domingo, 7 de enero de 2018

Adiós Educación y Psicoterapia, hola afectividad tecno-robótica transhumanista

Cuando se está enamorado, comienza uno por engañarse a sí mismo y acaba por engañar a los demás. Esto es lo que el mundo llama una novela”. Oscar Wilde
Solamente queremos oír nuestras ideas
Solamente queremos oír nuestras ideas

Todos tenemos una teoría sobre cómo educar a los niños o cual es la mejor terapia. Y todo el mundo echa la culpa de como somos a la educación recibida. A la mínima de cambio se espeta: la culpa es de los padres o del maestro o de los abuelos.

Esto simplemente es un auto-engaño, una novela disfrazada de su propia solución. El primer gran engaño es pensar que la educación cambiará el mundo. Nos servimos de esta idea para mantener el locus de control interno, la sensación de que podemos cambiar las cosas, y que solamente depende de nosotros. Pero reducir cualquier problemática a solamente una cuestión de educación es un acto de reduccionismo extremo y falaz que hace muchísima gente.

Todos nosotros, los ricos del primer mundo, hemos ido a la escuela: unos a escuelas “libres”, otros a escuelas públicas, otros a escuelas privadas y religiosas. Pero a pesar de haber vivido experiencias muy distintas no acabamos pensando como nuestros profesores o nuestros padres querían.

Maestros o padres autoritarios no hacen personas autoritarias, ni los padres o maestros democráticos hacen personas democráticas. Nuestras intervenciones simplemente acompañan a la diversidad humana. Siempre habrá personas autoritarias y democráticas, honestas y deshonestas.



A menudo, lo que hacemos es leer retrospectivamente a aquel que no se comporta como nos gusta y le asignamos entonces una historia educativa o vital que encaje con nuestra ideología solucionadora de problemas. Y lo hacen psicólogos, psicomotricistas, maestros, padres y madres.

Desde occidente tenemos unas ideas muy claras de cómo debemos criar a los niños para que sean más inteligentes y más sanos psicológicamente. Pero estas teorías, no son ni mucho menos las perfectas ni las adecuadas para otras sociedades. Estamos llenos de estudios psicológicos que no se replican, pero que re-citamos una y otra vez para hacer cosas como nos gustarían que fuesen más que como son en realidad. Lo hacemos porque la Realidad no la soportamos y la atacamos creyéndola vencer a través de las creencias educativas, aunque estas ya no tengan los pies en la tierra.

Un ejemplo, entre muchos: después de hacer tantos estudios sobre lo importante de hablar a los bebés, madres de culturas pre-industriales como la Tsimané no hablan ni una décima parte a los bebés ni juegan tanto con ellos y cuando crecen estos niños no tienen ninguna deficiencia. Los datos de los antropólogos me invitan a hacer esta pregunta: ¿Nos hemos vuelto obsesivos con el apego, el estar dialogando excesivamente con los niños y la evitación de cualquier malestar infantil?

El marketing se dirige a la mente inconsciente, a aquella donde habitan los miedos de la especie. Es imposible no caer cuando sus eslóganes van dirigidos a apagar los miedos con libros, revistas y congresos de especialistas que repiten machaconamente los métodos de crianza estupenda y maravillosa de amor y cuidado.

Está en el ser humano que las connotaciones semánticas de las palabras nos hagan imaginar universos extremos. El miedo se nos desata ante palabras como castración, autoridad, castigo, disciplina, … y sin embargo se nos suman adeptos a nuestra causa cuando pronunciamos: cuidado, acompañamiento, libertad, autodeterminación, …

La Educación no es algo idílico, la tarea educativa trata de conciliar sus contradicciones con discursos dulces que los gurús psicopedagógicos nos repiten constantemente. La principal contradicción es la "libertad" del individuo, que choca con el respeto a las castradoras normas sociales, que no son más que límites a la individualidad.  

Cada generación de gurús, por la Educación con mayúsculas, recluta nuevos jóvenes para su causa educadora “revolucionaria" y evangelizadora...

Es una tarea inútil, que se repite emocionalmente década tras década, gobierno tras gobierno, moda tras moda. Nos falta perspectiva y capacidad, para ver y probar nuestras ideas educativas a un nivel supra-sistémico y científico. 

Las tendencias educativas se nos manifiestan según nuestras tendencias culturales con reminiscencias biológicas sobre acontecimientos del azar que se vuelven significativos retrospectivamente o prospectivamente, sobre un futuro imaginado.

Estamos de suerte relativa, porque en mayoría somos pro-sociales, cooperadores y más o menos empáticos con la comunidad a la que pertenecemos. Aunque esa misma pro-socialidad y empatía suele ir dirigida a nuestro grupo de pertenencia, a los que piensan como nosotros, y establece las peligrosas diferencias de: nosotros - ellos. Matriz tanto de ayudar a quien lo necesita como que a partir de un grado de sentimiento inflado de “nosotros” nos lleve a terminar en enfrentamiento y extrañas alianzas en perjuicio contra un tercero.

Ese terreno donde las buenas intenciones campan a sus anchas es el de un futuro imaginado que no se corresponde con la Realidad humana. Jamás se llega a lo soñado, porque todas las cualidades “positivas” tienen aspectos negativos y todas las cualidades “negativas” tienen aspectos positivos. Por eso, los mayores desastres de la humanidad los han traído aquellos que más seguros estaban de lo correcto de sus ideas.

Por lo tanto, el regulador social no es la escuela, son los grupos y la jerarquía que se establece en ellos. Es muy complicada la conjugación de libertad y control: libertad para poder ser y control para no ser víctimas del acoso escolar o social.

Mientras se proclama que la Educación debe hacer libres y autónomos a los niños, obviamente esto destruye aquello que afirma. Puesto que cada uno afirma el tipo de instrucción o de educación “respetuosa” que haga al hombre libre a su forma, a su sueño; y que es distinto al de otros.

No vemos que nuestras ideas son irresolubles, porque nuestro punto ciego es la dinámica evolutiva de la Naturaleza Humana, que es la que nos impulsa a vivir con toda crudeza a lo largo del discurrir por la línea del tiempo humano.

Sé que es difícil de entender que la variabilidad comportamental y de capacidades es imposible de igualar con Educación. Pero es que somos prisioneros de la única forma que puede pensar el cerebro humano y que es de forma humana, con sus importantes limitaciones; porque nuestra Naturaleza no se puede explicar al margen del modelado de la Evolución.

¿Lograrán los robots darnos la afectividad que queremos?
¿Lograrán los robots darnos la afectividad que queremos?
Nuestro mayor avance como especie van a ser las Inteligencias Artificiales, porque necesitamos de inteligencias no humanas, para que, desde fuera, puedan ver cómo nos comportamos individualmente y en dinámicas de grupos. Ya que nuestro comportamiento no es visible ni pensable para la mayor parte de nuestra consciencia.

Es hora de que entre el post-humanismo científico a interpretar lo que no podemos comprender con la mente humana. 

El fracaso del humanismo actual pienso que traerá el avance de nuevas psicoterapias y de la afectividad tecno-robótica. El psicólogo humanista Carl Rogers decía que no podemos cambiar, ni podemos alejarnos de lo que somos hasta que no llegamos a aceptarnos como somos. Y así como por arte de magia al aceptarnos, según él, aparecería la felicidad.

Este engaño rogeliano, se debe a que las personas nos quedamos atrapadas por los simbolismos polisémicos del lenguaje. ¿A quién no le gusta etiquetarse de humanista o de cualquier epíteto que denote ser buena persona o que le prometa felicidad? Es como si esforzándonos a intentar ver lo bello de las personas, entonces, así de fácil, provocaríamos el cambio. Esto se pega contra el muro de lo Real, porque la búsqueda del sentido es la búsqueda de un lugar propio en la jerarquizada vida humana.

El problema es que siempre hay otro ser humano detrás de la palabra decepción, porque las personas crean grupos que aceptan o rechazan a otros y todo no depende de ti o de otros. Hoy puedes encontrar sentido, porque te aceptan por tus ideas y mañana pueden apartarte por las mismas ideas que te aplaudían.

Las Inteligencias Artificiales se crean precisamente para que se acomoden a nuestros deseos. Como no podemos calmar nuestros deseos cambiantes, la mentira de la auto-realización humana solo es posible en los mundos virtuales.

Las psicoterapias han fracasado, porque tratar la locura es una locura para el ser humano, no tenemos el conocimiento necesario para salir del atolladero de una mente estropeada. ¿Cómo arreglar mentes cuando los propios humanos no entendemos cómo funcionan?

La nueva promesa es la realidad virtual, porque permite establecer un mundo simbólico con tintes de real pudiendo evitar el contagio emocional y la exposición pública de lo temido en graduación pertinente.

Tal como lo concibe el humanismo el hombre no puede existir más que bajo su ideal de Hombre. El terapeuta humanista encarna bajo sus supuestos el ideal de escucha, el hombre que permite la libertad de elegir, de permitir mirarse en el interior y enfatiza al ser humano en su individualidad. A este discurso, egocentrista del hombre occidental, y que encarna un ideal inalcanzable, prácticamente nadie diría que no.

Lástima que el humanismo lleve desde los años 50 en las psicoterapias y en las formaciones personales de los psicoterapeutas, y no haya podido solventar los problemas de la búsqueda del sentido. La sociedad es distinta a las formulaciones teóricas de las escuelas psicológicas y va en búsqueda de la practicidad de los instintos.

Siempre estamos hablando de cómo hay que amar, cómo cuidar a los niños, adultos y ancianos… y es porque los seres humanos, muchas veces, no somos capaces de dar afectividad adecuada a otros seres humanos. Por eso, cada vez se ve a más personas tratando a perros y gatos como humanos o como si fueran sus hijos. Casi todas las personas utilizan afectivamente a otra persona o a los animales para satisfacer sus deseos emocionales insatisfechos mientras se compran libros que sostienen sus creencias afectivas.

Creo que las Inteligencias Artificiales y los robots afectivos no deberían producir ni tristeza ni rechazo. Creo que es un avance tener robots de acompañamiento, cuidado y ayuda. Dejemos a los otros seres vivos en paz. Hasta creo que, con el tiempo, si dotamos de consciencia a las IA, tendremos que proteger a los robots de los abusos humanos.

La tecnología es la búsqueda de calmar las necesidades e instintos del hombre y a través de ella se producen cambios sociales en continua retroalimentación sociedad-ciencia-tecnología.

Nos guste o no, las emociones serán territorio de Inteligencias Artificiales y robots especializados en dar soporte emocional personalizado a las personas, niños incluidos. Y lo harán mejor que nosotros, aunque no lo crean o no lo puedan imaginar. Es evolución y no tiene nada que ver con ir a mejor o a peor. Y mientras piensan esto que les digo tengan en cuenta que no podemos juzgar moralmente el futuro con las vivencias del presente o del pasado.

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