lunes, 5 de abril de 2010

Relaciones afectivas disfuncionales y patológicas en un aula infantil

“En tu relación con cualquier persona, pierdes mucho si no te tomas el tiempo necesario para comprenderla”. Rob Goldston

En todo contexto donde haya personas hay reacciones emocionales y  se establecen relaciones de todo tipo. El aula de infantil no es más que otro de los rincones donde entran en juego las emociones y las relaciones. En este caso, todavía más importantes ya que inciden poderosamente en los niños. Recordemos que ya Winnicott dijo que el niño solo no existe sino que en él siempre está el otro.

En los inicios de su vida, los bebes y los niños, necesitan de una seguridad afectiva, de una figura a la cual apegarse… Y cuando llegan al aula, en esa aula, sólo tienen a sus cuidadores para satisfacer sus necesidades profundamente afectivas.

Cada niño/a  presenta distintas capacidades y estilos de apego. Y desde esta particular forma de ser y existir de los niños, resulta que los adultos en sinergia respondemos activando nuestros propios sistemas afectivos y defensas psicológicas.

Esto que es automático, y para muchos poco perceptible, alimenta las dinámicas personales y grupales que surgen espontáneamente y que son de lo más variopintas en cada centro escolar.

Si uno dispone de tiempo y puede mirar a lo largo del curso, intramuros; ve dinámicas positivas y negativas para el desarrollo de los niños.

Ya que me parece más importante como es la personalidad y la estructura afectiva de los adultos en relación con los niños voy a hablar incidiendo sobre los cuidadores. Puesto que el niño se desarrolla gracias a las vivencias que estos le permiten ir teniendo.

Todos tenemos nuestra propia historia de relación y construcción psíquica, y por consiguiente, nuestras deficiencias, vacíos, fallos y virtudes. Pero por ejemplo, imaginemos que una persona adulta que se ha desarrollado integrando determinadas formas de relación más o menos “normales”, el concepto de normalidad es difícil de establecer, y a las que ha sumado determinadas creencias por el mismo hecho de vivir experiencias propias y subjetivas.

Es probable entonces que desarrolle ciertas preferencias por determinados niños a su cargo. Lo que dispare su simpatía puede ser desde un rasgo físico o ver determinadas cualidades de inteligencia, valía, aptitud, fuerza, etc. hasta todo lo contrario y verse empujada o empujado a proteger una debilidad o fragilidad percibida y que le mueve profundamente.

Tanto si se acerca a ese ideal de niño o niña que figura en su mente como si se siente identificada con él por sus rasgos. Es posible que sin quererlo o queriendo despliegue comportamientos que favorezcan a ese niño respecto a sus compañeros. Preferencias que los otros niños percibirán y que otorgarán, ahora ya entre todos, un “status afectivo” más elevado.

Si por el contrario, el niño le provoca una afectividad negativa por diversos motivos: alta reactividad, lloros continuos del niño, falta de capacidades de atención o relación, timidez, hiperactividad, inestabilidad emocional, enfermedades o cualquier otra cosa que se nos ocurra. Pues es probable que inconsciente o conscientemente se retire parte de la atención de ese niño a favor de otros.

Consecuentemente el valor afectivo de ese niño bajará para todos en el aula. Seguramente ese menor valor provocará que sea objeto de más agresiones y menos interrelaciones. Se convertirá en ese niño al que siempre pegan, le faltan las pinturas, le quitan los juguetes, no acaba las tareas y a todos los adultos les da lástima y no se explican el por qué.

El recurso afectivo es el motor de los seres humanos y cuando se establecen diferencias se establecen jerarquías. En poco tiempo veremos las alianzas entre los propios niños, y entre los niños favorecidos por la persona adulta y esta.

Dentro de estos procesos dinámicos se producen otros subprocesos interesantes como una especie de “enamoramiento” del niño más atendido hacia su profesora. Esta criatura se esfuerza por traer contenta al objeto de su amor, quiere agradecerle sus dedicaciones y atenciones y a su vez este comportamiento tan atento refuerza la creencia de la maestra de lo especial que es ese niño.

El círculo se cierra entre ellos creando un clima de aula que en nada beneficia a los niños. Al niño protagonista porque es investido de una afectividad que no le corresponde y a los otros porque son testigos sufrientes de esa relación privilegiada y asimétrica.

El grado patológico de esta situación aumentará en proporción al nivel de exclusividad, celos, agresividad y condiciones de la relación instaurada. Habrá niños que agredirán a otros por amor, por celos, por mandar, por parecerse al adulto y tener su cariño y respeto. Otros simplemente se defenderán o competirán por el cariño adulto.

Y gestionar esto cuando llega a este punto es difícil. Muchas veces, el adulto recrimina a su niño preferido las actitudes agresivas pero no lo hace desde cierta neutralidad o consistencia, por lo que la mente del pequeño queda confundida, escindida y perpleja. Sus actos son prohibidos y permitidos al mismo tiempo. Pues le manda un mensaje verbal claro pero su gestualidad refleja su preferencia hacia él, por lo que dice lo contrario.  Y el contexto no es el familiar, ya hablaremos en otra entrada sobre las familias disfuncionales y patológicas, sino el escolar con cantidad de niños observando la situación.

Además pasado el pequeño enfado y disgusto se restablece pronto la “luna de miel” entre los dos, con sus pequeños privilegios e indultos, hecho advertido por todos los chiquillos.

Es muy complicado, si no hay un observador externo y cuidadoso que pueda ver estas dinámicas que ocurren en las intimidades de una clase a puerta cerrada,  el poder hacer reflexionar al cuidador de esos niños sobre lo que está ocurriendo. Muchas veces todo esto ocurre de una forma muy sutil. Se materializa en detalles y circunstancias en una aparente normalidad.

Podríamos hablar de una especie de curriculum oculto psicológico, pero esta vez no en educación primaria o secundaria sino en la escuela infantil y en donde el código afectivo, el más presente en infantil, es el que provoca más desigualdades y desequilibrios expresivos. En este momento tan delicado e influenciable podemos establecer en los niños patrones de relación que pueden no ser adecuados.

Las consecuencias… impredecibles pues son dependientes de la intensidad y duración de las situaciones, de la capacidad de reparación de la maestra o maestro, de las atenciones que tienen luego los niños en sus casas, de la resilencia de los niños y del grado de desajuste al que se ha llegado. Lo que para mí está claro es que es posible acabar trastocando la importante seguridad y claridad afectiva sobre la que se funda la personalidad sana del individuo.

El problema es que normalmente el educador suele estar todo un curso escolar con ese grupo. Y cuando hay visitas al aula, el saberse observado cambia la forma de comportarse naturalmente de ese profesor o profesora. Es difícil detectar estás cosas en su gran complejidad por más que algunas maestras se dan cuenta de que sus compañeras o compañeros tienen su niño preferido.

Lamentablemente en la mayoría de los casos se queda en eso sin ir más allá. No hay luego una reflexión profunda sobre como reconducir la situación o incluso si fuese necesario por la gravedad de los hechos cambiar de aula al niño o a la profesora o profesor. Aquí ya entramos en las dificultades adultas, en cómo se le dice a esta persona sin herirla lo que puede estar ocurriendo. Es por ello que nos falta esa cultura de pensar sobre lo que nos dice el otro sin alzar nuestras defensas o atacar, y en estas profesiones es sumamente importante la reflexión continua sobre nosotros mismos.

Es por esto que pienso que queda un largo recorrido en la formación que brindan las universidades a los educadores para saber mirarse a uno mismo, aumentar la capacidad de observación y escucha, y aceptar la supervisión de personas entrenadas en lo relacional para así poder ver los puntos ciegos que cada uno tiene en el ejercicio de su profesión.

Esta formación especial de la que hablo es primordial en educación infantil. Pues en estos momentos evolutivos tan críticos afectivamente no se ha de trabajar todavía para enseñar lecto-escritura o “guardar” niños sino para salvaguardar el desarrollo saludable físico y mental de todos ellos. En definitiva, obrar para afianzar las bases seguras y el equilibrio emocional.

jueves, 1 de abril de 2010

El sentido de lo que hacemos

“Hay que darle un sentido a la vida, por el hecho mismo de que carece de sentido”. Henry Miller (1891-1980) Escritor estadounidense.

Todo empieza antes de empezar. Lo biológico se gesta entre el deseo de una, dos o más personas y desde  allí nacen y crecen los seres que acuden a nuestras escuelas, salas de psicomotricidad o gabinetes de psicología.

Pero cada ser nace desde el sentido que le quisieron dar aquellas mentes y cuerpos que los crearon. Los niños, nuestros niños, pueden entonces tener sentido o no. Ser deseados o no. Instrumentalizados o no. Y en el mejor de los casos, entre los deseados hay tantas formas de ser deseado…

¿Por qué tener un hijo? ¿Hay alguien que pueda responder sin intentar reparar el pasado en el presente? ¿Hay alguien que realmente sepa el sentido de lo que hace? Supongo que sí, en parte.

 Las relaciones humanas son tan complicadas, tan ocultas y profundas para la explicación, que muchas veces están cerradas a nuestra consciencia y razón. Lo vital empuja con fuerza, la piel pesa y pide con insistencia, los demás nos influyen digan o no digan y a veces basta con observar o estar en el entorno para ver que nos encamina hacia una dirección,…

Queremos ser como los otros, pues esto nos da un halo de normalidad, así que lo que tienen los otros a veces nos sirve de guía para establecer nuestras metas o nuestros errores.

Pero dentro de esta normalidad hay decisiones terribles dentro de una lógica perversa. Un lógica que para nosotros tiene sentido y que es una solución de compromiso entre todo lo que nos influye. De todo lo que nos pasa y tratamos de digerir con nuestros limitados recursos.

Por ejemplo, hay personas que no quieren tener hijos pero que los tienen. Quizás no se dan cuenta que el sentido de sus actos marcará el futuro de esos actos. En esta vida nos falta sentido y nos sobra biología.

¿Podemos explicarnos con sinceridad un sentimiento? Esto es importante ya que según como interpreten esa decisión tomada de tener un hijo, echarán las primeras cartas del desarrollo de su niño.

Algunas mentes piensan que lo hacen por amor a su pareja y entonces dialogan con su mente en vez de con la otra mente interesada, su pareja. Su voz interna dice: “Es lo que él desea y yo lo quiero a él. Me sacrificaré por amor”. Y viven de su realidad amorosa.

Otras personas no quieren niños pero tampoco quieren perder la posibilidad de ser madres o padres. Es por eso que esperan hasta el último momento y después los tienen o no… “¡Alá! ¡Venga me animo y adelante!”.

Tener un niño no es sólo gestarlo y criarlo. Es mucho más que eso, es una relación de por vida y que nos transforma. Ya nunca vuelve a ser igual que antes. Hay que tener la capacidad de contener y sostener al niño, de soportar sus estados de agitación, la angustia, la ansiedad cuando llora, cuando pide, cuando hay que calmarle. De interpretar en positivo sus demandas y ajustar el tono muscular para entrar en relación. Y esto asusta.

Me encuentro con muchas mujeres que llegan a los 34 años, y se hacen preguntas, se ven enfrentadas entre su estilo de vida, cómodo, consumista e independiente con lo que ellas llaman la última oportunidad de ser madres.  Hasta aquí bien, es algo que como sociedad hemos alentado en base a la libertad de llevar un tipo de vida u otro.

Pero las cosas no son tan sencillas, cuando uno llega a la encrucijada de caminos ha de elegir, tomar una decisión y aceptar las consecuencias. Y aquí es donde llega el problema. No sabemos aceptar el destino del camino. En una sociedad donde estamos acostumbrados a que casi todo lo podemos tener o comprar, más o menos según nuestras posibilidades, no se toleran bien las renuncias.

No sabemos perder oportunidades, lo confundimos con perder la libertad. Y la libertad no está en poder tener multitud de opciones para elegir sobre las cosas externas sino en el poder obrar o no obrar conforme a nuestra inteligencia y razón.

Tenemos coches, casas, estudios, vacaciones en el extranjero, miles de productos pero no podemos decir que hayamos adelantado mucho en lo básico. Albert Einstein decía que la palabra progreso no tenía ningún sentido mientras hubiese niños infelices.

Es una sociedad que infla tanto el Yo egoísta que resulta muy difícil ponerse en el lugar del otro. Los niños se incorporan a nuestra vida y nosotros no nos incorporamos a la suya. Es por ello que algunos nacen sin nacer.  Son una solución de compromiso entre las exigencias biológicas de la edad, de la pareja, de la familia de él o de ella, de la sociedad, de lo normal, de lo que toca, de probar a ver si lo quiero,…

Quererlo, pero bien quererlo. He aquí la gran diferencia. El sentido de nuestro deseo. Puesto que unos sentidos y unos deseos son mejores que otros.

Algunos intentan recrear las vivencias que vivieron en la infancia, otros todo lo contrario. El placer o displacer que vivenciaron de pequeños está mediando ahora en sus deseos. Fíjense entonces en la importancia futura de nuestros actos y como se repiten algunas historias de amor cortado, amputado o cercenado. En la necesidad de ser amados, en la falta nunca satisfecha, algunos pretenden atrapar a su pareja para que les quiera y el niño es sólo su instrumento. ¿Cuántos han tenido un hijo para ver si se salvaba la pareja?

¿Cuál es la fantasía que nutre nuestros deseos? ¿Somos capaces de dar nuestro esfuerzo y tiempo a la necesidad del pequeño? ¿Somos capaces de amar?

Difícil pregunta esta última. Algunos dirán que hay tantas formas de amar como personas hay en el mundo. Y es por esto que tenemos el mundo que tenemos.

No, con amar no basta, es muy genérico. Hay amores que matan, hay amores que odian, hay amores inconstantes: amores fugaces, amores ambivalentes, amores incomprensibles,…

…pero también hay amores tiernos, hay amores desinteresados, amores que son amores…

Bueno, juzguen ustedes si lo que hacen es por un deseo real compartido de amor y además hay una capacidad de sostener corporal y afectivamente a ese bebe que quieren traer a este mundo. No lo hagan sólo por ustedes, o sólo por los otros. Háganlo por todos nosotros (ustedes, los otros y el niño).

lunes, 29 de marzo de 2010

Diario de una niña de tres años

"Ciertos pensamientos son plegarias. Hay momentos en que, sea cual fuere la actividad del cuerpo, el alma está de rodillas". Victor Hugo (1802-1885) Novelista francés

Me llamo Daisy y he cumplido hace poco tres añitos. Hoy me han dicho que es lunes. Me han vestido y salgo de casa. Voy a la escuela, como todas las mañanas de la mano de mi mama. Ella me dice que soy muy buena porque no lloro y voy contenta.  Pero aunque ella piensa eso, la verdad es que yo..., yo estoy segura porque voy con ella.

En la escuela hay más niños que tienen los mismos años que yo y tenemos juguetes, pinturas, plastilina, y la profesora nos quiere mucho. Hoy cuando he llegado me he puesto a la fila para subir todos juntos a clase. Mi madre me ha dado un beso y se ha marchado. No sé cuándo volverá…

Luisito, el niño que está delante mío está llorando. Muchos días llora cuando se queda en la fila. A mí me pone nerviosa aunque trato de calmarle y le enseño  una pulsera que tengo pero no parece que le interese. Entonces yo me tapo los oídos. Hay mucha gente entrando y saliendo, y no entiendo nada, es una situación que se repite todos los días y como me han dicho que este quieta…

Parece que ya tenemos que subir todos juntos al aula. Iker prefiere correr por el pasillo y no hace caso a la profesora.  Le imitan Josu y Jonatan.  Se ríen mucho y gritan de emoción. La profesora ha tenido que ir detrás a cogerlos para que vuelvan a la fila. Les ha gritado y ha dicho que si se portan así de mal no van a pintar ni jugar.

Cuando ha pasado a mi lado yo le he preguntado a ver si me he portado bien porque quiero jugar. Y me ha dicho que sí, que puedo jugar porque me he portado muy bien.

Según he entrado a clase he visto el juguete que tenía ayer y he ido a cogerlo pero la maestra me lo ha quitado regañándome y quiere que me quite la chamarra y me ponga la bata. ¡Esta no se entera de nada, pero si me ha dicho que puedo jugar antes!

Yo le he preguntado ¿Y por qué? Y me ha dicho porque sí y que siempre soy la última todos los días para ponerme la bata. Yo le he dicho que vale y ella se ha sonreído.

Ahora me tengo que sentar porque vamos a pintar. Luisito me ha quitado la pintura roja que yo tenía y cuando he ido a quitársela me ha pegado y muy fuerte. La profesora estaba ocupada repartiendo los materiales y cuando ha visto que lloraba ha empezado a gritar a Luisito para que parase.

A Luisito lo han reñido y lo han puesto en una esquina “para que piense”. Yo quiero ir con mi mama…

Al final me he entretenido con las pinturas y estoy pintando y probando a ver como pinta la pintura en la mesa. Es muy divertido y la mesa entera tiene ahora colores rojos y azules y rosas. La profesora se ha llevado las manos a la cabeza.  Me ha quitado todas las pinturas y mi dibujo. Yo me quiero ir con mi mama…

Entonces la profesora ha puesto música y nos ha dicho que luego nos cuenta un cuento.  Con la música nos hemos puesto todos a bailar y nos reíamos mucho. Es muy divertido. Cuando mejor nos lo pasábamos ha apagado la música porque dice que es tarde y que hagamos una fila.

Nos van a dar una galleta y luego nos vamos al patio. Josu le ha quitado la galleta a Jonatan y la ha tirado al suelo. Jonatan le ha pegado a Josu. La profesora les ha mirado muy enfadada. Se han parado pero cuando ha seguido repartiendo las galletas han empezado otra vez a pegarse. La profesora entonces ha zarandeado a Jonatan y lo ha puesto al final de la fila sin galleta. ¡Yo me quiero ir a casa!…

El patio es el mejor momento del colegio. Podemos correr y gritar de alegría. Yo me junto con Ainoa y Esther.  La profesora ha sacado pelotas para jugar y todos corremos detrás de ellas.

La pena es que el recreo dura muy poquito y ya tenemos que volver a clase. Como hay más niños de otras clases las profesoras chillan más para poner orden.  Hay mucho ruido, me molesta mucho. Por suerte  he visto un chicle en el suelo. Lo habrá tirado un mayor pero yo ya lo tengo para mí. Qué pena que se lo he enseñado a Iker y se lo ha metido a la boca. Ya me he quedado sin él. ¡Yo quiero ir con mi papa!

Ahora hemos ido al baño y como hay que lavarse las manos me he echado mucho jabón y sale espuma y espuma y espuma,…  Elisa se une a la fiesta y al final nos hemos mojado la bata. Nosotras nos reíamos mucho pero la profesora nos ha quitado la bata bastante enfadada. No ha dicho nada pero se le veía en la cara que habíamos hecho algo malo.

Por fin, yo creo que nos vamos ya a casa y he cogido la chamarra pero la maestra me ha dicho que ahora me quedo al comedor. Allí bajamos todos los niños y nos sentamos juntos. Hay mucho ruido. Una cuidadora nos atiende pero a mí no me gusta lo que hay para comer. Jonatan está  jugando con la comida y le riñen. Yo me quiero ir pero como no puedo salir hasta que coma todo... pues estoy aburrida mirando…

He oído a un mayor diciendo que lleva ya casi cinco horas en el colegio pero como yo no sé cuánto es diez minutos o una hora lo único que quiero es ir a casa…

Otra vez al patio y todavía queda toda la tarde hasta que venga mi mama a recogerme. Estoy cansada. Esto es más largo que un cuento de nunca acabar.

Por lo menos nos han dejado sacar las cuentas para hacer collares que es lo que más me gusta. Nerea se ha hecho pis y la profesora ha ido a cambiarla. Mientras Iker me ha quitado las cuentas y no quiere devolvérmelas. Menos mal que la maestra al volver se ha dado cuenta y me las ha devuelto.

Por fin ya es hora de recoger todo y ponerse las chamarras. Nos vamos a casa. Ahora estoy supercontenta.  Mama y la maestra charlan. Ella dice que somos todos muy buenos en clase y mi ama que voy encantada al colegio pero la verdad es que a ratos estoy entretenida pero a ratos lo daría todo por estar con mi mama. La maestra no para de hacer cosas para atender a todos y preparar actividades y yo paso el tiempo entre añorar  a mi mama, jugar, intentar comprender lo que me piden y defenderme de los otros niños. 

Y mañana otra vez lo mismo. ¿Por qué no se darán cuenta de lo que quiero?

viernes, 19 de marzo de 2010

Cuando la violencia y la agresividad nos abraza con barniz de cariño

“Lo que se obtiene con violencia, solamente se puede mantener con violencia”. Mahatma Gandhi (1869-1948) Político y pensador indio.

La violencia anida en nuestras vidas y se inicia muy pronto. Primero en la relación de pareja con sus luchas de poder, después en la concepción en la que se inicia la relación fusional entre madre-hijo y la lucha por la supervivencia, y finalmente en las escuelas donde desde hace años se habla constantemente del acoso y del bullying.

Todos sabemos que los niños ejercen la violencia sobre otros niños y que también dirigen la agresividad hacia los adultos en la confrontación de los deseos entre unos y otros. En mi opinión la lucha por la vida es una lucha de deseos. Entonces la violencia es una relación que camina entre dos vías: una violencia es no integrar el deseo aceptable del otro (negarlo) y otra, por el contrario, aceptar un deseo inaceptable o dañino del otro (que sería ejercer la violencia contra nosotros).

La relación gira entre tu deseo y el mío, que sólo se resuelve parcialmente cuando se negocia en un acuerdo responsable, respetuoso y válido para las dos partes.

Pero hoy no quiero hablar de esas violencias, de lo que voy a hablar es de la violencia ejercida por los adultos a los niños. Adultos con una particularidad y es que son los referentes de seguridad afectiva, aquellos de los que nos decimos hinchados de orgullo que somos sus padres o sus maestros o cuidadores.

El primer error es pensar en el término violencia desde la óptica del adulto. Lo que para un adulto no es violencia o es algo trivial para un niño puede ser una agresión insoportable. En la sociedad hay tantas formas solapadas o explicitas de infligir la violencia a los más pequeños que se puede hacer un tratado de ellas.

El problema es cuando están socialmente admitidas y recurrimos a nuestro bagaje emocional y decimos eso de “a mí de pequeño mis padres me gritaban y no pasaba nada”. Tu experiencia no es extrapolable a la de otra persona. Es tuya y ha conformado una forma de ser. Has de intentar hacerlo mejor para tus hijos. Pero hagamos un breve paseo sobre violencias y agresiones:

Las más corrientes son las voces con tono amenazador, los gritos evacuados por derrame emocional, los calificativos descalificadores o por contra los insultos “cariñosos“, los zarandeos por adultos entre asustados y enfadados, las frases avisando de retirada de aprecio o chantaje afectivo para moralizar y presionar, las miradas amenazantes sostenidas y toda la actitud no verbal con la que coaccionamos a los niños para que acaten las normas sociales, nos hagan caso y no perturben el orden de la clase o de la familia,…

…bueno muchas veces no pensamos en los demás y sólo intentamos que no nos alteren a nosotros. A algunos adultos con eso ya les vale. Necesitamos paz y la movilidad natural de un niño puede alterar bastante.

Hay otras cosas más difíciles de advertir pero muy destructivas como hablar temas delante de los niños pensando que ellos no entienden o están jugando. El desalentar las iniciativas de los pequeños, el utilizar un lenguaje de doble vínculo (a un nivel se da un mensaje y, simultáneamente, pero a otro nivel, se da un mensaje que contradice al primero), el utilizar al niño para llenar nuestro vacío afectivo, etc.

Todos estos sistemas relacionales hacen mella en los aparatos psíquicos de los niños. Cuando creamos un contexto de aprendizaje que se basa principalmente en evitar el castigo para no perder el cariño de quien te cuida y lo es todo para ti, creamos una fractura, una grieta que se hunde en lo más profundo de la persona condicionando las relaciones futuras. Es la utilización del miedo como medio de control y poder…

¿Quién no ha oído a unos abuelos o a unos padres acercarse a un niño y decir eso de “los niños buenos no hacen eso” o “si haces eso no te voy a querer”?

Inquietante, ¿no? ¿Cómo construir seguridad y confianza en las relaciones cuando no puedes saber por dónde van a salir tus padres o si eres bueno o malo?

Postulo que una mente clara es producto de un afecto claro por parte de los padres y educadores. Y esto es porque unos padres y educadores lo suficientemente buenos delimitan muy bien lo apropiado de lo que no lo es.

Estas personas, padres o educadores, tienen una emocionalidad adecuada y autorregulada y que a la vez induce al reconocimiento de lo que están sintiendo ellos y sus hijos, y avanzan con naturalidad y paso firme hacia la posterior autorregulación emocional de sus hijos.

Por descontado que aquellos que ejercen la laxitud desmedida hacen un flaco favor a los pequeños. Los límites son necesarios pero sobre todo las formas, los espacios y el tiempo de poner los limites. Quizás no es un asunto de poner limites y es más de sostener las necesidades profundas de los niños. Habrá que reflexionar sobre esto.

No hace falta decir que lo importante es como se hacen las cosas y el sentido que tienen, ¿o tal vez sí? Pero sigamos con lo que sucede puertas a dentro de un colegio o una casa:

Esas palabras en matiz cariñoso de “¡ven aquí tonto!”, “¡Ay, pero que tonta eres!”, “¡gordo!”, “¡si ya decía yo que…!”

Son palabras amortiguadas en un juego relacional pero que no dejan de contener una carga latente de significados. Y que en niños más frágiles pueden tener un mayor eco. Las palabras pueden activar emociones que nos unen con experiencias y luego resuenan mediante los recuerdos estableciendo cierto estado emocional. Palabras y experiencias nos trasladan hacia nuestra subjetividad. ¿Por qué no utilizar entonces las palabras más amables y bellas junto a las experiencias más respetuosas?

Pensemos en la forma de dirigirse a un niño al que se le intenta explicar una ficha de matemáticas pero no nos atiende: “¡Haces el favor de atender, te lo he dicho mil veces! ¡Siempre estás en la luna!”. “¡Harta me tienes!”.

O cuando los niños nos hablan de todo lo que descubren de forma ilusionada y nos preguntan curiosos y entonces les hablamos de una forma como si no fuera importante y casi como que es una tontería junto a una actitud corporal de como si me dijera una obviedad y una insignificancia. Esto en mi opinión es preocupante. Hay que saber acompañar esa emoción y participar de ella.

Hay otras violencias no escuchadas, no tocadas con la mano y es la de negar la mirada, la cercanía, la contemplación de la producción del otro. Y por favor, piensen sobre esto: no es para un niño lo más duro de todo el desprecio y la indiferencia. ¿De qué sirve ese “para que aprenda” vengador?

Desviar la mirada cuando el otro la busca puede ser demoledor, sin hablarse todo está dicho, no me acepta, no soy digno de ti, no soy bueno,… no me quiere es el mensaje que le puede llegar al niño. La culpabilidad y la falta de maternaje se instalan en ese cuerpo y es un pesado lastre que se lleva en el alma.

Podemos hilar más fino e irnos a delicados detalles de los que no nos damos cuenta. Seguramente seguimos los patrones de conducta que nos fijaron nuestros padres y que ahora se han convertido en automatismos inconscientes. O no es una forma de violentar el desarrollo de un bebé limitar su movilidad, con excesiva ropa o dejándolos en sitios muy acotados para su nivel, o forzar su alimentación hasta que se coma la última cuchara. Y que me dicen de sentarlos delante de una pantalla de televisión para que “se entretenga” y aprenda con un “video educativo” o los dibujos animados.

Hay buenas maneras y malas formas de hacer esto, pero a veces no se trata tampoco de las formas que son excelentes sino de qué es lo que se interpone entre nosotros, nuestra vida y el niño. ¿Es un niño objeto o un niño sujeto? ¿Según mi disponibilidad y horario pasa de objeto a sujeto a contentar?

Ya sé que la tranquilidad y el tiempo son cosas que hoy en día todo el mundo persigue pero que pocos encuentran. Y siento decirles que para educar un niño hay que tener tiempo y transmitir tranquilidad. Hay que tener presentes que el estilo de vida que llevamos puede ser incompatible con la infancia. De hecho opino que los colegios que tenemos son incompatibles con los niños. Es toda una maquinaria de uniformar y almacenar a niños que no pueden ser tenidos por sus padres.

Lo curioso es que hay sistemas familiares amables, educados y dulces, por lo menos en apariencia, pero que albergan niños con problemas. Pienso que relación y síntoma es un binomio. Nos construimos en la relación y si no hay calidad incorporada y armonía en las relaciones tempranas difícilmente podremos tener personalidades sanas o equilibradas.

Existen violencias duras, violencias dulces, violencias pasivas, violencias buscadas, violencias deseadas, violencias muy emocionales, violencias amables, violencias admitidas, violencias asfixiantes, violencias laxas, violencias simbólicas, violencias culturales, violencias como juego,...

…violencias por imposición de deseos conscientes e inconscientes que nacieron desde la incapacidad de amar o de un amor defectuoso implacable. Es en definitiva la imposibilidad de comunicarse con el otro y de mirarse a uno mismo.

Cómo decir que una postura firme al educar no tiene nada que ver con todas estas cosas que decía antes y que forman parte de una dinámica oculta o visible de violencia. Cuándo nos daremos cuenta de que hay que dar posibilidad a la reparación de aquello que no consideramos conductas adecuadas. Que el acatamiento inmediato no es más que una solución a corto plazo y que es necesario dejar un tiempo para elaborar e integrar los mandatos que pedimos a los niños.

El escritor y poeta francés Jean de la Fontaine lo decía muy bien: “La paciencia y el tiempo hacen más que la fuerza y la violencia”.

jueves, 11 de marzo de 2010

Ver, Escuchar y Sentir al Otro

"La infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay más insensato que pretender sustituirlas por las nuestras". Jean Jacques Rousseau (1712-1778) Filósofo francés.

Desde que nacemos y nos vamos desarrollando se van formando grandes diferencias entre las personas. Los rasgos corporales  externos se ven con facilidad. Hay personas altas y bajas,  delgadas y obesas, con orejas grandes, pequeñas, con ojos azules, verdes, marrones, etc.

Son diferencias que enseguida vemos pero hay otro tipo de diferencias mucho más importantes y que no se ven a simple vista. Son las diferencias que marcan las capacidades psicológicas. 

En este campo vemos unas diferencias tremendas entre las personas. Las hay con grandes capacidades para escuchar y otras simplemente no pueden escuchar, las hay con gran empatía y simpatía y otras que en cambio no sienten nada o poco por los otros, los hay con capacidades enormes para aprender y otras que no entienden nada, los hay que son cariñosos con todo el mundo y otros crueles con personas y animales, los hay que parecen una cosa pero luego son otra,…

Entre tantas diferencias y tan importantes, uno que ya ha visto muchas cosas, se pregunta qué decisiones marcan nuestra vida para siempre.  Y algunas de ellas son el por qué elegimos a nuestras parejas o en que nos fijamos cuando llevamos a una guardería o escuela a nuestros hijos. 

El acto de elegir una guardería o colegio puede estar mediatizado por lo externo y aparente: nos preguntamos por las instalaciones, los métodos educativos, la facilidad de horarios, las comodidades del comedor, etc.

Pero nadie se pregunta si las personas que atienden en estos centros tienen los atributos necesarios para Ver, Escuchar y Sentir a los bebes y a los niños. 

No me cabe duda de que con formación específica sobre el reconocimiento de las emociones se puede mejorar muchísimo pero también es verdad que hay personas con grandes capacidades naturales para empatizar y leer los estados mentales de los otros. Cualidades todas ellas necesarias en los padres y en los maestros.

De lo que muchos teóricos de la enseñanza no se han dado cuenta, perdidos en ideales y estupendísimas metodologías  educativas es que hay algo más importante que “el saber” en sí mismo. 

Habrá muchos que gritarán al cielo por la baja calidad de la enseñanza y lo poco que aprenden los niños. Pero perdónenme ustedes, aunque a primera vista pudiera padecer que sí, la ignorancia no está reñida con la inteligencia o la educación y el saber estar. Hay personas tanto sin conocimientos como muy estudiadas que no saben relacionarse con los demás y sufren y hacen sufrir. 

Creo que hay que encuadrar el problema, no es saber o no saber contenidos sino la capacidad de Relacionarse, Escuchar y Ver al Otro como se crea una sociedad mejor. Creo que lo que esta sociedad necesita son personas capaces de descentrarse de sí mismos y de ser más humanos. Capacidad la humana “humana” que no viene dada, sino que se desarrolla con la relación empática y amorosa con los otros. Estos deben ser los modelos más importantes para nuestros hijos.

Desde mi perspectiva la formación de los cuidadores, maestros y profesorado, sobre todo a tempranas edades, va por unos derroteros muy específicos y que no son del todo apropiados actualmente. Se ha infravalorado su función en la sociedad y se les ha inquirido a adquirir muchos conocimientos pensando que así tendríamos a los mejores para la educación de nuestros hijos. 

Con los docentes, parece ser que con sólo ver un curriculum impresionante y dominar muchas lenguas nos tranquiliza el hecho de dejar a nuestros hijos en manos de ellos. Pero según lo pienso yo no es sólo cuestión de inteligencia o de estudios universitarios.

No dudo de la necesidad de saber pero lo que no se hace es ver qué tipo de arquitectura mental tiene esa persona involucrada en la atención de los niños. Qué capacidad para oír las emociones y para desconectar de las propias preocupaciones y así no invadir con emociones no adecuadas a los infantes. Con que capacidad y serenidad puede dirigirse a calmar a un niño asustado o que agrede, o que no es capaz todavía de guardar un turno de palabra, o que decide ponerle en un aprieto, etc. 

Si tenemos profesorado desbordado, estresado,... Pues a la vez de darles medios para que esto no suceda es interesante que esa persona sepa no trasladar por contagio emocional esas vivencias displacenteras a niños de tan corta edad. Aprendemos mucho por imitación, y nuestras actitudes y la forma sensible y serena de encarar los problemas y las situaciones, son vitales para educar.

Los niños con su gran capacidad para advertir las emociones expresadas en el cuerpo y en la cara se dan cuenta de todo y perciben hasta el más mínimo cambio de estado emocional en los adultos que les cuidan. Un adulto tiene que estar corporal y emocionalmente disponible y atento a las necesidades de los pequeños, si esto no es posible es como dejarlos huérfanos.

Me gustaría que imaginasen ustedes como padres, que en vez de uno o dos hijos tienen ustedes 8 de golpe. ¿Cómo estarían ustedes si tienen que cuidar de todos esos bebes a la vez? O en el caso de niños de 3, 4 o 5 años: ¿serían capaces de tener hasta 20 niños metidos en una habitación hora tras hora, día tras día aunque luego vayan un ratito al recreo? ¿Tienen las capacidades y recursos como para hacerlo? ¿Podemos pedirles a otras personas esto que no vemos viable en cuando nos paramos a pensarlo detenidamente?

El problema viene cuando una solución que en principio sirve para casos excepcionales, las guarderías y la etapa infantil, se generaliza en la sociedad y se normaliza tanto por los individuos como por las instituciones. Los políticos lo utilizan para rentabilizar votos, disfrazado de un servicio social para toda la ciudadanía global, mientras los mitos y creencias sobre sus beneficios educativos florecen aferrándose a modo de ideas tranquilizadoras en nuestras conciencias. Mientras, más y más centros nuevos infantiles se abren cada año, aumentando esa sensación de extrañeza en algunos por no llevar a su hijo, cuando todos lo hacen y acallando a los pocos que dudan de que bebes de seis meses tengan que acudir a estos centros.

Creo que es hora de cambiar cosas. De que en los institutos y las universidades, sean las carreras que sean preparen para las asignaturas de la vida. Todos absolutamente todos deberíamos aprender la formas respetuosas y adecuadas para ejercer mejor de padres o ciudadanos. 

jueves, 4 de marzo de 2010

Objetos, cuerpo, sensaciones y carácter


"No somos sólo cuerpo, o sólo espíritu, somos cuerpo y espíritu a la vez". George Sand (1804-1876)


Este post  va de como condicionan e incluso configuran, los objetos y las sensaciones corporales asociadas, nuestro estado emocional y con el tiempo hasta nuestro carácter.

En todo momento  el estado del cuerpo tiene que imbricarse con los procesos cognitivos y con el ambiente.  Lo interesante es lo que emerge de esta fusión.

El experimento de Harry Harlow con monos sobre el apego es un gran ilustrador de la importancia de los objetos, del cuerpo y de las situaciones para configurar seguridad y por lo tanto como estas situaciones prolongadas y repetidas pueden influir en la futura personalidad.

Recordemos que Harlow ideo un experimento donde las crías de monos  Rhesus elegían para refugiarse a muñecas revestidas de un trapo suave en vez de muñecas hechas con fríos alambres aunque sólo estas les alimentaban a través de un biberón.

Lo que probó es la necesidad del contacto corporal y las sensaciones más allá de tener el alimento asegurado. Vamos que no basta con que  las personas estén “bien atendidas”, se necesitan más cosas que un techo, la comida y una paga.

Detengámonos un poco con la piel, que es como una extensión del sistema nervioso. Nuestra piel establece relaciones desde el Yo a lo que no es Yo. Se convierte entonces en un traje a medida que tiene que encajar con el mundo y que como límite corporal delimita e interviene constantemente en nuestro psiquismo. La piel es nuestra carta de presentación y la limpio, la visto, la doy cremas, la pinto, tatuó, o la oscurezco tomando el Sol.

Sí, pero aparte de todo ese hecho manipulativo íntimo o social, las sensaciones, los estímulos que llegan a la piel provocan emociones. La piel se siente. Un  ejemplo sencillo, según las situaciones, un objeto o incluso una habitación caliente o fría  provocan una sensación de bienestar o malestar. Y  este hecho es fundamental pues deviene antes que el pensamiento consciente o la realización de justificaciones cerebrales.

Está claro que nuestro estado emocional puede influir en nuestras elecciones, y al revés, los objetos inducir un estado de ánimo determinado. Pero hay algo que no deja de suceder y es que no se puede dejar de sentir, de recibir información propioceptiva: de músculos, tendones,  articulaciones, del sistema del equilibrio, del tono; y de la piel…

Es por eso que la experiencia corpórea está provocando la interpretación de lo que te sucede a cada  momento. Cuando lees estas líneas. El cerebro evalúa la situación de tu cuerpo en el espacio y las sensaciones que le llegan de los órganos y de los sentidos. ¿Se puede mantener la atención de la misma forma cuando se está cómodamente sentado que cuando uno está incómodo y con un equilibrio precario?

Voy más allá: ¿se puede sentir lo mismo, sentir las mismas emociones en intensidad y duración si uno no tiene la disposición corporal adecuada? ¿Cómo varían nuestras emociones al variar nuestras posturas? Sentado, de pie, tumbado, en posición fetal, estirándose, quieto, moviéndose, andando, corriendo, girando, haciendo el pino, respirando profunda y relajadamente.  Y si hacemos lo anterior cerrando los ojos y tapándonos los oídos,…

¿Se puede mantener el sentimiento de tristeza haciendo el pino? ¿Bailando?

Pongamos ejemplos de la vida cotidiana "en movimiento": solemos decir a las personas que se sienten cuando les vamos a comunicar una mala noticia. Cuando vemos a alguien muy contento quizás esté dando botes de alegría. Y a aquel que anda cabizbajo inferimos de él que está deprimido. Es curioso como nuestro cuerpo es el referente primordial y por eso nos referimos a él continuamente y entonces aquel que nos fastidia es como “un dolor de muelas” y con sólo pensar en él “me duele la cabeza”,…

Os habéis fijado que cuando viajamos en un coche muy potente, sentados en unos asientos envolventes, nos sentimos poderosos porque la aceleración que nos empuja contra el respaldo nos transmite una sensación que interpretamos como de fuerza. Esto es porque el auto nos responde y el sistema vestibular funciona. Lo mismo pasa cuando es el cuerpo entero el que nos responde con prontitud y adecuación al movimiento, entonces nos sentimos fuertes y con autoestima. Es el dominio corporal interactuando con el mundo lo que funda la seguridad en nosotros mismos. Hay otras muchas sensaciones... como cuando nos vestimos con ropa amplia y nos sentimos cómodos y libres.

Pienso que a través de estos ejemplos muchas veces lo sensitivo es más poderoso que lo cognitivo. Lo racional tan solo trata de dar lógica a lo sentido. E incluso se busca una sensación en el cuerpo cuando reflexionamos. Es como un barrido que busca pruebas en el medio interno o externo para confirmar lo pensado. Lo “presentía” o lo intuía solemos decir.

A donde quiero ir es anterior a lo consciente, es a esa transición que va de lo inconsciente al momento que se percibe por la conciencia. Al darse cuenta como un todo orgánico y que es básico en el sentimiento de conexión, pues ser entendidos corporalmente es sanador y cuando a alguien le cogen la mano, le abrazan, le acarician o le tocan mientras le miran, entonces surge algo que centra sus sentidos en sí mismo y en el otro. Aparece una mismidad, una sensación que aumenta la conciencia de existir y que ata a la vida. Lo corporal bajo este punto de vista es fundamental para hacer terapia pues las sensaciones corporales son lo que nos permite tener una identidad nítida y comunicarnos a nivel profundo.

Si uno entiende la gran importancia de las experiencias sensacionales tiene especial cuidado por los detalles. Por ejemplo, una cosa tan simple como el estilo de cómo se cierra una puerta: con suavidad o de un portazo, deja una sensación en quien lo percibe de enfado o de tranquilidad. Si uno no da la mano con el tono adecuado, digamos muy flojo o muy fuerte. Entonces produce determinadas opiniones de confianza o desconfianza. Si caminamos juntos y uno se adelanta porque lleva otro ritmo le espetamos: ¿a dónde vas? Y si se atrasa: ¿no venías conmigo? Esto es porque hablamos con el cuerpo, desde el cuerpo y pensamos gracias a él.

Como veis desde este punto de vista toda acción es corporal y sensacional y en nuestras manos queda tener en cuenta nuestros actos y nuestros cuerpos porque sólo así podemos crear un ambiente psíquico-corporal acogedor para nuestros pacientes o nuestros seres queridos. No hay mente y cuerpo, el cerebro es sólo otro órgano indisociable del cuerpo.

martes, 2 de febrero de 2010

Lectura recomendada

Acabo de terminar de leer el libro del psiquiatra Alberto Lasa Zulueta: " Los niños hiperactivos y su personalidad". Y no puedo sino recomendarlo a todos los piscomotricistas relacionales y a todas aquellas personas que se relacionan con la infancia.

En esta publicación se hace un repaso de la historia y el concepto de la hiperactividad para después pasar en la segunda parte a la hiperactividad y la organización de la personalidad. 

Según nos cuenta, en su experiencia clínica muchas veces la hiperactividad y el déficit de la atención, entre otros síntomas, se acompaña del trastorno limite de la personalidad o también llamado borderline. 

La visión amplia del problema, las descripciones abundantes y claras de los síntomas y funcionamientos mentales son de inestimable ayuda.

Por último, nos hace un repaso del TDAH en el marco de la actualidad. Con sus debates y puntos de convergencia clínica. Convergencias que son necesarias para aprender más y dar una respuesta óptima a estos niños y a sus familias.

En definitiva un gran libro y muy ameno de leer en el que se expone la enorme complejidad del desarrollo humano y la más que estrecha correspondencia entre psiquismo y ambiente.

Publica Editorial ALTXA (Asociación para la Promoción de la Salud de Niños y Adolescentes)

ISBN 13: 978-84-612-7156-6. 224 p. 21×14 cm Rústica.
Precio: 15 € (iva incluido)


lunes, 21 de diciembre de 2009

Conferencia Eszter Mozés, método Pikler-Lóczy

Pikler-Loczy
Se va a dar una conferencia sobre la pedagogía Pikler-Lóczy el viernes 15 de enero de 2010 en el salón de actos de la Escuela Universitaria de Magisterio en Bilbao.

Está invitada Eszter Mozés formadora del Instituto Pikler-Lóczy. Os recomiendo acudir ya que esta pedagogía tiene un profundo respeto por el niño y su ser, un ser lleno de psicomotricidad.

En las ideas que puso en práctica la pediatra Emmi Pikler, ya hace muchos años, está proporcionar la seguridad y estabilidad afectiva, junto a la consideración de las diferencias de desarrollo y sobre todo que el niño dirija su propia actividad según sus intereses y necesidades.

Cuando vemos el trabajo del Instituto Lóczy a todos nos llama la atención la especial forma de valorar las iniciativas de los niños y de hacerles sentir sujetos valorados, participativos y colaboradores activos en el día a día de sus vidas.

Y es que las educadoras formadas en este método se acercan a los niños con una atención y una delicadeza exquisita que crea por si misma la posibilidad de que el pequeño establezca una relación privilegiada y dinámica con el adulto.

Si queréis saber más, nos veremos por allí. Es a las 11:30. La dirección: Ramón y Cajal, 72. Bilbao. UPV/EHU.

NUEVO: Si no hay problemas técnicos se podrá ver on-line a través de: http://ehutb.ehu.es/canal2
NUEVO: Ya tenemos colgada la conferencia: http://ehutb.ehu.es/es/serial/237.html#724



1 de 2, 1 parte Conferencia Ezster Mozes... por Psicomagister

2 de 2, 2 parte Conferencia Ezster Mozes... por Psicomagister

viernes, 11 de diciembre de 2009

Lo pequeño e invisible a los ojos

images "No es tan dañoso oír lo superficial como dejar de oír lo necesario”. Marcus Fabis Quintiliano

En esta entrada hablaré de situaciones que se dan entre niños y niñas que comparten los mismos espacios de escuela, barrio o calle. Estos niños y niñas son vistos por sus maestros y a veces por sus madres y padres como que tienen un pequeño problema de comportamiento.

Podríamos decir que a simple vista quizás estos chicos no se relacionan con otros niños y se apartan de los juegos, o tal vez se muestran temerosos ante las situaciones de recreo en el patio o hablando claro, no les hace mucha gracia ir a la escuela, y se ven “obligados” a permanecer en un aula, día tras día, sin que ellos puedan entender por qué tienen que estar allí.

Lo que yo me pregunto es que les pasa a estos niños. ¿No se relacionan porque son tímidos y apocados o son tímidos y se retraen porque no pueden defenderse de lo que les sucede? ¿Se les escucha realmente o solo se les relativiza el problema para que deje de ser problema para nosotros?

Creo que a veces sólo nos fijamos en el déficit porque solamente pensamos en buscar donde está el fallo y como subsanarlo desde un punto de vista muy material y cognitivo y olvidamos que detrás de toda conducta observable y cuantificable hay una vivencia de ese niño.

Una vivencia que para él es radical, que llena su vida, de la que no puede escapar y que trata de afrontar como puede. ¿Alguno se ha preguntado qué es lo que siente y cuáles son los comportamientos y sentimientos de aquellos con quienes comparte lugar y relación?

Cuál, con quiénes y cómo es la relación que origina esa vivencia es lo que nos debemos preguntar.

Imagínense que ustedes tienen un problema en su lugar de trabajo. Un compañero que se burla de ustedes o que les acosa. O por poner otro ejemplo, quizás tiene miedo de ser abandonado por su pareja. Pero nadie lo sabe porque es algo íntimo y personal.

Es más que probable que su jefe o compañeros noten su conducta. “Está raro”. “No habla con nadie”. Si lleva poco tiempo incluso piensen de usted que es antipático y poco sociable. Y un día su jefe incluso le comente a solas sobre su bajo rendimiento laboral.

¿Cambia algo si yo infiero de usted que es una persona tímida o que simplemente es usted así? ¿Le paso un test para que me refleje sus rasgos de personalidad e inteligencia o inicio un programa en habilidades sociales para enseñarle a relacionarse? ¿Le escribo notitas con cumplidos en la mesa para aumentar su autoestima?

La cosa no queda ahí. Luego viene el psicólogo de la empresa y por las preguntas que nos hace resulta que acabamos pensando que el problema es nuestro porque realmente no sabemos relacionarnos.

Termina la jornada, nos vamos a casa pensativos y aquí ya es cuando uno explota y piensa:” ¡qué coño sabrá toda esta gente de lo que yo estoy pasando y de lo que pasa por mi cabeza!”. “Además, ¡para que quiero relacionarme con Luis si es un idiota que me está vacilando todos los días!”…

Bien, pues lo que pasa es que estos adultos que ven nuestra conducta no entienden nada de lo que pasa. Y esto mismo ocurre con muchos niños. La vivencia es de uno, es vivida y sentida y lo que nos ayuda es la forma en que nos respetan, nos escuchan y ponen soluciones concretas a aquello que nos preocupa.

Pero enfatizo: ¡hay que ocuparse  de aquello que preocupa al niño como individuo especial que lo está viviendo, no encerrarse en la torre cognitiva e intelectual de aquellas personas que desde las gafas de su historia y profesión creen ver algo y no descienden a la vivencia!

Debemos observar más allá de lo que sucede en la superficie e ir a lo necesario. Puede ser que el problema oculto o no detectado por los adultos sea que un niño atemoriza o desprecia a otro, o que en su casa sus padres discuten y se van a separar, las causas pueden ser infinitas como para enumerarlas.

En todos estos casos el problema no está en el niño, está en la situación. Intenten arreglar la situación y sepan acompañar y respetar los sentimientos del niño y ese niño afrontará la vida de otra manera.

Y como diría Saint-Exupèry miren atentos con el corazón porque lo esencial es invisible a los ojos.

lunes, 5 de octubre de 2009

Educación emocional desde el útero materno

 "Todos somos producto de nuestra historia  de desarrollo en el útero materno". Vivette Glover

Hace tiempo que leo sobre la transmisión de los efectos del estrés y de las emociones en las generaciones siguientes. También hay estudios muy interesantes de como influyen el tabaco, el alcohol, la contaminación, la dieta y en definitiva el estilo de vida en la configuración del ser que va a nacer.

Parece ser que las probabilidades de padecer ciertas enfermedades de adultos, el nivel de hiperactividad y atención, la esquizofrenia, el bajo coeficiente intelectual, los problemas conductuales o de aprendizaje de muchos niños se crean durante el embarazo.

Esta semana en Redes, programa de divulgación científica, se explica muy bien algunas de las últimas conclusiones sobre las repercusiones que pueden tener en el feto y para toda la vida desde el apoyo de la pareja hasta el ambiente laboral o el tipo de parto.

Resulta obvio que lo que necesitan las mujeres y los bebes incluso antes de nacer es tiempo para ellos y ser queridos. Una sociedad como la nuestra, tan estresante, ansiosa y competitiva produce enormes daños a los individuos a lo largo de toda su existencia y más allá. Y es que nuestro pasado condiciona nuestro presente y condicionará nuestro futuro.

Añadiría lo dicho en Redes sobre los efectos biológicos del cortisol y otras hormonas en los genes (que señalan los estudios de la epigenética), los efectos de la transmisión cultural y de narrativas psicopatógenas entre padres e hijos. Las historias familiares que llevamos a cuestas o que contamos a nuestros hijos también influyen en la configuración de su psiquismo.

Os dejo el vídeo integro, merece la pena escuchar a la investigadora en psicobiología perinatal del Imperial College London, Vivette Glover.

Descarga la transcripción de la entrevista.

domingo, 4 de octubre de 2009

La sociedad con trastorno de atención e hiperactividad

"Nuestro gran tormento en la vida proviene de que estamos solos y todos nuestros actos y esfuerzos tienden a huir de esa soledad". (Guy de Maupassant)

Leía hace poco un artículo titulado “Padres poco comunicados con sus hijos”. Y la reflexión pone sobre la mesa una nueva forma de sociedad inatenta, despistada e incluso descuidada con los bebes y niños pequeños. 

Las nuevas tecnologías se han introducido en nuestras vidas e invaden todos los ámbitos públicos y privados. Es por ello que con relativa frecuencia en el cine, en el teatro, en una reunión, en la consulta del médico, en hospitales, entre padres e hijos, etc. suena inoportunamente el móvil con una llamada o con un mensaje; y entonces personas con actitud ansiosa buscan en los bolsillos y bolsos el teléfono para contestar rápidamente, focalizando su atención en ese hecho y dejando de atender u observar a todo aquel que está a su lado.  

De repente, en un segundo se ha terminado abruptamente una conversación, una mirada, un acompañamiento a otra persona que nos escuchaba o miraba. Y nos quedamos con la sensación de que algo se ha roto, de un vacío porque han dejado de hablarnos o ya no nos escuchan. 

No es sólo el móvil, otros permanecen enganchados a minúsculos reproductores de música haciendo varias tareas simultáneamente o charlan contigo mientras escuchas de fondo un sonido que sale de sus auriculares. Bajan el volumen pero algunos no llegan ni a apagar el aparato. 

Estos son los casos más comunes pero con la celeridad de la tecnología nos movemos a estar más interconectados a través del Internet móvil y las nuevas redes sociales: Facebook, Tuenti, MSN, Twitter. Cada vez hay más gente pegada a una pantalla viviendo múltiples vidas: la que tienen y la que narran según el perfil que han creado en esas redes.  

Todo esto trae unas nuevas formas de relación entre las personas que en mi opinión están más “conectadas” pero más alejadas porque se crea una falsa sensación de cercanía en la que falta el cuerpo y la sensación, incluso la coherencia vital. 

A esto se le suma el problema del espacio temporal. Hablamos y chateamos a cualquier hora y desordenamos el orden que antes había. Ya no hay un tiempo para cada cosa sino que se interrumpe, se pospone y se vuelve a retomar a destiempo acciones que son prioritarias y más importantes que otras. Y esto es realmente grave cuando cuidamos de otras personas.

Cada mensaje que llega a la bandeja del correo o SMS supone un impacto emocional. Un pequeño desasosiego, una diminuta incomodidad, una corta inquietud, un algo que impulsa a ser descubierto y se prioriza compulsivamente. ¿Quién será? ¿Será importante?...

Es a mi parecer la interrupción continua de los estados de atención, de las secuencias temporales para llevar a cabo una acción planificada con eficacia y esto no puede más que traer un desajuste en este campo. Es curioso que cada vez se diagnostica más TDAH pero: ¿Cómo es la atención y las acciones de los adultos que educan?  

Bien, en esta entrada lo que me interesa remarcar no es lo que nos pasa en nuestras relaciones entre adultos sino la traslación de este tipo de relación a los bebes y niños. Lo que observo es que la gente joven y no tan joven podemos estar tan condicionados al sonido de un móvil como el perro de Pavlov que salivaba en cuanto oía una campanilla.  

Pues al tema: El problema viene cuando estamos con nuestros hijos o con los niños a nuestro cargo. Me pregunto cómo establecer una comunicación de calidad en la que los bebes puedan encontrar el rostro y la atención mantenida para hacer peticiones y aprender de las reacciones faciales, vocales y corporales del cuidador y de esta manera empezar a elaborar las habilidades necesarias para descodificar el lenguaje no verbal correctamente y así desde el sentirse plenamente escuchado por los padres y cuidadores sentir seguridad en las relaciones; puesto que ya me dirán ustedes si estos infantes no tienen modelos adecuados de comunicación como van a hacerlo o como van a sentirse. 

Si no se les habla lo necesario, si no se les canta, si no se tiene paciencia, si cambiamos constantemente de actividad y emoción, si no se les mira con la suficiente capacidad, calidad y buena disposición. ¿Dónde hallarán estos modelos?

Los bebes necesitan del espejo de sus madres y cuidadores. El precio de nuestra especie por nuestra inteligencia es nacer más desvalidos que otros mamíferos. Y esto se compensa por los grandes cuidados que les dispensamos hasta la adolescencia y la gran capacidad del aprendizaje humano. Pero resulta que la calidad de la relación comunicativa, base de esa capacidad de aprender ya que somos animales sociales, se está transformando.  


Puesto que el tema es inquietante dejo en el aire estas preguntas: ¿Qué repercusiones puede tener esto sobre las futuras generaciones? ¿Cómo son las vinculaciones de estos nuevos individuos? ¿Cómo se relacionarán con sus padres y sus compañeros? ¿Cómo sentirán la presencia del otro? ¿Podrán descentrarse de sus necesidades para encontrar a otras personas? ¿No crea esto una tendencia a desinteresarse del mundo exterior y a ensimismarse en lo imaginado?  

Quizás como la evolución biológica de Darwin, la evolución cultural es ciega y no podemos saber a dónde llegaremos. La sociedad se retroalimenta así misma lejos del bien y del mal, de lo correcto o incorrecto, incluso al margen de la solución más eficiente para ser felices como individuos o como grupo y es posible por lo tanto que lo que vivimos se quede en olas u ondas expansivas de acontecimientos que van y vienen; y la educación en valores a la que presumimos muy poderosa y dedicamos muchos esfuerzos sea tan sólo una ola formada de agua y espuma que puede llegar a buen puerto o no.

Por cierto, se me olvidaba: apaguen sus móviles y demás artilugios y cachivaches electrónicos cuando estén con bebes y niños e intenten estar atentos a sus expresiones e intereses.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Subjetividad e integración


"Si me hubieran hecho objeto sería objetivo, pero me hicieron sujeto". (José Bergamín)
La subjetividad y la integración deben ser los elementos que ha de manejar un psicomotricista en sus sesiones. Por eso las actividades guiadas o los circuitos de obstáculos que vemos en las clases de psicomotricidad tradicionales de muchos colegios no nos interesan especialmente. Son entrenamientos robotizados y eficaces muscularmente, interesantes y necesarios en muchos casos, pero no especialmente integrativos.
¿Por qué digo esto? Pues porque la necesidad del niño o de la persona atendida (en psicomotricidad de ayuda) de ser el mismo se subraya y se apoya con la actividad libre que realizan dentro del espacio psicomotor.
El equilibrio psíquico y físico se desarrolla en nuestras aulas o gabinetes de psicomotricidad esencialmente porque la psicomotricidad relacional alienta a que las personas elaboren continuamente la historia de lo que les ha pasado o que les va pasando y articulando las sensaciones vinculadas para que lleguen con el tiempo a “in-corporarse” en su ser, formando un todo unificado y así conformar una personalidad más equilibrada y coherente.
Los mimbres de nuestra subjetividad se entrelazan con lo que nos sucede y en nuestras vivencias nos suelen ocurrir muchas cosas. ¿Se han preguntado cuántas cosas les suceden en un día a los niños?
Por ejemplo, que su madre o cuidador les hable con ternura o con dureza, que un amigo les trate con indiferencia o por el contrario les abrace con alegría. Quizás noten el desprecio en la mirada de alguien o su cordialidad,… ¡Cuanta gestualidad reciben! Y, ¿cómo digieren todo esto?
Sin quererlo al vivir todos estamos introyectando la expresividad del otro con y en nuestra subjetividad. La realidad es que nos transformamos los unos con los otros por eso es tan importante el contexto ecológico donde vive el niño o el adulto, o donde estudia o juega.
Para mí es curioso ver que en todos los colegios existan aulas de psicomotricidad pero insuficientemente utilizadas. Nos quedamos como mucho en un espacio para realizar ejercicios gimnásticos dirigidos o para que los niños jueguen a su aire.
Esto es una gran pérdida de recursos. El marco que engloba una clase de psicomotricidad Aucouturier o relacional no tiene nada que ver con hacer muchas de estas actividades propuestas por el profesor o de abandonarlos a su aire en el gimnasio para que no se pasen todo el día en la clase. Lo interesante de las aulas de psicomotricidad es que estén abiertas para las necesidades de los niños.
Esas aulas deberían estar abiertas en todo momento para acoger a niños grupal o individualmente a lo largo de todo el horario escolar porque la urgencia, las crisis y el poder de las situaciones no entienden de horarios. Que mejor lugar para tratar a niños con dificultades emocionales, conductuales o psicofísicas que las aulas de psicomotricidad debidamente preparadas y con psicomotricistas formados para ayudar a estos niños.
Por el contrario las universidades se afanan en enseñar a los futuros maestros a realizar unidades didácticas cuando lo que deberían hacer es enseñar a respetar los procesos madurativos y dejarles espacio a los niños para vivirse con placer. De que nos sirve después diagnosticar con test y pruebas estandarizadas, o paliar los déficit con múltiples clases de refuerzos y logopedas sino hemos creado anteriormente y para el futuro el ecosistema protector y terapéutico que ayude a la maduración de estos niños.
Hay que desterrar mitos y creencias erróneas: En guarderías y educación infantil el fin no es socializar o enseñar sino acompañar al niño en su desarrollo integral.

miércoles, 8 de abril de 2009

La fábrica a donde van los niños


"Educación es lo que queda después de olvidar lo que se ha aprendido en la escuela" (Albert Einstein)
Duermen en sus habitaciones cuando bien temprano suenan las alarmas. Sus cuidadores aún soñolientos se afanan por levantarlos de las camas, vestirlos, darles de desayunar y con prisas eternas les encaminan hacia la escuela.
Diariamente muchos son trasladados en coches y autobuses, o por la calle entre zancadas del tamaño de un adulto, mientras una voz preocupada y ansiosa dice: “¡Venga, que vamos tarde!”. Toca la sirena. Allí tras una despedida con un beso breve y acongojado estos chiquitines permanecerán en estos centros de reclusión y trabajo forzado por muchas horas.
Es curioso pero según nos acercamos a estos edificios vemos las rejas rodeando los patios y como multitud de niños son clasificados por edad y dispuestos en filas de a uno para subir a sus estancias. Allí unas mesas y unas sillas ocupan el espacio y se ordenan frente a un adulto que trata de mantener el orden y “enseñar” lo que se supone que deberían aprender.
Parece que nadie quiere ver y se recurren a frases hechas: “a estas edades aprenden con mucha facilidad”,”los niños son una esponja”, “así estarán mejor preparados para la vida”,...
Bajo ésta premisa parece que todo vale y que hay que aprovechar esos primeros años de vida para enseñarles tres idiomas, matemáticas, música, utilizar bits de inteligencia y demás métodos de enseñanza precoz. 
No digo que enseñarles estas habilidades sea malo pero creo que hay un abuso y una mala interpretación de los estudios científicos que nos dicen con acierto que el cerebro es muy plástico al principio de la vida.
Cualquier persona que sepa observar el comportamiento de un niño se da cuenta de que su cerebro tiene una capacidad asombrosa pero eso no significa que  tengamos que empezar una carrera desenfrenada para que nuestros hijos aprendan de todo en aras a una mayor capacitación académica futura.
¿Dónde ponemos el límite al entrenamiento cognitivo? ¿Estamos haciendo lo mejor o solo viendo unidimensionalmente las grandes capacidades de un cerebro en desarrollo? La sociedad nos pide más formación: ¿pero es bueno para su salud mental? ¿Es ésta la sociedad que queremos? ¿Podemos hacer algo para cambiarlo?
Un niño nace con todo lo necesario para aprender: jugando y relacionándose con sus padres, familiares, el medio ambiente que le rodea y sus iguales. De esta forma tan fácil va construyendo lo que realmente necesita y a su debido tiempo.
Si un niño es un ser completo y predispuesto para aprender con curiosidad, lo que más puede ayudarle entre los 0 y los 6 años es una buena base emocional, acompañarle sabiamente en el inicio de su vida. No solamente “preparándole” y “jugando” con inglés, lecto-escritura, fichas, etc.
Si uno es capaz de hacer ambas cosas estupendo pero en mi opinión estamos cebando de conocimientos a los niños. Mediante sofisticadas formas “ajustadas a sus capacidades” les sometemos a una sobre estimulación constante. Sustituimos nuestra presencia por guarderías, aulas, juguetes, televisión,…
Creo que estamos fallándoles. Que basta ya de tantos conocimientos en la educación infantil. Basta ya de tanta intervención pedagógica basada en resultados efectistas. Esto no es un concurso para ver que tantas cosas saben hacer, aprender o cuanta memoria tienen.
Quiero hacer hincapié en que la memoria que hemos de fomentar y construir con ellos va por otro lado. La que es verdaderamente importante es la que poco a poco se construye compartiendo la vida con tus seres queridos. Todas esas horas jugando con ellos, “estando” con ellos, escuchándoles o hablándoles. Esa es la verdadera materia para el aprendizaje que nos lleva a ser PERSONA.
Es SER y no TENER muchísimos conocimientos. En esta sociedad hemos pasado de acumular objetos y riquezas a acumular títulos académicos y saberes descontextualizados que no se insertan en la relación del día a día, en la relación entre tú y yo.
Díganme de que les servirán los títulos, ser trilingüe y máster en económicas a estos individuos si la fragilidad emocional se anida en su interior, si su personalidad o la empatía no se pueden formar bien por falta de un modelo paterno o materno consistente.
Den ustedes a sus hijos toda la educación escolar del mundo en un entorno familiar normalizado pero si solo reciben conocimientos y no afectividad de calidad, sino construyen una historia de amor con sus hijos, es bastante probable que puedan surgir individuos egocéntricos y egoístas con grandes dificultades para desarrollar vínculos emocionales satisfactorios con otras personas.
En mi modesta opinión formar a un niño o una niña que esté preparado para el futuro que le depare la vida tiene que ver con el poder buscar en su memoria y ver que dispuso de un tiempo en el que fue querido y tenido en cuenta incondicionalmente.
Háganme caso construyan una historia de amor con su pareja si la tienen y con sus hijos, es lo mejor que pueden hacer si los quieren.