobre esto: no es para un niño lo más duro de todo el desprecio y la indiferencia. ¿De qué sirve ese “para que aprenda” vengador?

Desviar la mirada cuando el otro la busca puede ser demoledor, sin hablarse todo está dicho, no me acepta, no soy digno de ti, no soy bueno,… no me quiere es el mensaje que le puede llegar al niño. La culpabilidad y la falta de maternaje se instalan en ese cuerpo y es un pesado lastre que se lleva en el alma.

Podemos hilar más fino e irnos a delicados detalles de los que no nos damos cuenta. Seguramente seguimos los patrones de conducta que nos fijaron nuestros padres y que ahora se han convertido en automatismos inconscientes. O no es una forma de violentar el desarrollo de un bebé limitar su movilidad, con excesiva ropa o dejándolos en sitios muy acotados para su nivel, o forzar su alimentación hasta que se coma la última cuchara. Y que me dicen de sentarlos delante de una pantalla de televisión para que “se entretenga” y aprenda con un “video educativo” o los dibujos animados.

Hay buenas maneras y malas formas de hacer esto, pero a veces no se trata tampoco de las formas que son excelentes sino de qué es lo que se interpone entre nosotros, nuestra vida y el niño. ¿Es un niño objeto o un niño sujeto? ¿Según mi disponibilidad y horario pasa de objeto a sujeto a contentar?

Ya sé que la tranquilidad y el tiempo son cosas que hoy en día todo el mundo persigue pero que pocos encuentran. Y siento decirles que para educar un niño hay que tener tiempo y transmitir tranquilidad. Hay que tener presentes que el estilo de vida que llevamos puede ser incompatible con la infancia. De hecho opino que los colegios que tenemos son incompatibles con los niños. Es toda una maquinaria de uniformar y almacenar a niños que no pueden ser tenidos por sus padres.

Lo curioso es que hay sistemas familiares amables, educados y dulces, por lo menos en apariencia, pero que albergan niños con problemas. Pienso que relación y síntoma es un binomio. Nos construimos en la relación y si no hay calidad incorporada y armonía en las relaciones tempranas difícilmente podremos tener personalidades sanas o equilibradas.

Existen violencias duras, violencias dulces, violencias pasivas, violencias buscadas, violencias deseadas, violencias muy emocionales, violencias amables, violencias admitidas, violencias asfixiantes, violencias laxas, violencias simbólicas, violencias culturales, violencias como juego,...

…violencias por imposición de deseos conscientes e inconscientes que nacieron desde la incapacidad de amar o de un amor defectuoso implacable. Es en definitiva la imposibilidad de comunicarse con el otro y de mirarse a uno mismo.

Cómo decir que una postura firme al educar no tiene nada que ver con todas estas cosas que decía antes y que forman parte de una dinámica oculta o visible de violencia. Cuándo nos daremos cuenta de que hay que dar posibilidad a la reparación de aquello que no consideramos conductas adecuadas. Que el acatamiento inmediato no es más que una solución a corto plazo y que es necesario dejar un tiempo para elaborar e integrar los mandatos que pedimos a los niños.

El escritor y poeta francés Jean de la Fontaine lo decía muy bien: “La paciencia y el tiempo hacen más que la fuerza y la violencia”.

jueves, 11 de marzo de 2010

Ver, Escuchar y Sentir al Otro

"La infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay más insensato que pretender sustituirlas por las nuestras". Jean Jacques Rousseau (1712-1778) Filósofo francés.

Desde que nacemos y nos vamos desarrollando se van formando grandes diferencias entre las personas. Los rasgos corporales  externos se ven con facilidad. Hay personas altas y bajas,  delgadas y obesas, con orejas grandes, pequeñas, con ojos azules, verdes, marrones, etc.

Son diferencias que enseguida vemos pero hay otro tipo de diferencias mucho más importantes y que no se ven a simple vista. Son las diferencias que marcan las capacidades psicológicas. 

En este campo vemos unas diferencias tremendas entre las personas. Las hay con grandes capacidades para escuchar y otras simplemente no pueden escuchar, las hay con gran empatía y simpatía y otras que en cambio no sienten nada o poco por los otros, los hay con capacidades enormes para aprender y otras que no entienden nada, los hay que son cariñosos con todo el mundo y otros crueles con personas y animales, los hay que parecen una cosa pero luego son otra,…

Entre tantas diferencias y tan importantes, uno que ya ha visto muchas cosas, se pregunta qué decisiones marcan nuestra vida para siempre.  Y algunas de ellas son el por qué elegimos a nuestras parejas o en que nos fijamos cuando llevamos a una guardería o escuela a nuestros hijos. 

El acto de elegir una guardería o colegio puede estar mediatizado por lo externo y aparente: nos preguntamos por las instalaciones, los métodos educativos, la facilidad de horarios, las comodidades del comedor, etc.

Pero nadie se pregunta si las personas que atienden en estos centros tienen los atributos necesarios para Ver, Escuchar y Sentir a los bebes y a los niños. 

No me cabe duda de que con formación específica sobre el reconocimiento de las emociones se puede mejorar muchísimo pero también es verdad que hay personas con grandes capacidades naturales para empatizar y leer los estados mentales de los otros. Cualidades todas ellas necesarias en los padres y en los maestros.

De lo que muchos teóricos de la enseñanza no se han dado cuenta, perdidos en ideales y estupendísimas metodologías  educativas es que hay algo más importante que “el saber” en sí mismo. 

Habrá muchos que gritarán al cielo por la baja calidad de la enseñanza y lo poco que aprenden los niños. Pero perdónenme ustedes, aunque a primera vista pudiera padecer que sí, la ignorancia no está reñida con la inteligencia o la educación y el saber estar. Hay personas tanto sin conocimientos como muy estudiadas que no saben relacionarse con los demás y sufren y hacen sufrir. 

Creo que hay que encuadrar el problema, no es saber o no saber contenidos sino la capacidad de Relacionarse, Escuchar y Ver al Otro como se crea una sociedad mejor. Creo que lo que esta sociedad necesita son personas capaces de descentrarse de sí mismos y de ser más humanos. Capacidad la humana “humana” que no viene dada, sino que se desarrolla con la relación empática y amorosa con los otros. Estos deben ser los modelos más importantes para nuestros hijos.

Desde mi perspectiva la formación de los cuidadores, maestros y profesorado, sobre todo a tempranas edades, va por unos derroteros muy específicos y que no son del todo apropiados actualmente. Se ha infravalorado su función en la sociedad y se les ha inquirido a adquirir muchos conocimientos pensando que así tendríamos a los mejores para la educación de nuestros hijos. 

Con los docentes, parece ser que con sólo ver un curriculum impresionante y dominar muchas lenguas nos tranquiliza el hecho de dejar a nuestros hijos en manos de ellos. Pero según lo pienso yo no es sólo cuestión de inteligencia o de estudios universitarios.

No dudo de la necesidad de saber pero lo que no se hace es ver qué tipo de arquitectura mental tiene esa persona involucrada en la atención de los niños. Qué capacidad para oír las emociones y para desconectar de las propias preocupaciones y así no invadir con emociones no adecuadas a los infantes. Con que capacidad y serenidad puede dirigirse a calmar a un niño asustado o que agrede, o que no es capaz todavía de guardar un turno de palabra, o que decide ponerle en un aprieto, etc. 

Si tenemos profesorado desbordado, estresado,... Pues a la vez de darles medios para que esto no suceda es interesante que esa persona sepa no trasladar por contagio emocional esas vivencias displacenteras a niños de tan corta edad. Aprendemos mucho por imitación, y nuestras actitudes y la forma sensible y serena de encarar los problemas y las situaciones, son vitales para educar.

Los niños con su gran capacidad para advertir las emociones expresadas en el cuerpo y en la cara se dan cuenta de todo y perciben hasta el más mínimo cambio de estado emocional en los adultos que les cuidan. Un adulto tiene que estar corporal y emocionalmente disponible y atento a las necesidades de los pequeños, si esto no es posible es como dejarlos huérfanos.

Me gustaría que imaginasen ustedes como padres, que en vez de uno o dos hijos tienen ustedes 8 de golpe. ¿Cómo estarían ustedes si tienen que cuidar de todos esos bebes a la vez? O en el caso de niños de 3, 4 o 5 años: ¿serían capaces de tener hasta 20 niños metidos en una habitación hora tras hora, día tras día aunque luego vayan un ratito al recreo? ¿Tienen las capacidades y recursos como para hacerlo? ¿Podemos pedirles a otras personas esto que no vemos viable en cuando nos paramos a pensarlo detenidamente?

El problema viene cuando una solución que en principio sirve para casos excepcionales, las guarderías y la etapa infantil, se generaliza en la sociedad y se normaliza tanto por los individuos como por las instituciones. Los políticos lo utilizan para rentabilizar votos, disfrazado de un servicio social para toda la ciudadanía global, mientras los mitos y creencias sobre sus beneficios educativos florecen aferrándose a modo de ideas tranquilizadoras en nuestras conciencias. Mientras, más y más centros nuevos infantiles se abren cada año, aumentando esa sensación de extrañeza en algunos por no llevar a su hijo, cuando todos lo hacen y acallando a los pocos que dudan de que bebes de seis meses tengan que acudir a estos centros.

Creo que es hora de cambiar cosas. De que en los institutos y las universidades, sean las carreras que sean preparen para las asignaturas de la vida. Todos absolutamente todos deberíamos aprender la formas respetuosas y adecuadas para ejercer mejor de padres o ciudadanos. 

jueves, 4 de marzo de 2010

Objetos, cuerpo, sensaciones y carácter


"No somos sólo cuerpo, o sólo espíritu, somos cuerpo y espíritu a la vez". George Sand (1804-1876)


Este post  va de como condicionan e incluso configuran, los objetos y las sensaciones corporales asociadas, nuestro estado emocional y con el tiempo hasta nuestro carácter.

En todo momento  el estado del cuerpo tiene que imbricarse con los procesos cognitivos y con el ambiente.  Lo interesante es lo que emerge de esta fusión.

El experimento de Harry Harlow con monos sobre el apego es un gran ilustrador de la importancia de los objetos, del cuerpo y de las situaciones para configurar seguridad y por lo tanto como estas situaciones prolongadas y repetidas pueden influir en la futura personalidad.

Recordemos que Harlow ideo un experimento donde las crías de monos  Rhesus elegían para refugiarse a muñecas revestidas de un trapo suave en vez de muñecas hechas con fríos alambres aunque sólo estas les alimentaban a través de un biberón.

Lo que probó es la necesidad del contacto corporal y las sensaciones más allá de tener el alimento asegurado. Vamos que no basta con que  las personas estén “bien atendidas”, se necesitan más cosas que un techo, la comida y una paga.

Detengámonos un poco con la piel, que es como una extensión del sistema nervioso. Nuestra piel establece relaciones desde el Yo a lo que no es Yo. Se convierte entonces en un traje a medida que tiene que encajar con el mundo y que como límite corporal delimita e interviene constantemente en nuestro psiquismo. La piel es nuestra carta de presentación y la limpio, la visto, la doy cremas, la pinto, tatuó, o la oscurezco tomando el Sol.

Sí, pero aparte de todo ese hecho manipulativo íntimo o social, las sensaciones, los estímulos que llegan a la piel provocan emociones. La piel se siente. Un  ejemplo sencillo, según las situaciones, un objeto o incluso una habitación caliente o fría  provocan una sensación de bienestar o malestar. Y  este hecho es fundamental pues deviene antes que el pensamiento consciente o la realización de justificaciones cerebrales.

Está claro que nuestro estado emocional puede influir en nuestras elecciones, y al revés, los objetos inducir un estado de ánimo determinado. Pero hay algo que no deja de suceder y es que no se puede dejar de sentir, de recibir información propioceptiva: de músculos, tendones,  articulaciones, del sistema del equilibrio, del tono; y de la piel…

Es por eso que la experiencia corpórea está provocando la interpretación de lo que te sucede a cada  momento. Cuando lees estas líneas. El cerebro evalúa la situación de tu cuerpo en el espacio y las sensaciones que le llegan de los órganos y de los sentidos. ¿Se puede mantener la atención de la misma forma cuando se está cómodamente sentado que cuando uno está incómodo y con un equilibrio precario?

Voy más allá: ¿se puede sentir lo mismo, sentir las mismas emociones en intensidad y duración si uno no tiene la disposición corporal adecuada? ¿Cómo varían nuestras emociones al variar nuestras posturas? Sentado, de pie, tumbado, en posición fetal, estirándose, quieto, moviéndose, andando, corriendo, girando, haciendo el pino, respirando profunda y relajadamente.  Y si hacemos lo anterior cerrando los ojos y tapándonos los oídos,…

¿Se puede mantener el sentimiento de tristeza haciendo el pino? ¿Bailando?

Pongamos ejemplos de la vida cotidiana "en movimiento": solemos decir a las personas que se sienten cuando les vamos a comunicar una mala noticia. Cuando vemos a alguien muy contento quizás esté dando botes de alegría. Y a aquel que anda cabizbajo inferimos de él que está deprimido. Es curioso como nuestro cuerpo es el referente primordial y por eso nos referimos a él continuamente y entonces aquel que nos fastidia es como “un dolor de muelas” y con sólo pensar en él “me duele la cabeza”,…

Os habéis fijado que cuando viajamos en un coche muy potente, sentados en unos asientos envolventes, nos sentimos poderosos porque la aceleración que nos empuja contra el respaldo nos transmite una sensación que interpretamos como de fuerza. Esto es porque el auto nos responde y el sistema vestibular funciona. Lo mismo pasa cuando es el cuerpo entero el que nos responde con prontitud y adecuación al movimiento, entonces nos sentimos fuertes y con autoestima. Es el dominio corporal interactuando con el mundo lo que funda la seguridad en nosotros mismos. Hay otras muchas sensaciones... como cuando nos vestimos con ropa amplia y nos sentimos cómodos y libres.

Pienso que a través de estos ejemplos muchas veces lo sensitivo es más poderoso que lo cognitivo. Lo racional tan solo trata de dar lógica a lo sentido. E incluso se busca una sensación en el cuerpo cuando reflexionamos. Es como un barrido que busca pruebas en el medio interno o externo para confirmar lo pensado. Lo “presentía” o lo intuía solemos decir.

A donde quiero ir es anterior a lo consciente, es a esa transición que va de lo inconsciente al momento que se percibe por la conciencia. Al darse cuenta como un todo orgánico y que es básico en el sentimiento de conexión, pues ser entendidos corporalmente es sanador y cuando a alguien le cogen la mano, le abrazan, le acarician o le tocan mientras le miran, entonces surge algo que centra sus sentidos en sí mismo y en el otro. Aparece una mismidad, una sensación que aumenta la conciencia de existir y que ata a la vida. Lo corporal bajo este punto de vista es fundamental para hacer terapia pues las sensaciones corporales son lo que nos permite tener una identidad nítida y comunicarnos a nivel profundo.

Si uno entiende la gran importancia de las experiencias sensacionales tiene especial cuidado por los detalles. Por ejemplo, una cosa tan simple como el estilo de cómo se cierra una puerta: con suavidad o de un portazo, deja una sensación en quien lo percibe de enfado o de tranquilidad. Si uno no da la mano con el tono adecuado, digamos muy flojo o muy fuerte. Entonces produce determinadas opiniones de confianza o desconfianza. Si caminamos juntos y uno se adelanta porque lleva otro ritmo le espetamos: ¿a dónde vas? Y si se atrasa: ¿no venías conmigo? Esto es porque hablamos con el cuerpo, desde el cuerpo y pensamos gracias a él.

Como veis desde este punto de vista toda acción es corporal y sensacional y en nuestras manos queda tener en cuenta nuestros actos y nuestros cuerpos porque sólo así podemos crear un ambiente psíquico-corporal acogedor para nuestros pacientes o nuestros seres queridos. No hay mente y cuerpo, el cerebro es sólo otro órgano indisociable del cuerpo.