- "El futuro influye el presente tanto como el pasado". Friedrich Nietzsche
- “Una necesidad sólo puede ser realmente satisfecha a través de una determinada adaptación a la realidad”. Lev Semiónovich Vygotsky
La psicoterapia vive en su propio
mundo, y desde su creencia de mundo, intentando cambiar el mundo del paciente.
Los terapeutas abrazan teorías
ingenuas y tratan de interpretar desesperadamente las conductas para luego
darles las explicaciones oportunas con su “sentido” a sus clientes. Los
sentidos nunca son neutros... quieren darles aquel sentido que creen que les
ayudará a lidiar con su malestar.
Soy terapeuta: no puedo darle un
empleo, no puedo quitarle su enfermedad, no puedo hacer que su pareja le ame o
que su madre vuelva a la vida, pero puedo darle un nuevo sentido que cambie su
foco de atención. ¿Distracción o aprendizaje? ¿Ilusión o truco de magia? ¿Es el psicoterapeuta un prestidigitador?
Claro que esto depende de su sugestionabilidad. Quizás no
solucionemos nada, pero ya no le preocupará tanto, porque cree que se está
ocupando. Es por eso que las terapias alternativas se extienden, aunque no sean
efectivas, porque una creencia que seguriza es una creencia valiosa y se
atesora. La utilidad no la da usted, la da la supervivencia. Juez que está
siempre por encima de las creencias y las ideas, sean estas agradables y
deseables o no.
No se obstinen, la realidad y la
verdad son escurridizas y llenas de espejismos. No olvidemos que cualquier
teoría psicológica es un burdo intento simplista de comprender lo que no
comprendemos. Y que los terapeutas estudiaron entre amalgamas de experiencias,
emociones, creencias, aculturaciones y teorías aparentemente adecuadas o erróneas. Apelar al
complejo de Edipo o al córtex pre-frontal del cerebro puede ser muy seductor,
pero quizás no tenga nada que ver con lo que le pasa a su hijo, a usted o al
terapeuta.
Es hora de decir que la terapia
es un ambiente mínimo y por eso las aportaciones de la terapia son mínimas. Mientras, el ambiente extenso, verdadero
soporte, afianza, resuelve o transforma el desarrollo de los síntomas. El ambiente extenso es aquel que engarza la conducta con el ambiente debido a su frecuencia y consistencia: a diario y en lo cotidiano,
segundo a segundo y sistemáticamente, filtrándose y entrelanzándose con
las estructuras neurológicas, por pura adaptación.
Quiero recalcar que la terapia de una o dos horas a la semana no es la solución y aunque necesaria en muchos casos, es humilde y
parca en resultados y posibilidades. La corriente pro-terapéutica es exitosa
en provocar adeptos porque es rica en expectativas, aunque sea pobre en resultados. Esperanza, terapia y efecto
placebo van unidos: hacer terapia es ya pensar que se está haciendo algo, sea
lo que sea, y eso produce pensamientos de alivio.
Actualmente vivimos inmersos en
la puesta en marcha de la nueva ley de Atención Temprana. Detectar y prevenir
son los mantras más escuchados. Este sistema de detección masiva es posible y
se está formando a muchos profesionales para ello. Pensamos que son mayores las
ventajas que los costos, como los posibles falsos positivos: ponerle una
etiqueta a un niño de algo que no tiene, pero que lo parecía. Susto y angustia
para los padres, pero posible salvación para los que realmente manifestarán el
problema y no los íbamos a detectar a tiempo. Conclusión: No hay sistemas perfectos.
Esto me sugiere esta pregunta: ¿Aumentar
el conocimiento es aumentar la sobre-exigencia a las personas? Todos mirando con lupa
a los niños y comparándolos con las escalas de desarrollo para saber si un niño
es “normal”. ¿Nos ponemos la soga al cuello buscando la excelencia? ¿Cuál es la
iatrogenia de la excelencia? ¿Cuándo lo mejor o ir a mejor puede ser peor que
lo que ya había?
El sistema nos empuja a los sistemas de calidad, nos exige formación continua y atención personalizada, pero añade más y más funciones sin tener en cuenta la sobrecarga, el estrés o las posibilidades reales de las personas y sus puestos de trabajo. Es por ello que un abismo se abre cuando la distancia entre las intervenciones ideales o idealizadas se separan de la realidad posible, repercutiendo en la salud de los niños, padres, profesores y terapeutas.
El sistema nos empuja a los sistemas de calidad, nos exige formación continua y atención personalizada, pero añade más y más funciones sin tener en cuenta la sobrecarga, el estrés o las posibilidades reales de las personas y sus puestos de trabajo. Es por ello que un abismo se abre cuando la distancia entre las intervenciones ideales o idealizadas se separan de la realidad posible, repercutiendo en la salud de los niños, padres, profesores y terapeutas.
Mi objeción es que ahora que
aparece esta mayor exigencia para los niños, padres y maestros; que todo este
gran esfuerzo no tenga una correspondencia en el aumento de recursos a la
institución pilar de nuestra sociedad que es la escuela. ¿Por qué no nutrir la
escuela de atenciones materiales y personales en vez de crear una red terapéutica
descontextualizada de la realidad del niño, mientras los padres, los psicólogos y los maestros tratan
de coordinarse desesperadamente?
Podemos llenar las ciudades de
maravillosos gabinetes de Atención Temprana, pero los maestros seguirán teniendo
los mismos niños por aula, los padres seguirán llevando una o dos horas a sus
niños a los gabinetes y todo seguirá ocurriendo creyendo que lo hacemos mejor
porque los detectamos desde la cuna.
Hogar y escuela, en esos lugares
es donde tiene que haber recursos y atención dedicada.
¿Cuántas veces escuchamos oír a
los padres que el niño se comporta muy bien en el gabinete, pero que en casa es
imposible? ¿Cuántas charlas damos los profesionales con pautas sobre lo que
tienen que hacer desde nuestra estupenda silla de sapiencia cuando los vemos en
sesiones de 15 minutos a una hora? Una sala de psicomotricidad o un gabinete de psicología no deja de ser un pequeño laboratorio donde se escenifican relaciones y acciones, con sus ventajas y desventajas.
El mayor esfuerzo del
psicoterapeuta o del psicomotricista es generalizar los resultados de la sala de psicomotricidad a la vida real y esto es porque el
aprendizaje es muy dependiente del contexto. El contexto es el que da las
claves para el cambio conductual. Entonces, generalmente, los ambientes más válidos para una
intervención son la casa, la escuela y la calle. El valor informativo y de
aprendizaje lo da el ambiente que gatilla la respuesta.
Escuchamos poco a los padres y a
los profesores porque lo que mejor se nos da es interpretar y decir lo que hay que hacer. Resulta que un sólo
profesor o profesora tiene que dar atención a la gran diversidad de niños que
habitan un aula, y les pedimos que lo hagan sabiendo que como mínimo el 14% de
los niños tienen problemas y están en sus aulas.
Los recursos para los niños son escasos: ¿Qué hacemos con los niños a los que
no se le asigna un auxiliar de aula y la maestra o maestro ve que lo necesita,
aunque no tiene un diagnóstico? ¿Estiramos las interpretaciones diagnósticas
para que se logre la etiqueta que genere el recurso psicoeducativo? ¿Falseamos
la realidad y nos seguimos mintiendo? ¿Lo no diagnosticable no es una realidad que necesita ser atendida?
Aquellos que gestionan nuestros
recursos deberían destinar más presupuesto para que en cada aula hubiera como mínimo
dos personas atendiendo a los niños. Lo que nos está diciendo la sociedad es
que la escuela es el centro de atención más importante después de los padres. Y
cuando menos recursos o habilidades tienen los padres, más importante es la
escuela.
Realidades: Que muchos padres ya no
tienen el soporte de la familia extensa o de su pareja, que tienen dificultades
económicas y que los niños pasan más tiempo en aulas y extraescolares que
con ellos, porque no tienen donde dejarlos. Por lo tanto, tenemos que cambiar y dar soporte a las necesidades no
sólo académicas sino afectivas y relacionales que necesitan las mentes en
desarrollo.
No estamos preparados. La pedagogía
del profesor único y la actividad para todos igual en el aula ya no nos sirve. Si
la realidad es multi-cultural y multi-normal, si hay aulas de educación
infantil con hasta 6 niños en Atención Temprana. Si en primaria hay niños con
TDAH, del espectro autista TEA, inmigración, familias desestructuradas, etc. ¿Qué hacemos?
Quizás en un aula no sea
suficiente con la figura del profesor. Se necesita un profundo cambio en las
carreras de magisterio y en la atención de los niños. Ya no es solamente
instrucción, buscamos la salud mental futura de la sociedad. Y en la experiencia "educativa" nos jugamos la autoestima, el autoconcepto, la aceptación o el rechazo, el acoso y nuestra forma de relacionarnos con aquellos que nos rodean.
La escuela debe ser un espacio de
Atención Temprana integral, los equipos multidisciplinares deben trabajar sobre
el terreno. Hemos de remodelar los espacios de los colegios, desde unas aulas
de espacios industrializados y parcelados a grupos de 20-30 niños a espacios
que posibiliten tránsitos y atenciones. ¿Hay espacios para niños con trastornos
de conducta que tiran las mesas, que agreden, o que no soportan los grupos? ¿Es
el mismo espacio adecuado para un niño que no para que para uno que no se mueve
y es miedoso?
La ley de Atención Temprana, es
un gran avance que hemos de agradecer, pero hemos de dar el siguiente paso,
porque si no hay una intervención que sustente su trabajo en la realidad escolar
y familiar tendremos muchos niños detectados y en prevención hasta los 6 años y
después qué…
En vez de psicologizar y
terapeutizar la vida tenemos que integrar las distintas realidades según las
posibilidades de cada persona en la vida comunitaria. Los niños pasan tantas horas en la escuela que debe ser nuestro
pilar fundamental de intervención. Hemos de mejorar los espacios naturales,
la escuela y la casa, no crear sistemas de gabinetes de Atención
Temprana a modo de islas "terapéuticas" de actuación, como única o predominante alternativa de tratamiento.
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