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martes, 4 de mayo de 2010

Todo lo que quiso saber sobre el apego y nunca le contaron

“Muchas maravillas hay en el universo; pero la obra maestra de la creación es el corazón materno”. Ernest Bersot, filósofo francés.

Me parece una preciosa cita para empezar está entrada del blog. Está vez os traigo la recomendación de un libro que acaba de salir a la venta. Es de la Editorial Gedisa que tiene una colección sobre la resilencia y en la que he podido leer los libros del neuropsiquiatra y etólogo francés Boris Cyrulnik.

Esta vez la novedad de Gedisa trata sobre el trabajo y los pensamientos del neuropsiquiatra Jorge Barudy y de la psicoterapeuta Maryorie Dantagnan. Se titula “Los desafíos invisibles de ser madre o padre”.

En sus páginas los autores explican con un lenguaje claro y sencillo los distintos tipos de apego tanto en los niños como en los padres, relacionando el apego con el desarrollo de la empatía, las habilidades e incompetencias parentales y la resilencia. La intención de los escritores es la de proporcionar una herramienta para evaluar las competencias  de los padres, las madres y cuidadores con el objetivo de ofrecer el mejor medio de vida y de relación a los niños y niñas. Desde el principio nos dejan claro que quieren diseñar programas para promover, apoyar y rehabilitar las competencias parentales.

Los autores siguen los pasos teóricos del profesor en psiquiatría Daniel J. Siegel quien estudia las interacciones familiares y como las experiencias de apego influyen en las emociones, la regulación conductual, la memoria autobiográfica y los procesos narrativos. 

Si estáis interesados en saber más sobre las ideas de Siegel tenéis publicado su libro, “La mente en desarrollo. Cómo interactúan las relaciones y el cerebro para modelar nuestro ser”, en mi editorial favorita: Descleé de Brouwer.

Otros autores que desfilan por el texto de Barudy-Dantagnan son: Cyrulnik, Main, Fonagy, Bowlby, Winnicott, Erikson, Ainsworth, Acarín, Goleman, Kandel, Watzlawick, Damasio, etc.

Jorge y Mayorie nos explican que tras la decisión de ser padres no está sólo el serlo sino el tener la capacidad de serlo. Y que para romper la transmisión de padres a hijos de formas de maltrato infantil es necesario intervenir para adquirir las competencias necesarias. Aquí hago un inciso: maltrato infantil no es sólo el físico sino también el psicológico y el problema es que cada persona interpreta lo que es o no maltrato de forma arbitraria. Para mí maltrato sería cuando no somos capaces de respetar, leer y responder como padres adecuadamente al niño. Y en esto hay formas muy sutiles que muchas veces pasamos por alto en nosotros y en los demás.

Con pinceladas de neurobiología, de forma accesible, nos dicen que si nuestras reacciones emocionales no son adecuadas a las reacciones emocionales de los niños, las comprensiones que tendrán sobre sus sentimientos y sobre los de los demás no serán realistas ni buenas, condicionando sus relaciones futuras e impidiendo el acceso a una mente que pueda responder posteriormente con buen ajuste a la maternidad o paternidad. Es así que podemos entrar en un círculo vicioso de transmisión entre padres e hijos de estilos relacionales parentales incorrectos.

Lo que se nos dice sin ambages es que mayormente sobre la gestación y los tres primeros años de vida la mente infantil surge de las experiencias relacionales con sus padres y cuidadores. Son multitud de detalles: las expresiones faciales de la madre, los estímulos sonoros, la voz dulce, las contestaciones, los buenos tratos, la actitud, el cariño y el amor coherente y responsable son los que modulan día a día las vinculaciones y las emociones de los niños.

Y claro, ahora viene la gran pregunta: ¿Dónde y cómo se aprende a ser padre? La respuesta es que dependemos de las familias donde cada uno hemos crecido y vivido y esto marca mucho que uno tenga un buen hacer o que no haya aprendido o que lo que haya interiorizado sea unas formas incorrectas de relacionarse con los hijos y trágicamente no sea consciente de ello. Es como si pusiéramos en marcha un programa grabado y automático, por eso es importante evaluar y ayudar a rehabilitar las relaciones.

No se puede resumir todo lo que aparece en esta obra y que considero de gran ayuda para los profesionales de la infancia. Tan sólo se puede dar las gracias a los autores por escribirla y les invito a todos a leerla con detenimiento y reflexión. Sobre todo a los padres, maestros, cuidadores, educadores y terapeutas.

Finalmente tengo también una pequeña crítica hacia la editorial puesto que no me ha gustado nada la venta electrónica de las fichas de trabajo que obliga a instalar el  Adobe Digital Editions. Viendo las limitaciones, el engorro informático y el proceso de compra, personalmente prefiero el tradicional formato en papel.

domingo, 28 de septiembre de 2008

Desarrollar capacidades


Hay personas que tienen grandes capacidades y ese es el caso de Nerea Iturgaiz. Me encontré con ella en un curso de diseño de páginas Web y se sentaba a mi lado. 

Casi todos los días con gran paciencia me explicaba las cosas que aunque elementales, a mí me costaban un montón.  La ilustración que he puesto en esta entrada la hizo un día con gran rapidez, le bastaron unos golpes de ratón y acabo dejándome boquiabierto. Es solo un borrador así que imaginaros lo bien que puede dibujar, yo que he podido ver algunas de sus páginas Web no he visto diseños más bonitos y mejor hechos. 

Bien cuando trabajamos con personas sean estas adultos o niños hay dos cosas que tenemos que tener presentes y son el tiempo que les dedicamos y la perseverancia en las metas que nos hemos propuesto. 

Pensemos que la capacidad para realizar una tarea tiene mucho que ver con las veces que ensayamos ese conjunto de acciones que nos llevan a terminarla.

 Llegados a este punto vemos que para hacer cualquier cosa nos servimos de nuestro cuerpo como principal herramienta para realizar nuestras acciones. 

He de matizar que para un psicomotricista mente y cuerpo forman una unidad. Lo uno repercute en lo otro. Entrenar el cuerpo es entrenar la mente y viceversa. 

Os pongo un ejemplo, cuando un niño se sube a una espaldera, se quita los zapatos, hace un puzzle o se abrocha una bata está realizando complejos cálculos para aprender a utilizar la fuerza justa y necesaria o la coordinación ojo mano para que su cuerpo interactúe de manera exitosa con el mundo y esos objetos que le rodean.

Si por nuestros miedos a que se hagan daño, falta de tiempo o por falta de paciencia no dejamos que los niños perseveren en sus intentos de subir, bajar, saltar, vestirse, construir o destruir,… entonces no podrán poner en práctica sus potenciales capacidades. Está claro que hablo de dejarles hacer y de jugar en ambientes seguros si se sube a una barandilla el no ha de ser rotundo.

A lo que me refiero es cuando les sobreprotegemos o por el contrario les abandonamos a su suerte. En estos casos les secuestramos las posibilidades de ensayar las habilidades que necesitan para ser autónomos y sobre todo les impedimos los intentos de conseguir logros. Algo muy importante para que se conviertan en personas seguras y con buena autoestima.

Desde esta situación tan sutil de prohibir demasiado, de inhibir los intentos de los chicos o de lanzarlos sin cuidado a todo tipo de acciones moldeamos sin darnos cuenta unos tipos de personalidad que pueden repercutir luego en la escuela y en su vida de adulto. 

No hablo del temperamento que es más genético y cada persona nace con uno sino de rasgos que son fijados a través de la educación recibida, de la relación con los otros. 

Observando uno se da cuenta que hay niños que prácticamente no se mueven, quizás porque les riñen cuando lo hacen: “¡estate quieto!”, “¡no subas allí!”, “¡bájate!”, etc. Circunstancias que cuando no son ajustadas impiden el desarrollo psicológico y motriz del niño.

Por otro lado hay niños que no saben pararse y por lo tanto no progresan en otras dimensiones, son niños a los que no se les ha parado y ahora son incapaces de transitar con atención y tranquilidad en determinadas tareas.

Si queremos desarrollar las capacidades de los niños debemos acompañar con sabiduría, dejando hacer o conteniéndolos cuando no saben hacerlo. 

El contexto que nos rodea es decisivo. Como ejemplo de lo que os digo, con la dedicación y la paciencia que me dio Nerea, la profesora y mis compañeros ahora seguramente por fin sea capaz de conjuntar mejor los colores y las formas en las páginas Web que haga.

Un saludo y gracias a todos mis compañeros.