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lunes, 29 de octubre de 2018

No se puede enseñar la educación en valores, es algo que se respira

El niño que fuimos
Dime a qué prestas atención y te diré quién eres”. José Ortega y Gasset.

“Los valores no son simplemente palabras, los valores son por lo que vivimos. Son las causas que defendemos y por lo que lucha la gente”. John Kerry


Muchos colegios publicitan la educación en valores como su seña de identidad, pero hoy en día, más que nunca se convierte en una “prestación” entre un conjunto de ofertas de actividades académicas rimbombantes para llamar la atención y vender su excelente producto, con muchas "ventajas" a sus clientes los padres. Son empresas, atadas a la rentabilidad, o vendes o no vendes y te hundes económicamente, y por eso no son inocuas.

Todo proceso educativo lleva aparejado una educación en valores, pero no porque se explicite en el proyecto educativo del centro; sino por la respiración, transpiración y aplicación real de los maestros y trabajadores de ese centro sobre los niños, los adultos; y luego, después de su horario laboral, en el resto de la sociedad. De forma resumida: es el ejemplo integrado en el ser de la persona y no la idea de tener que educar en valores.


Llama la atención que cuando más se explica la necesidad de integración de las personas distintas o con dificultades en nuestra sociedad, más mantengamos una doble moral: por un lado alabamos y exigimos la integración de niños con síndrome de Down, autismo, TDAH, enfermedad mental, movilidad reducida, etc.

Y por otro, cuando nos toca un adulto con dificultades (que de niño se le dio esperanzas sobre la igualdad y al que se le iba a integrar como un ser válido y productivo) no lo queramos como compañeros de trabajo. Se le evalúa precisamente desde la competitividad y la exigencia de la excelencia, penalizando no ser perfecto para nuestros intereses.

¿Es este el mundo que queremos? Un mundo educativo de publicidad en el muro de Facebook o Twitter donde todo es perfecto y a la vez falso para provocar una compra educativa.

No son solamente las redes sociales, también está de moda ir de experto juez y ejecutor de opiniones con gran desconocimiento de lo que se juzga o dando por válida la burbuja ideológica que nos hemos creado con nuestras búsquedas en Google y nuestro grupo de ideas afines.

¿Queremos un mundo de jueces donde se disecciona y despelleja al otro por cualquier defecto a modo de famosos concursos de televisión? ¿Qué ha pasado con la educación en valores cuando incluso esa manera de criticar se ha trasladado a concursos televisados de niños?

No me queda ninguna duda que no se puede enseñar educación en valores sociales si uno no escucha a los demás, si no respeta las diferencias, si no tolera los fallos, si no acepta al que tiene dificultades u opina diferente. Hecho que se se vuelve más grave cuando las personas que tienen a nuestros hijos a su cargo simplemente “tienen un trabajo” y tratan de conservarlo.

Es la banalidad del mal de la que hablaba la filósofa Hannah Arendt, y con la que nos explicaba que las personas que son capaces de cometer grandes males o injusticias son gente normal como tú y como yo. Son personas que siguen como pueden su día a día, convenciéndose de sus grandes valores y proyectos, pero mirando para otro lado o justificando sus decisiones cuando entran en conflicto con sus intereses, para mantener la conciencia tranquila y al sistema que nos esclaviza en mantenimiento.

No hay educación en valores cuando los maestros y toda la comunidad escolar no ejerce con coherencia el respeto y la integración de los diferentes dentro y fuera del colegio. No hay educación cuando los valores se inician con los niños y luego caducan y no se hacen válidos para las personas adultas. No hay valores cuando apoyamos a los que lo necesitan cuando a nosotros nos viene bien y no los apoyamos cuando ellos realmente lo necesitan.

Es una cuestión de sensibilidad, de poner lo importante, las personas, por encima de efectividades comerciales y del qué dirán. Es una cuestión de seguir dando oportunidades a todos porque absolutamente todos podemos pasar de ser personas de éxito a personas con dependencia y discapacidad... por un accidente de tráfico, un ictus o enfermedad, una depresión, un estrés postraumático, un trastorno de ansiedad, una muerte de un ser querido, ...

Como padre cuando esté interesado en un colegio para su hijo usted puede mirar si son todos perfectos, con curriculums enormes y estándares de calidad para la página Web o por si lo contrario es un colegio en que hay personas "normales", personas trabajando con minusvalías o discapacidad, personas que no son expertas en mil cosas ni son los primeros de su promoción, personas que comenten errores, pero que en cambio escuchan a sus hijos y a ustedes y los tratan con igualdad, sensibilidad, modestia, generosidad e interés sincero.

En otra entrada explicaré la gran mentira de la excelencia educativa y la estimulación temprana, concepto ya dejado atrás por los expertos en Atención Temprana y los estudios científicos, así como las pseudociencias que inundan las escuelas bajo supuestos métodos de mejora infantil: Doman, inteligencias múltiples, bits de inteligencia, etc.

No se dejen engañar por estas "pseudo-pedagogías" que hablan de aprovechar la neuro-plasticidad infantil lo antes posible; no van a mejorar la inteligencia de sus hijos ni van a ir mejor preparados a primaria por mucho que lo digan en sus publicidades y lo argumenten en sus caros cursos con vocablos tomados de la neurociencia. Hace mucho que están desaconsejados a pesar de la multitud de libros publicados y el "éxito" en ser seguidos por muchos profesores y centros privados que los utilizan para tener un producto distintivo y prometedor del éxito, sin ni siquiera saber que esas metodologías no hacen lo que prometen. Este problema es producto de un profesorado con multitud de cursos y titulaciones, pero con escasa cultura científica y poca actitud crítica ante lo que leen y hacen.

Es por este motivo que hace falta una profunda intervención de los gobiernos en Educación para terminar con estas prácticas tan extendidas en los colegios y de una vez por todas el apostar por una psicología del aprendizaje con evidencia científica, porque esto si sería una medida objetiva y extensiva de protección a toda la infancia.


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