"La infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay más insensato que pretender sustituirlas por las nuestras". Jean Jacques Rousseau (1712-1778) Filósofo francés.
Desde que nacemos y nos vamos desarrollando se van formando grandes diferencias entre las personas. Los rasgos corporales externos se ven con facilidad. Hay personas altas y bajas, delgadas y obesas, con orejas grandes, pequeñas, con ojos azules, verdes, marrones, etc.
Son diferencias que enseguida vemos pero hay otro tipo de diferencias mucho más importantes y que no se ven a simple vista. Son las diferencias que marcan las capacidades psicológicas.
En este campo vemos unas diferencias tremendas entre las personas. Las hay con grandes capacidades para escuchar y otras simplemente no pueden escuchar, las hay con gran empatía y simpatía y otras que en cambio no sienten nada o poco por los otros, los hay con capacidades enormes para aprender y otras que no entienden nada, los hay que son cariñosos con todo el mundo y otros crueles con personas y animales, los hay que parecen una cosa pero luego son otra,…
Entre tantas diferencias y tan importantes, uno que ya ha visto muchas cosas, se pregunta qué decisiones marcan nuestra vida para siempre. Y algunas de ellas son el por qué elegimos a nuestras parejas o en que nos fijamos cuando llevamos a una guardería o escuela a nuestros hijos.
El acto de elegir una guardería o colegio puede estar mediatizado por lo externo y aparente: nos preguntamos por las instalaciones, los métodos educativos, la facilidad de horarios, las comodidades del comedor, etc.
Pero nadie se pregunta si las personas que atienden en estos centros tienen los atributos necesarios para Ver, Escuchar y Sentir a los bebes y a los niños.
No me cabe duda de que con formación específica sobre el reconocimiento de las emociones se puede mejorar muchísimo pero también es verdad que hay personas con grandes capacidades naturales para empatizar y leer los estados mentales de los otros. Cualidades todas ellas necesarias en los padres y en los maestros.
De lo que muchos teóricos de la enseñanza no se han dado cuenta, perdidos en ideales y estupendísimas metodologías educativas es que hay algo más importante que “el saber” en sí mismo.
Habrá muchos que gritarán al cielo por la baja calidad de la enseñanza y lo poco que aprenden los niños. Pero perdónenme ustedes, aunque a primera vista pudiera padecer que sí, la ignorancia no está reñida con la inteligencia o la educación y el saber estar. Hay personas tanto sin conocimientos como muy estudiadas que no saben relacionarse con los demás y sufren y hacen sufrir.
Creo que hay que encuadrar el problema, no es saber o no saber contenidos sino la capacidad de Relacionarse, Escuchar y Ver al Otro como se crea una sociedad mejor. Creo que lo que esta sociedad necesita son personas capaces de descentrarse de sí mismos y de ser más humanos. Capacidad la humana “humana” que no viene dada, sino que se desarrolla con la relación empática y amorosa con los otros. Estos deben ser los modelos más importantes para nuestros hijos.
Desde mi perspectiva la formación de los cuidadores, maestros y profesorado, sobre todo a tempranas edades, va por unos derroteros muy específicos y que no son del todo apropiados actualmente. Se ha infravalorado su función en la sociedad y se les ha inquirido a adquirir muchos conocimientos pensando que así tendríamos a los mejores para la educación de nuestros hijos.
Con los docentes, parece ser que con sólo ver un curriculum impresionante y dominar muchas lenguas nos tranquiliza el hecho de dejar a nuestros hijos en manos de ellos. Pero según lo pienso yo no es sólo cuestión de inteligencia o de estudios universitarios.
No dudo de la necesidad de saber pero lo que no se hace es ver qué tipo de arquitectura mental tiene esa persona involucrada en la atención de los niños. Qué capacidad para oír las emociones y para desconectar de las propias preocupaciones y así no invadir con emociones no adecuadas a los infantes. Con que capacidad y serenidad puede dirigirse a calmar a un niño asustado o que agrede, o que no es capaz todavía de guardar un turno de palabra, o que decide ponerle en un aprieto, etc.
Si tenemos profesorado desbordado, estresado,... Pues a la vez de darles medios para que esto no suceda es interesante que esa persona sepa no trasladar por contagio emocional esas vivencias displacenteras a niños de tan corta edad. Aprendemos mucho por imitación, y nuestras actitudes y la forma sensible y serena de encarar los problemas y las situaciones, son vitales para educar.
Los niños con su gran capacidad para advertir las emociones expresadas en el cuerpo y en la cara se dan cuenta de todo y perciben hasta el más mínimo cambio de estado emocional en los adultos que les cuidan. Un adulto tiene que estar corporal y emocionalmente disponible y atento a las necesidades de los pequeños, si esto no es posible es como dejarlos huérfanos.
Me gustaría que imaginasen ustedes como padres, que en vez de uno o dos hijos tienen ustedes 8 de golpe. ¿Cómo estarían ustedes si tienen que cuidar de todos esos bebes a la vez? O en el caso de niños de 3, 4 o 5 años: ¿serían capaces de tener hasta 20 niños metidos en una habitación hora tras hora, día tras día aunque luego vayan un ratito al recreo? ¿Tienen las capacidades y recursos como para hacerlo? ¿Podemos pedirles a otras personas esto que no vemos viable en cuando nos paramos a pensarlo detenidamente?
El problema viene cuando una solución que en principio sirve para casos excepcionales, las guarderías y la etapa infantil, se generaliza en la sociedad y se normaliza tanto por los individuos como por las instituciones. Los políticos lo utilizan para rentabilizar votos, disfrazado de un servicio social para toda la ciudadanía global, mientras los mitos y creencias sobre sus beneficios educativos florecen aferrándose a modo de ideas tranquilizadoras en nuestras conciencias. Mientras, más y más centros nuevos infantiles se abren cada año, aumentando esa sensación de extrañeza en algunos por no llevar a su hijo, cuando todos lo hacen y acallando a los pocos que dudan de que bebes de seis meses tengan que acudir a estos centros.
Creo que es hora de cambiar cosas. De que en los institutos y las universidades, sean las carreras que sean preparen para las asignaturas de la vida. Todos absolutamente todos deberíamos aprender la formas respetuosas y adecuadas para ejercer mejor de padres o ciudadanos.
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