jueves, 11 de marzo de 2010

Ver, Escuchar y Sentir al Otro

"La infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay más insensato que pretender sustituirlas por las nuestras". Jean Jacques Rousseau (1712-1778) Filósofo francés.

Desde que nacemos y nos vamos desarrollando se van formando grandes diferencias entre las personas. Los rasgos corporales  externos se ven con facilidad. Hay personas altas y bajas,  delgadas y obesas, con orejas grandes, pequeñas, con ojos azules, verdes, marrones, etc.

Son diferencias que enseguida vemos pero hay otro tipo de diferencias mucho más importantes y que no se ven a simple vista. Son las diferencias que marcan las capacidades psicológicas. 

En este campo vemos unas diferencias tremendas entre las personas. Las hay con grandes capacidades para escuchar y otras simplemente no pueden escuchar, las hay con gran empatía y simpatía y otras que en cambio no sienten nada o poco por los otros, los hay con capacidades enormes para aprender y otras que no entienden nada, los hay que son cariñosos con todo el mundo y otros crueles con personas y animales, los hay que parecen una cosa pero luego son otra,…

Entre tantas diferencias y tan importantes, uno que ya ha visto muchas cosas, se pregunta qué decisiones marcan nuestra vida para siempre.  Y algunas de ellas son el por qué elegimos a nuestras parejas o en que nos fijamos cuando llevamos a una guardería o escuela a nuestros hijos. 

El acto de elegir una guardería o colegio puede estar mediatizado por lo externo y aparente: nos preguntamos por las instalaciones, los métodos educativos, la facilidad de horarios, las comodidades del comedor, etc.

Pero nadie se pregunta si las personas que atienden en estos centros tienen los atributos necesarios para Ver, Escuchar y Sentir a los bebes y a los niños. 

No me cabe duda de que con formación específica sobre el reconocimiento de las emociones se puede mejorar muchísimo pero también es verdad que hay personas con grandes capacidades naturales para empatizar y leer los estados mentales de los otros. Cualidades todas ellas necesarias en los padres y en los maestros.

De lo que muchos teóricos de la enseñanza no se han dado cuenta, perdidos en ideales y estupendísimas metodologías  educativas es que hay algo más importante que “el saber” en sí mismo. 

Habrá muchos que gritarán al cielo por la baja calidad de la enseñanza y lo poco que aprenden los niños. Pero perdónenme ustedes, aunque a primera vista pudiera padecer que sí, la ignorancia no está reñida con la inteligencia o la educación y el saber estar. Hay personas tanto sin conocimientos como muy estudiadas que no saben relacionarse con los demás y sufren y hacen sufrir. 

Creo que hay que encuadrar el problema, no es saber o no saber contenidos sino la capacidad de Relacionarse, Escuchar y Ver al Otro como se crea una sociedad mejor. Creo que lo que esta sociedad necesita son personas capaces de descentrarse de sí mismos y de ser más humanos. Capacidad la humana “humana” que no viene dada, sino que se desarrolla con la relación empática y amorosa con los otros. Estos deben ser los modelos más importantes para nuestros hijos.

Desde mi perspectiva la formación de los cuidadores, maestros y profesorado, sobre todo a tempranas edades, va por unos derroteros muy específicos y que no son del todo apropiados actualmente. Se ha infravalorado su función en la sociedad y se les ha inquirido a adquirir muchos conocimientos pensando que así tendríamos a los mejores para la educación de nuestros hijos. 

Con los docentes, parece ser que con sólo ver un curriculum impresionante y dominar muchas lenguas nos tranquiliza el hecho de dejar a nuestros hijos en manos de ellos. Pero según lo pienso yo no es sólo cuestión de inteligencia o de estudios universitarios.

No dudo de la necesidad de saber pero lo que no se hace es ver qué tipo de arquitectura mental tiene esa persona involucrada en la atención de los niños. Qué capacidad para oír las emociones y para desconectar de las propias preocupaciones y así no invadir con emociones no adecuadas a los infantes. Con que capacidad y serenidad puede dirigirse a calmar a un niño asustado o que agrede, o que no es capaz todavía de guardar un turno de palabra, o que decide ponerle en un aprieto, etc. 

Si tenemos profesorado desbordado, estresado,... Pues a la vez de darles medios para que esto no suceda es interesante que esa persona sepa no trasladar por contagio emocional esas vivencias displacenteras a niños de tan corta edad. Aprendemos mucho por imitación, y nuestras actitudes y la forma sensible y serena de encarar los problemas y las situaciones, son vitales para educar.

Los niños con su gran capacidad para advertir las emociones expresadas en el cuerpo y en la cara se dan cuenta de todo y perciben hasta el más mínimo cambio de estado emocional en los adultos que les cuidan. Un adulto tiene que estar corporal y emocionalmente disponible y atento a las necesidades de los pequeños, si esto no es posible es como dejarlos huérfanos.

Me gustaría que imaginasen ustedes como padres, que en vez de uno o dos hijos tienen ustedes 8 de golpe. ¿Cómo estarían ustedes si tienen que cuidar de todos esos bebes a la vez? O en el caso de niños de 3, 4 o 5 años: ¿serían capaces de tener hasta 20 niños metidos en una habitación hora tras hora, día tras día aunque luego vayan un ratito al recreo? ¿Tienen las capacidades y recursos como para hacerlo? ¿Podemos pedirles a otras personas esto que no vemos viable en cuando nos paramos a pensarlo detenidamente?

El problema viene cuando una solución que en principio sirve para casos excepcionales, las guarderías y la etapa infantil, se generaliza en la sociedad y se normaliza tanto por los individuos como por las instituciones. Los políticos lo utilizan para rentabilizar votos, disfrazado de un servicio social para toda la ciudadanía global, mientras los mitos y creencias sobre sus beneficios educativos florecen aferrándose a modo de ideas tranquilizadoras en nuestras conciencias. Mientras, más y más centros nuevos infantiles se abren cada año, aumentando esa sensación de extrañeza en algunos por no llevar a su hijo, cuando todos lo hacen y acallando a los pocos que dudan de que bebes de seis meses tengan que acudir a estos centros.

Creo que es hora de cambiar cosas. De que en los institutos y las universidades, sean las carreras que sean preparen para las asignaturas de la vida. Todos absolutamente todos deberíamos aprender la formas respetuosas y adecuadas para ejercer mejor de padres o ciudadanos. 

jueves, 4 de marzo de 2010

Objetos, cuerpo, sensaciones y carácter


"No somos sólo cuerpo, o sólo espíritu, somos cuerpo y espíritu a la vez". George Sand (1804-1876)


Este post  va de como condicionan e incluso configuran, los objetos y las sensaciones corporales asociadas, nuestro estado emocional y con el tiempo hasta nuestro carácter.

En todo momento  el estado del cuerpo tiene que imbricarse con los procesos cognitivos y con el ambiente.  Lo interesante es lo que emerge de esta fusión.

El experimento de Harry Harlow con monos sobre el apego es un gran ilustrador de la importancia de los objetos, del cuerpo y de las situaciones para configurar seguridad y por lo tanto como estas situaciones prolongadas y repetidas pueden influir en la futura personalidad.

Recordemos que Harlow ideo un experimento donde las crías de monos  Rhesus elegían para refugiarse a muñecas revestidas de un trapo suave en vez de muñecas hechas con fríos alambres aunque sólo estas les alimentaban a través de un biberón.

Lo que probó es la necesidad del contacto corporal y las sensaciones más allá de tener el alimento asegurado. Vamos que no basta con que  las personas estén “bien atendidas”, se necesitan más cosas que un techo, la comida y una paga.

Detengámonos un poco con la piel, que es como una extensión del sistema nervioso. Nuestra piel establece relaciones desde el Yo a lo que no es Yo. Se convierte entonces en un traje a medida que tiene que encajar con el mundo y que como límite corporal delimita e interviene constantemente en nuestro psiquismo. La piel es nuestra carta de presentación y la limpio, la visto, la doy cremas, la pinto, tatuó, o la oscurezco tomando el Sol.

Sí, pero aparte de todo ese hecho manipulativo íntimo o social, las sensaciones, los estímulos que llegan a la piel provocan emociones. La piel se siente. Un  ejemplo sencillo, según las situaciones, un objeto o incluso una habitación caliente o fría  provocan una sensación de bienestar o malestar. Y  este hecho es fundamental pues deviene antes que el pensamiento consciente o la realización de justificaciones cerebrales.

Está claro que nuestro estado emocional puede influir en nuestras elecciones, y al revés, los objetos inducir un estado de ánimo determinado. Pero hay algo que no deja de suceder y es que no se puede dejar de sentir, de recibir información propioceptiva: de músculos, tendones,  articulaciones, del sistema del equilibrio, del tono; y de la piel…

Es por eso que la experiencia corpórea está provocando la interpretación de lo que te sucede a cada  momento. Cuando lees estas líneas. El cerebro evalúa la situación de tu cuerpo en el espacio y las sensaciones que le llegan de los órganos y de los sentidos. ¿Se puede mantener la atención de la misma forma cuando se está cómodamente sentado que cuando uno está incómodo y con un equilibrio precario?

Voy más allá: ¿se puede sentir lo mismo, sentir las mismas emociones en intensidad y duración si uno no tiene la disposición corporal adecuada? ¿Cómo varían nuestras emociones al variar nuestras posturas? Sentado, de pie, tumbado, en posición fetal, estirándose, quieto, moviéndose, andando, corriendo, girando, haciendo el pino, respirando profunda y relajadamente.  Y si hacemos lo anterior cerrando los ojos y tapándonos los oídos,…

¿Se puede mantener el sentimiento de tristeza haciendo el pino? ¿Bailando?

Pongamos ejemplos de la vida cotidiana "en movimiento": solemos decir a las personas que se sienten cuando les vamos a comunicar una mala noticia. Cuando vemos a alguien muy contento quizás esté dando botes de alegría. Y a aquel que anda cabizbajo inferimos de él que está deprimido. Es curioso como nuestro cuerpo es el referente primordial y por eso nos referimos a él continuamente y entonces aquel que nos fastidia es como “un dolor de muelas” y con sólo pensar en él “me duele la cabeza”,…

Os habéis fijado que cuando viajamos en un coche muy potente, sentados en unos asientos envolventes, nos sentimos poderosos porque la aceleración que nos empuja contra el respaldo nos transmite una sensación que interpretamos como de fuerza. Esto es porque el auto nos responde y el sistema vestibular funciona. Lo mismo pasa cuando es el cuerpo entero el que nos responde con prontitud y adecuación al movimiento, entonces nos sentimos fuertes y con autoestima. Es el dominio corporal interactuando con el mundo lo que funda la seguridad en nosotros mismos. Hay otras muchas sensaciones... como cuando nos vestimos con ropa amplia y nos sentimos cómodos y libres.

Pienso que a través de estos ejemplos muchas veces lo sensitivo es más poderoso que lo cognitivo. Lo racional tan solo trata de dar lógica a lo sentido. E incluso se busca una sensación en el cuerpo cuando reflexionamos. Es como un barrido que busca pruebas en el medio interno o externo para confirmar lo pensado. Lo “presentía” o lo intuía solemos decir.

A donde quiero ir es anterior a lo consciente, es a esa transición que va de lo inconsciente al momento que se percibe por la conciencia. Al darse cuenta como un todo orgánico y que es básico en el sentimiento de conexión, pues ser entendidos corporalmente es sanador y cuando a alguien le cogen la mano, le abrazan, le acarician o le tocan mientras le miran, entonces surge algo que centra sus sentidos en sí mismo y en el otro. Aparece una mismidad, una sensación que aumenta la conciencia de existir y que ata a la vida. Lo corporal bajo este punto de vista es fundamental para hacer terapia pues las sensaciones corporales son lo que nos permite tener una identidad nítida y comunicarnos a nivel profundo.

Si uno entiende la gran importancia de las experiencias sensacionales tiene especial cuidado por los detalles. Por ejemplo, una cosa tan simple como el estilo de cómo se cierra una puerta: con suavidad o de un portazo, deja una sensación en quien lo percibe de enfado o de tranquilidad. Si uno no da la mano con el tono adecuado, digamos muy flojo o muy fuerte. Entonces produce determinadas opiniones de confianza o desconfianza. Si caminamos juntos y uno se adelanta porque lleva otro ritmo le espetamos: ¿a dónde vas? Y si se atrasa: ¿no venías conmigo? Esto es porque hablamos con el cuerpo, desde el cuerpo y pensamos gracias a él.

Como veis desde este punto de vista toda acción es corporal y sensacional y en nuestras manos queda tener en cuenta nuestros actos y nuestros cuerpos porque sólo así podemos crear un ambiente psíquico-corporal acogedor para nuestros pacientes o nuestros seres queridos. No hay mente y cuerpo, el cerebro es sólo otro órgano indisociable del cuerpo.

martes, 2 de febrero de 2010

Lectura recomendada

Acabo de terminar de leer el libro del psiquiatra Alberto Lasa Zulueta: " Los niños hiperactivos y su personalidad". Y no puedo sino recomendarlo a todos los piscomotricistas relacionales y a todas aquellas personas que se relacionan con la infancia.

En esta publicación se hace un repaso de la historia y el concepto de la hiperactividad para después pasar en la segunda parte a la hiperactividad y la organización de la personalidad. 

Según nos cuenta, en su experiencia clínica muchas veces la hiperactividad y el déficit de la atención, entre otros síntomas, se acompaña del trastorno limite de la personalidad o también llamado borderline. 

La visión amplia del problema, las descripciones abundantes y claras de los síntomas y funcionamientos mentales son de inestimable ayuda.

Por último, nos hace un repaso del TDAH en el marco de la actualidad. Con sus debates y puntos de convergencia clínica. Convergencias que son necesarias para aprender más y dar una respuesta óptima a estos niños y a sus familias.

En definitiva un gran libro y muy ameno de leer en el que se expone la enorme complejidad del desarrollo humano y la más que estrecha correspondencia entre psiquismo y ambiente.

Publica Editorial ALTXA (Asociación para la Promoción de la Salud de Niños y Adolescentes)

ISBN 13: 978-84-612-7156-6. 224 p. 21×14 cm Rústica.
Precio: 15 € (iva incluido)


lunes, 21 de diciembre de 2009

Conferencia Eszter Mozés, método Pikler-Lóczy

Pikler-Loczy
Se va a dar una conferencia sobre la pedagogía Pikler-Lóczy el viernes 15 de enero de 2010 en el salón de actos de la Escuela Universitaria de Magisterio en Bilbao.

Está invitada Eszter Mozés formadora del Instituto Pikler-Lóczy. Os recomiendo acudir ya que esta pedagogía tiene un profundo respeto por el niño y su ser, un ser lleno de psicomotricidad.

En las ideas que puso en práctica la pediatra Emmi Pikler, ya hace muchos años, está proporcionar la seguridad y estabilidad afectiva, junto a la consideración de las diferencias de desarrollo y sobre todo que el niño dirija su propia actividad según sus intereses y necesidades.

Cuando vemos el trabajo del Instituto Lóczy a todos nos llama la atención la especial forma de valorar las iniciativas de los niños y de hacerles sentir sujetos valorados, participativos y colaboradores activos en el día a día de sus vidas.

Y es que las educadoras formadas en este método se acercan a los niños con una atención y una delicadeza exquisita que crea por si misma la posibilidad de que el pequeño establezca una relación privilegiada y dinámica con el adulto.

Si queréis saber más, nos veremos por allí. Es a las 11:30. La dirección: Ramón y Cajal, 72. Bilbao. UPV/EHU.

NUEVO: Si no hay problemas técnicos se podrá ver on-line a través de: http://ehutb.ehu.es/canal2
NUEVO: Ya tenemos colgada la conferencia: http://ehutb.ehu.es/es/serial/237.html#724



1 de 2, 1 parte Conferencia Ezster Mozes... por Psicomagister

2 de 2, 2 parte Conferencia Ezster Mozes... por Psicomagister

viernes, 11 de diciembre de 2009

Lo pequeño e invisible a los ojos

images "No es tan dañoso oír lo superficial como dejar de oír lo necesario”. Marcus Fabis Quintiliano

En esta entrada hablaré de situaciones que se dan entre niños y niñas que comparten los mismos espacios de escuela, barrio o calle. Estos niños y niñas son vistos por sus maestros y a veces por sus madres y padres como que tienen un pequeño problema de comportamiento.

Podríamos decir que a simple vista quizás estos chicos no se relacionan con otros niños y se apartan de los juegos, o tal vez se muestran temerosos ante las situaciones de recreo en el patio o hablando claro, no les hace mucha gracia ir a la escuela, y se ven “obligados” a permanecer en un aula, día tras día, sin que ellos puedan entender por qué tienen que estar allí.

Lo que yo me pregunto es que les pasa a estos niños. ¿No se relacionan porque son tímidos y apocados o son tímidos y se retraen porque no pueden defenderse de lo que les sucede? ¿Se les escucha realmente o solo se les relativiza el problema para que deje de ser problema para nosotros?

Creo que a veces sólo nos fijamos en el déficit porque solamente pensamos en buscar donde está el fallo y como subsanarlo desde un punto de vista muy material y cognitivo y olvidamos que detrás de toda conducta observable y cuantificable hay una vivencia de ese niño.

Una vivencia que para él es radical, que llena su vida, de la que no puede escapar y que trata de afrontar como puede. ¿Alguno se ha preguntado qué es lo que siente y cuáles son los comportamientos y sentimientos de aquellos con quienes comparte lugar y relación?

Cuál, con quiénes y cómo es la relación que origina esa vivencia es lo que nos debemos preguntar.

Imagínense que ustedes tienen un problema en su lugar de trabajo. Un compañero que se burla de ustedes o que les acosa. O por poner otro ejemplo, quizás tiene miedo de ser abandonado por su pareja. Pero nadie lo sabe porque es algo íntimo y personal.

Es más que probable que su jefe o compañeros noten su conducta. “Está raro”. “No habla con nadie”. Si lleva poco tiempo incluso piensen de usted que es antipático y poco sociable. Y un día su jefe incluso le comente a solas sobre su bajo rendimiento laboral.

¿Cambia algo si yo infiero de usted que es una persona tímida o que simplemente es usted así? ¿Le paso un test para que me refleje sus rasgos de personalidad e inteligencia o inicio un programa en habilidades sociales para enseñarle a relacionarse? ¿Le escribo notitas con cumplidos en la mesa para aumentar su autoestima?

La cosa no queda ahí. Luego viene el psicólogo de la empresa y por las preguntas que nos hace resulta que acabamos pensando que el problema es nuestro porque realmente no sabemos relacionarnos.

Termina la jornada, nos vamos a casa pensativos y aquí ya es cuando uno explota y piensa:” ¡qué coño sabrá toda esta gente de lo que yo estoy pasando y de lo que pasa por mi cabeza!”. “Además, ¡para que quiero relacionarme con Luis si es un idiota que me está vacilando todos los días!”…

Bien, pues lo que pasa es que estos adultos que ven nuestra conducta no entienden nada de lo que pasa. Y esto mismo ocurre con muchos niños. La vivencia es de uno, es vivida y sentida y lo que nos ayuda es la forma en que nos respetan, nos escuchan y ponen soluciones concretas a aquello que nos preocupa.

Pero enfatizo: ¡hay que ocuparse  de aquello que preocupa al niño como individuo especial que lo está viviendo, no encerrarse en la torre cognitiva e intelectual de aquellas personas que desde las gafas de su historia y profesión creen ver algo y no descienden a la vivencia!

Debemos observar más allá de lo que sucede en la superficie e ir a lo necesario. Puede ser que el problema oculto o no detectado por los adultos sea que un niño atemoriza o desprecia a otro, o que en su casa sus padres discuten y se van a separar, las causas pueden ser infinitas como para enumerarlas.

En todos estos casos el problema no está en el niño, está en la situación. Intenten arreglar la situación y sepan acompañar y respetar los sentimientos del niño y ese niño afrontará la vida de otra manera.

Y como diría Saint-Exupèry miren atentos con el corazón porque lo esencial es invisible a los ojos.

lunes, 5 de octubre de 2009

Educación emocional desde el útero materno

 "Todos somos producto de nuestra historia  de desarrollo en el útero materno". Vivette Glover

Hace tiempo que leo sobre la transmisión de los efectos del estrés y de las emociones en las generaciones siguientes. También hay estudios muy interesantes de como influyen el tabaco, el alcohol, la contaminación, la dieta y en definitiva el estilo de vida en la configuración del ser que va a nacer.

Parece ser que las probabilidades de padecer ciertas enfermedades de adultos, el nivel de hiperactividad y atención, la esquizofrenia, el bajo coeficiente intelectual, los problemas conductuales o de aprendizaje de muchos niños se crean durante el embarazo.

Esta semana en Redes, programa de divulgación científica, se explica muy bien algunas de las últimas conclusiones sobre las repercusiones que pueden tener en el feto y para toda la vida desde el apoyo de la pareja hasta el ambiente laboral o el tipo de parto.

Resulta obvio que lo que necesitan las mujeres y los bebes incluso antes de nacer es tiempo para ellos y ser queridos. Una sociedad como la nuestra, tan estresante, ansiosa y competitiva produce enormes daños a los individuos a lo largo de toda su existencia y más allá. Y es que nuestro pasado condiciona nuestro presente y condicionará nuestro futuro.

Añadiría lo dicho en Redes sobre los efectos biológicos del cortisol y otras hormonas en los genes (que señalan los estudios de la epigenética), los efectos de la transmisión cultural y de narrativas psicopatógenas entre padres e hijos. Las historias familiares que llevamos a cuestas o que contamos a nuestros hijos también influyen en la configuración de su psiquismo.

Os dejo el vídeo integro, merece la pena escuchar a la investigadora en psicobiología perinatal del Imperial College London, Vivette Glover.

Descarga la transcripción de la entrevista.

domingo, 4 de octubre de 2009

La sociedad con trastorno de atención e hiperactividad

"Nuestro gran tormento en la vida proviene de que estamos solos y todos nuestros actos y esfuerzos tienden a huir de esa soledad". (Guy de Maupassant)

Leía hace poco un artículo titulado “Padres poco comunicados con sus hijos”. Y la reflexión pone sobre la mesa una nueva forma de sociedad inatenta, despistada e incluso descuidada con los bebes y niños pequeños. 

Las nuevas tecnologías se han introducido en nuestras vidas e invaden todos los ámbitos públicos y privados. Es por ello que con relativa frecuencia en el cine, en el teatro, en una reunión, en la consulta del médico, en hospitales, entre padres e hijos, etc. suena inoportunamente el móvil con una llamada o con un mensaje; y entonces personas con actitud ansiosa buscan en los bolsillos y bolsos el teléfono para contestar rápidamente, focalizando su atención en ese hecho y dejando de atender u observar a todo aquel que está a su lado.  

De repente, en un segundo se ha terminado abruptamente una conversación, una mirada, un acompañamiento a otra persona que nos escuchaba o miraba. Y nos quedamos con la sensación de que algo se ha roto, de un vacío porque han dejado de hablarnos o ya no nos escuchan. 

No es sólo el móvil, otros permanecen enganchados a minúsculos reproductores de música haciendo varias tareas simultáneamente o charlan contigo mientras escuchas de fondo un sonido que sale de sus auriculares. Bajan el volumen pero algunos no llegan ni a apagar el aparato. 

Estos son los casos más comunes pero con la celeridad de la tecnología nos movemos a estar más interconectados a través del Internet móvil y las nuevas redes sociales: Facebook, Tuenti, MSN, Twitter. Cada vez hay más gente pegada a una pantalla viviendo múltiples vidas: la que tienen y la que narran según el perfil que han creado en esas redes.  

Todo esto trae unas nuevas formas de relación entre las personas que en mi opinión están más “conectadas” pero más alejadas porque se crea una falsa sensación de cercanía en la que falta el cuerpo y la sensación, incluso la coherencia vital. 

A esto se le suma el problema del espacio temporal. Hablamos y chateamos a cualquier hora y desordenamos el orden que antes había. Ya no hay un tiempo para cada cosa sino que se interrumpe, se pospone y se vuelve a retomar a destiempo acciones que son prioritarias y más importantes que otras. Y esto es realmente grave cuando cuidamos de otras personas.

Cada mensaje que llega a la bandeja del correo o SMS supone un impacto emocional. Un pequeño desasosiego, una diminuta incomodidad, una corta inquietud, un algo que impulsa a ser descubierto y se prioriza compulsivamente. ¿Quién será? ¿Será importante?...

Es a mi parecer la interrupción continua de los estados de atención, de las secuencias temporales para llevar a cabo una acción planificada con eficacia y esto no puede más que traer un desajuste en este campo. Es curioso que cada vez se diagnostica más TDAH pero: ¿Cómo es la atención y las acciones de los adultos que educan?  

Bien, en esta entrada lo que me interesa remarcar no es lo que nos pasa en nuestras relaciones entre adultos sino la traslación de este tipo de relación a los bebes y niños. Lo que observo es que la gente joven y no tan joven podemos estar tan condicionados al sonido de un móvil como el perro de Pavlov que salivaba en cuanto oía una campanilla.  

Pues al tema: El problema viene cuando estamos con nuestros hijos o con los niños a nuestro cargo. Me pregunto cómo establecer una comunicación de calidad en la que los bebes puedan encontrar el rostro y la atención mantenida para hacer peticiones y aprender de las reacciones faciales, vocales y corporales del cuidador y de esta manera empezar a elaborar las habilidades necesarias para descodificar el lenguaje no verbal correctamente y así desde el sentirse plenamente escuchado por los padres y cuidadores sentir seguridad en las relaciones; puesto que ya me dirán ustedes si estos infantes no tienen modelos adecuados de comunicación como van a hacerlo o como van a sentirse. 

Si no se les habla lo necesario, si no se les canta, si no se tiene paciencia, si cambiamos constantemente de actividad y emoción, si no se les mira con la suficiente capacidad, calidad y buena disposición. ¿Dónde hallarán estos modelos?

Los bebes necesitan del espejo de sus madres y cuidadores. El precio de nuestra especie por nuestra inteligencia es nacer más desvalidos que otros mamíferos. Y esto se compensa por los grandes cuidados que les dispensamos hasta la adolescencia y la gran capacidad del aprendizaje humano. Pero resulta que la calidad de la relación comunicativa, base de esa capacidad de aprender ya que somos animales sociales, se está transformando.  


Puesto que el tema es inquietante dejo en el aire estas preguntas: ¿Qué repercusiones puede tener esto sobre las futuras generaciones? ¿Cómo son las vinculaciones de estos nuevos individuos? ¿Cómo se relacionarán con sus padres y sus compañeros? ¿Cómo sentirán la presencia del otro? ¿Podrán descentrarse de sus necesidades para encontrar a otras personas? ¿No crea esto una tendencia a desinteresarse del mundo exterior y a ensimismarse en lo imaginado?  

Quizás como la evolución biológica de Darwin, la evolución cultural es ciega y no podemos saber a dónde llegaremos. La sociedad se retroalimenta así misma lejos del bien y del mal, de lo correcto o incorrecto, incluso al margen de la solución más eficiente para ser felices como individuos o como grupo y es posible por lo tanto que lo que vivimos se quede en olas u ondas expansivas de acontecimientos que van y vienen; y la educación en valores a la que presumimos muy poderosa y dedicamos muchos esfuerzos sea tan sólo una ola formada de agua y espuma que puede llegar a buen puerto o no.

Por cierto, se me olvidaba: apaguen sus móviles y demás artilugios y cachivaches electrónicos cuando estén con bebes y niños e intenten estar atentos a sus expresiones e intereses.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Subjetividad e integración


"Si me hubieran hecho objeto sería objetivo, pero me hicieron sujeto". (José Bergamín)
La subjetividad y la integración deben ser los elementos que ha de manejar un psicomotricista en sus sesiones. Por eso las actividades guiadas o los circuitos de obstáculos que vemos en las clases de psicomotricidad tradicionales de muchos colegios no nos interesan especialmente. Son entrenamientos robotizados y eficaces muscularmente, interesantes y necesarios en muchos casos, pero no especialmente integrativos.
¿Por qué digo esto? Pues porque la necesidad del niño o de la persona atendida (en psicomotricidad de ayuda) de ser el mismo se subraya y se apoya con la actividad libre que realizan dentro del espacio psicomotor.
El equilibrio psíquico y físico se desarrolla en nuestras aulas o gabinetes de psicomotricidad esencialmente porque la psicomotricidad relacional alienta a que las personas elaboren continuamente la historia de lo que les ha pasado o que les va pasando y articulando las sensaciones vinculadas para que lleguen con el tiempo a “in-corporarse” en su ser, formando un todo unificado y así conformar una personalidad más equilibrada y coherente.
Los mimbres de nuestra subjetividad se entrelazan con lo que nos sucede y en nuestras vivencias nos suelen ocurrir muchas cosas. ¿Se han preguntado cuántas cosas les suceden en un día a los niños?
Por ejemplo, que su madre o cuidador les hable con ternura o con dureza, que un amigo les trate con indiferencia o por el contrario les abrace con alegría. Quizás noten el desprecio en la mirada de alguien o su cordialidad,… ¡Cuanta gestualidad reciben! Y, ¿cómo digieren todo esto?
Sin quererlo al vivir todos estamos introyectando la expresividad del otro con y en nuestra subjetividad. La realidad es que nos transformamos los unos con los otros por eso es tan importante el contexto ecológico donde vive el niño o el adulto, o donde estudia o juega.
Para mí es curioso ver que en todos los colegios existan aulas de psicomotricidad pero insuficientemente utilizadas. Nos quedamos como mucho en un espacio para realizar ejercicios gimnásticos dirigidos o para que los niños jueguen a su aire.
Esto es una gran pérdida de recursos. El marco que engloba una clase de psicomotricidad Aucouturier o relacional no tiene nada que ver con hacer muchas de estas actividades propuestas por el profesor o de abandonarlos a su aire en el gimnasio para que no se pasen todo el día en la clase. Lo interesante de las aulas de psicomotricidad es que estén abiertas para las necesidades de los niños.
Esas aulas deberían estar abiertas en todo momento para acoger a niños grupal o individualmente a lo largo de todo el horario escolar porque la urgencia, las crisis y el poder de las situaciones no entienden de horarios. Que mejor lugar para tratar a niños con dificultades emocionales, conductuales o psicofísicas que las aulas de psicomotricidad debidamente preparadas y con psicomotricistas formados para ayudar a estos niños.
Por el contrario las universidades se afanan en enseñar a los futuros maestros a realizar unidades didácticas cuando lo que deberían hacer es enseñar a respetar los procesos madurativos y dejarles espacio a los niños para vivirse con placer. De que nos sirve después diagnosticar con test y pruebas estandarizadas, o paliar los déficit con múltiples clases de refuerzos y logopedas sino hemos creado anteriormente y para el futuro el ecosistema protector y terapéutico que ayude a la maduración de estos niños.
Hay que desterrar mitos y creencias erróneas: En guarderías y educación infantil el fin no es socializar o enseñar sino acompañar al niño en su desarrollo integral.

miércoles, 8 de abril de 2009

La fábrica a donde van los niños


"Educación es lo que queda después de olvidar lo que se ha aprendido en la escuela" (Albert Einstein)
Duermen en sus habitaciones cuando bien temprano suenan las alarmas. Sus cuidadores aún soñolientos se afanan por levantarlos de las camas, vestirlos, darles de desayunar y con prisas eternas les encaminan hacia la escuela.
Diariamente muchos son trasladados en coches y autobuses, o por la calle entre zancadas del tamaño de un adulto, mientras una voz preocupada y ansiosa dice: “¡Venga, que vamos tarde!”. Toca la sirena. Allí tras una despedida con un beso breve y acongojado estos chiquitines permanecerán en estos centros de reclusión y trabajo forzado por muchas horas.
Es curioso pero según nos acercamos a estos edificios vemos las rejas rodeando los patios y como multitud de niños son clasificados por edad y dispuestos en filas de a uno para subir a sus estancias. Allí unas mesas y unas sillas ocupan el espacio y se ordenan frente a un adulto que trata de mantener el orden y “enseñar” lo que se supone que deberían aprender.
Parece que nadie quiere ver y se recurren a frases hechas: “a estas edades aprenden con mucha facilidad”,”los niños son una esponja”, “así estarán mejor preparados para la vida”,...
Bajo ésta premisa parece que todo vale y que hay que aprovechar esos primeros años de vida para enseñarles tres idiomas, matemáticas, música, utilizar bits de inteligencia y demás métodos de enseñanza precoz. 
No digo que enseñarles estas habilidades sea malo pero creo que hay un abuso y una mala interpretación de los estudios científicos que nos dicen con acierto que el cerebro es muy plástico al principio de la vida.
Cualquier persona que sepa observar el comportamiento de un niño se da cuenta de que su cerebro tiene una capacidad asombrosa pero eso no significa que  tengamos que empezar una carrera desenfrenada para que nuestros hijos aprendan de todo en aras a una mayor capacitación académica futura.
¿Dónde ponemos el límite al entrenamiento cognitivo? ¿Estamos haciendo lo mejor o solo viendo unidimensionalmente las grandes capacidades de un cerebro en desarrollo? La sociedad nos pide más formación: ¿pero es bueno para su salud mental? ¿Es ésta la sociedad que queremos? ¿Podemos hacer algo para cambiarlo?
Un niño nace con todo lo necesario para aprender: jugando y relacionándose con sus padres, familiares, el medio ambiente que le rodea y sus iguales. De esta forma tan fácil va construyendo lo que realmente necesita y a su debido tiempo.
Si un niño es un ser completo y predispuesto para aprender con curiosidad, lo que más puede ayudarle entre los 0 y los 6 años es una buena base emocional, acompañarle sabiamente en el inicio de su vida. No solamente “preparándole” y “jugando” con inglés, lecto-escritura, fichas, etc.
Si uno es capaz de hacer ambas cosas estupendo pero en mi opinión estamos cebando de conocimientos a los niños. Mediante sofisticadas formas “ajustadas a sus capacidades” les sometemos a una sobre estimulación constante. Sustituimos nuestra presencia por guarderías, aulas, juguetes, televisión,…
Creo que estamos fallándoles. Que basta ya de tantos conocimientos en la educación infantil. Basta ya de tanta intervención pedagógica basada en resultados efectistas. Esto no es un concurso para ver que tantas cosas saben hacer, aprender o cuanta memoria tienen.
Quiero hacer hincapié en que la memoria que hemos de fomentar y construir con ellos va por otro lado. La que es verdaderamente importante es la que poco a poco se construye compartiendo la vida con tus seres queridos. Todas esas horas jugando con ellos, “estando” con ellos, escuchándoles o hablándoles. Esa es la verdadera materia para el aprendizaje que nos lleva a ser PERSONA.
Es SER y no TENER muchísimos conocimientos. En esta sociedad hemos pasado de acumular objetos y riquezas a acumular títulos académicos y saberes descontextualizados que no se insertan en la relación del día a día, en la relación entre tú y yo.
Díganme de que les servirán los títulos, ser trilingüe y máster en económicas a estos individuos si la fragilidad emocional se anida en su interior, si su personalidad o la empatía no se pueden formar bien por falta de un modelo paterno o materno consistente.
Den ustedes a sus hijos toda la educación escolar del mundo en un entorno familiar normalizado pero si solo reciben conocimientos y no afectividad de calidad, sino construyen una historia de amor con sus hijos, es bastante probable que puedan surgir individuos egocéntricos y egoístas con grandes dificultades para desarrollar vínculos emocionales satisfactorios con otras personas.
En mi modesta opinión formar a un niño o una niña que esté preparado para el futuro que le depare la vida tiene que ver con el poder buscar en su memoria y ver que dispuso de un tiempo en el que fue querido y tenido en cuenta incondicionalmente.
Háganme caso construyan una historia de amor con su pareja si la tienen y con sus hijos, es lo mejor que pueden hacer si los quieren.

martes, 17 de marzo de 2009

La desnaturalización de la infancia


"Carecer de algunas de las cosas que uno desea es condición indispensable de la felicidad" (Bertrand Russell)

Uno que tiene ya unos cuantos años aunque sea joven puede comparar la infancia vivida con la infancia contada por nuestros padres y la vista hoy en día. Antes había bastantes familias con tres, cuatro, cinco hijos y hasta algunos más. En la actualidad por el cambio cultural y la situación económica el tener descendencia se reduce a uno o dos vástagos como mucho. Esta situación ya de por si crea muchas expectativas y atenciones sobre el hijo que tenemos y no dudamos en rodearle con todas las comodidades de las que dispone hoy en día la sociedad.

Yo quiero hacer un llamamiento a la necesidad de tiempo para los más pequeños. En mi humilde opinión lo que ellos necesitan para vivir bien es tiempo en cantidad y en calidad. Necesitan que nos relacionemos con ellos: juego, risas, caricias, escucha,…

En los nuevos tiempos con el reparto del trabajo entre los integrantes de la pareja se ha producido un nuevo hecho social que se trata de solucionar y es el de cómo educar al niño y atenderle cuando dos tienen que trabajar para sostener la economía familiar y realizarse profesionalmente.

La solución buscada, quizás la única que nos ha dejado la sociedad consumista, ha sido externalizar también el cuidado infantil. Ya que ni el padre ni la madre están constantemente disponibles hay que buscar instituciones que nos ayuden en esta tarea.

La primera institución en la que nos apoyamos es la familia: abuelos, tíos, hermanos, primos, etc. Lo que pasa es que no todo el mundo dispone de este colchón de apoyo familiar o estos también tienen los mismos u otros problemas por lo que sobrecargamos nuestra red de amable colaboración.

Es por esto que nace otra solución que son las guarderías y cuidadores profesionales. En este momento creo que pasamos a otro nivel pues es ya una relación mercantilizada. Una especie de subcontrata para el cuidado infantil. Entonces unos profesionales con diversas titulaciones y estudios se encargan de cuidar a nuestros hijos por dinero. En prácticamente todos los casos con diligencia y entendiendo las etapas evolutivas y necesidades teóricas de los niños. ¿Pero es esto suficiente?

En edades muy tempranas el problema es que la educación y el estar con nuestros hijos se va diluyendo entre nuestra actuación y la de los profesionales. Recordemos que la mayoría de estos centros no cuidan en exclusividad de nuestro hijo como si fueran su madre o padre sino más bien tienen que repartir su atención entre todos los niños que tienen a su cuidado. Niños además con gran diversidad de necesidades. Algunos de ellos con apego inseguro o con diversos problemas médicos o conductuales. Problemas que cada vez aumentan más debido a que la medicina ahora es capaz de sacar adelante a niños muy prematuros y con ciertas patologías. Patologías que tristemente se harán patentes en los próximos años.

Otro de los cambios sociológicos que creo que se ha trasladado como problema a los maestros es que ante una situación de continua demanda de las empresas a los padres de profesionalidad, entrega y dedicación es posible que se vaya llevando esa conciencia profesional al trato con los hijos. Entonces buscamos esa eficiencia metódica en los resultados y el niño ha de cumplir objetivos, etapas y competencias: planificamos la guardería, los métodos de enseñanza, las actividades a realizar,...

Pero hay algo en todo ello que a mi entender falla. ¿Dónde está el niño? ¿Qué siente? ¿Dónde se sitúan los padres con respecto a él? Es posible que aparezca en algunos casos esa mentalidad en la que nos excusábamos antes los hombres de que al traer el dinero a casa ya pensábamos que nos estábamos ocupando de nuestros hijos y de nuestra familia.

Por eso ahora desde algunos padres la responsabilidad se traslada al profesional y a las instituciones públicas. Es un reproche duro porque los problemas del niño se viven como un fracaso y un ataque a sus esfuerzos por hacer lo mejor para sus hijos. Desde ese enfado nos dicen: "vosotros tenéis que ocuparos de mi hijo porque para eso estáis, yo no puedo hacer más". Es un yo trabajo duramente para pagar la educación de mi hijo y si algo falla no puede ser posible, la culpa es vuestra o de otros, porque está en manos de profesionales con conocimientos de psicología, magisterio, estimulación temprana, y de todo tipo de psicopedagogías.

Creo que en esta vorágine, por el camino se queda lo verdaderamente importante y que la economía actual nos ha robado que es compartir el tiempo con nuestros niños y que ellos además tengan los espacios para jugar, saltar, brincar, compartir, sentir y conocer. En esto poco nos ayudan los diseños de las ciudades, más pensados en una funcionalidad alejada de las necesidades infantiles. Por este motivo uno ve los centros comerciales abarrotados de familias y haciendo cola en esos espacios llenos de bolas, tubos y plataformas por donde entran y salen en una autentica maraña niños sin ton ni son.

¿Dónde quedan la tranquilidad o la algarabía en los espacios libres? ¿El sentir el tacto del césped, los árboles, la textura de la arena, la dureza de las piedras, el agua de los ríos? ¿Dónde están todas esas sensaciones necesarias para estimular la integración sensorial del niño?

Desde mi punto de vista los niños deberían crecer acompañándonos, viendo lo que hacemos y como lo hacemos, viviendo todo aquello que más adelante les hará introducirse óptimamente en nuestra cultura. Por el contrario pienso que estamos creando un mundo en el que los niños están en un mundo aparte. Un mundo creado para ellos pero sin tenerlos en cuenta en todas sus dimensiones. La mayor parte del tiempo están inmersos y encerrados en habitaciones y aulas, rodeados de artilugios electrónicos, sean videoconsolas, televisiones con dibujos animados o cedés de baby Einstein.

Por si fuera poco mientras crecen se les sustraen sus obligaciones y tan solo se piensa en que disfruten de la vida. Hemos sacralizado la infancia y al niño y con ello lo hemos puesto en un pedestal alejado de toda incomodidad y frustración. Detrás de todo esto está el miedo, el miedo de una sociedad a la vida y a la muerte. Miedo a que nuestros niños tengan problemas, miedo a que no sean tan listos, miedo a que sean atropellados, miedo a que los rapten, miedo a que enfermen, miedo a nosotros mismos, miedo...

Y en ese exceso de preocupación no hay una verdadera ocupación de sus vidas en nuestras vidas sino una desnaturalización de su infancia.

No quiero culpabilizar a los padres, el sistema nos empuja en este camino pero creo que estamos en una crisis no solo económica sino a su vez una crisis educativa enorme. Todo está relacionado y lo mismo que las hipotecas de alto riesgo destaparon la crisis mundial, la educación tecnificada y delegada en otros desde los cero años nos arroja a un nuevo desequilibrio.

Hemos de reflexionar que estamos haciendo con nuestra vida, con nuestros niños y con la educación de cero a seis años.

domingo, 1 de febrero de 2009

La terapia del terapeuta


"No se puede atravesar el mar simplemente mirando el agua". (Tagore)
 Cuando iniciamos una terapia iniciamos un nuevo camino hacia el conocimiento del niño y hacia nuestro propio conocimiento. Terapia para mí significa conocerse a uno mismo y conocer al otro, cuidar y cuidarse.
En las sesiones terapéuticas funcionamos en un estrecho margen en el que hemos de dejar impregnarnos de las emociones sin perder el control. Hemos de variar armoniosamente el tono corporal y el habla para  conseguir la emoción curativa y eso es una tarea difícil.
Para empezarla hemos de iniciar una travesía  que va un poco más allá de la empatía racional.
Voy  a explicarlo: Al ver los problemas de las personas podemos ponernos en su lugar desde nuestro pensamiento, imaginándolo o buscando en nuestra memoria.  Esto es a lo que me refiero con la empatía racional pero en la psicomotricidad  hay otro tipo de empatía que es más intensa y necesaria para nuestro trabajo y es esa que nos hace vivir y revivir hondamente las situaciones y sensaciones que anteriormente vivimos en nuestra niñez o a lo largo de la vida.
Por eso creo que hace falta tener presentes y muy a mano nuestras propias dificultades para poder sentir y sintonizarnos con el miedo y el sufrimiento de aquellos a los que asistimos.
En nuestras intervenciones hemos de lograr resonar en el cuerpo nuestras sensaciones de impotencia y potencia, de soledad y compañía, de temor y confianza,  de alivio y agobio, de tristeza y alegría infinita, de esperanza y desesperanza, de valentía y cobardía, de indiferencia y preferencia, de tranquilidad e intranquilidad, de constancia e inconstancia…
En definitiva hay que poder contagiarse y modular la angustia, el vacio, la impulsividad, las sensaciones que te ponen la piel de gallina, la dificultad de subir a una espaldera, de girar y marearse, de no encestar una pelota, de sobresalto, de acobardamiento, desagrado, ira, … y todo ello para dar un espejo de posibilidad de cambio a los niños.
Esta empatía terapéutica de la que hablo requiere acoger en nuestro cuerpo esas sensaciones y transformarlas dentro de nosotros para el otro. Ponernos a escuchar nuestro cuerpo y saber como está y que nos dice. Es entender sus dificultades y las nuestras. Es aceptarle y aceptarnos para que nos acepte y juntos evolucionemos.
Es por esta implicación emocional y profunda que en la sala de psicomotricidad se produce una terapia a dos vertientes. Una para el niño y otra para el terapeuta ya que en cada sesión ambos ponen a prueba sus seres y cambian un poquito de ellos para conocerse y entenderse.
Lo que quiero trasmitir es que junto al diálogo tónico-emocional-afectivo no hay personas ni niños perfectos y que hay que aprovechar las dificultades que uno tenga y formarse porque si uno no tiene algo de autista, algo de hiperactivo, algo de fóbico, algo de compulsivo,… algo de todas esas cosas con las que etiquetamos a los niños entonces nos será más difícil pasar la barrera de su mirada.
Gracias a todos por enseñarme tantas cosas cada día. Niños vosotros sois los terapeutas de los terapeutas.

viernes, 2 de enero de 2009

Psicomotricidad y familia


"Cada familia debe ser una escuela donde los padres y los hijos puedan reflexionar y aprender juntos". (Anónimo)
En la psicomotricidad educativa y terapéutica trabajamos con niños, con su ser y con sus posibilidades.  Desde nuestra posición profesional tratamos de favorecer cambios en las emociones y en sus dificultades.
Pero los niños no lo olvidemos,  forman parte de contextos particulares  y allí es donde ponen a prueba sus capacidades y expresan sus afectos siendo favorecidos por el clima adecuado o por el contrario dañados o marcados por unos contextos más o menos disfuncionales o patológicos para su crecimiento psicológico.
Quiero aclarar que un contexto patológico o disfuncional no tiene porque ser un contexto marginal o relacionado con un status económico bajo o despreocupado. Puede ocurrir en buenas familias muy preocupadas por sus hijos. El contexto patológico del que hablo tiene que ver con el ajuste a las necesidades del niño y con el diálogo y estilo de comunicación que se establece entre el niño y el adulto.
Está claro que con nuestras intervenciones terapéuticas o educativas  al evolucionar el niño tienden a cambiar también las interacciones que mantiene con los ambientes en donde vive y juega. Esto es porque al favorecer ese proceso de transformación el niño va adquiriendo nuevas competencias que le permitirán hacer nuevas peticiones de relación o ser distinto dentro del estilo relacional en el que se venía desarrollando.
Por ejemplo, un niño que era incapaz de manifestar su rabia tras una intervención en práctica psicomotriz si es capaz de exteriorizarla u otro inhibido ahora por el contrario busca la relación y el juego. Estas nuevas situaciones descritas pueden chocar con lo hasta ahora vivido por los padres y es que a veces los conflictos de los niños son los conflictos internos de sus padres. La dinámica familiar que llevaban instaurada en el tiempo era la que producía ese determinado comportamiento en el niño.
Digamos que un niño inhibido puede serlo entre otras muchas cosas porque dentro de las creencias de unos padres puede estar el ser obediente y no causar problemas, lo que llamaríamos un niño bien educado. Esta afirmación que no tiene nada de especial en principio si puede ser patológica en su puesta en práctica. No hace falta llegar al castigo, con la actitud e inundar al niño con mensajes “no” cortando cualquier iniciativa de acción podemos llegar a esa inhibición que tienen algunos niños de familias normales. Recordemos lo dicho al principio del artículo: no es cuestión de marginalidad o normalidad sino de la forma de comunicarse de la familia.
El contexto base es el familiar y después el escolar. Si los cambios en el niño no son bien vividos o comprendidos por los padres o profesores o estos mantienen una forma de comunicación inapropiada a la sensibilidad de ese niño  particular podemos retrasar su evolución o incluso mantener el síntoma y el bloqueo de la criatura.
Lo que me pregunto es por qué no actuar, si esto es posible o necesario,  también sobre los contextos próximos para producir un cambio global en la relación del niño con su mundo. Hablo de  instalar una coherencia en la forma de mirar al niño. Puede que no baste con que un profesional mire y atienda las necesidades profundas del infante porque lo óptimo sería instaurar esa mirada sanadora en los ojos de sus cuidadores.
Lo mismo que un profesional de la psicomotricidad ha desarrollado unas facultades de comprensión y actuación sobre el universo infantil quizás el trabajo individual psicomotriz deba acompañarse de una instrucción ajustada, en aquellos casos en los que se detecte un problema de comunicación, entre padres e hijos o entre niños y profesores.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Somos Cuerpo y Afectividad, Deseo y Fantasía


"Hay quien tiene el deseo de amar, pero no la capacidad de amar." (Giovanni Papini)
El cuerpo y sus manifestaciones son el soporte vital de la comunicación emocional. Pero de la mano de esa corporeidad está el deseo de ser aceptado, de ser querido, de ser amado.

Ser amado es sobre lo que gira la vida y es una eterna búsqueda que nunca termina.

Sobre lo corpóreo, lo físico de esa extensa piel llena de terminaciones nerviosas que nos recubre hay que añadir el funcionamiento de la vida imaginada.

Ese desear en soledad y en comunidad va esculpiendo una tupida red de millones de neuronas que escriben, reescriben, seleccionan, borran o cambian nuestra historia. Una historia que vemos que se va entretejiendo entre nuestros deseos y el de los otros.

Y en esta dialéctica a veces ni siquiera podemos elegir. Es el caso de cuando inconscientemente los deseos ocultos de nuestros padres, ya antes de nacer, al fantasear con el que fuésemos inteligentes o tontos, buenos o malos, difíciles o fáciles de calmar; crearon una dinámica velada, oculta, subterránea que nos llevo a ser lo que somos.

A partir de ahí, de esa dialéctica instaurada desde el primer día en este mundo, nuestras acciones fueron especiales. Nuestras peticiones, nuestras miradas recibieron significados únicos para ellos que mezclaban sin saberlo sus temores y sus anhelos, sus esperanzas y sus desesperanzas. Nosotros llorábamos o sonreíamos pero nuestro destino estaba en sus manos. 

De cómo interpretaban nuestros lloros o nuestras sonrisas: con preocupación o con comprensión, con desesperación o con optimismo, con impotencia o con capacidad, con agresividad o con ternura y mimo,… 
De ahí resulto el ajuste de nosotros a ellos y de ellos a nosotros. Y es que el placer o el malestar en la relación fue lo que marco los primeros impulsos hacia nuestro rumbo.
Más adelante algunas personas cercanas confirmaron esos temores (quizás solo sus propios temores): maestros, familiares y compañeros.
Desde el útero los deseos de todos ellos, más sus necesidades y las nuestras, sin darnos cuenta, empezaron a cincelar las vías neuronales que conforman y dan soporte a nuestro cerebro, y finalmente a nuestras conductas. Toda esa información social y corporal que nos bombardeaba una y otra vez: miles de señales no verbales y verbales, tonos, voces, gestos, actitudes fueron modelando la fisiología de nuestro cerebro construyendo nuestra forma de ser.
Por todo esto el síntoma, la desviación o las personalidades conflictivas en muchos casos creo que nacen principalmente de no ser queridos, de no ser deseados o aceptados desde lo más profundo de las personas que nos cuidan, que nos enseñan y que son realmente significativas para nosotros. 

Si esto es así y el sentirse amado tiene que ver con el placer de comunicarse con éxito afectivamente creo que deberíamos llenar las escuelas de salas de psicomotricidad y de expertos psicomotricistas relacionales.