viernes, 9 de marzo de 2018

Psicomotricistas comunitarios y escuelas abiertas de lunes a domingo

La integración de los niños
      “Lo que se les dé a los niños, los niños darán a la sociedad.” Karl Augustus Menninger, psiquiatra
Es interesante el pensar en cuidar el ambiente ya que éste sostiene al niño a través de la madre, el padre, los abuelos, los educadores, el barrio, etc.

A veces es un problema acentuar demasiado en el niño, lo he visto en parejas que acaban distanciándose por diferencias en el cuidado y ambos querían lo mejor, a su manera, del niño. Pero los extremos y las visiones únicas sobre los problemas provocan mucho malestar en las personas y asesinamos la razón a base de nuestras razones.

Cuidar de un niño también implica el cuidado de la pareja, de los abuelos, de los maestros, del barrio, etc. Y es así porque las emociones se transmiten, nos contagian y nos tocan directa e indirectamente a todos; pudiendo llevar al traste nuestro capital de bienestar, felicidad y convivencia hasta la bancarrota, porque nadie es inmune a los sentimientos.

Si uno piensa solamente en sí mismo o en su hijo, rompe inmediatamente el pacto social que permite la convivencia justa con los otros. Aquí reside el fallo de la falta de autoridad en la escuela y de los padres. Es un asunto de egoísmo y un exceso de empatía con nosotros y en nuestros hijos. Podemos decir que tenemos una sociedad mono-empática a altos niveles.


La empatía válida es la que equilibra la importancia de tu hijo y tu familia con la importancia de los hijos y las familias de los demás.  Si empatizas en exceso con tu hijo entonces dejas de empatizar con el maestro o la maestra o aquel que está a su lado. La mejor forma de que los maestros recuperen la autoridad es que los padres y las madres empaticen más con los maestros y maestras, desempatizando de su hijo. Quizás ésta cultura que hemos creado de priorizar al niño, de ensalzar la empatía, de dar lo mejor al y por el niño nos haya llevado hasta la situación actual.

El discurso "por el niño", tiene que ser más flexible, si eso entra en conflicto con el sistema que lo aloja. Oigo mucho el lo haré por los niños cuando tiene que ser lo haré por todos nosotros, por mí, por ti, por mi hijo, por tu hijo, ...

La realidad actual es que las familias son más vulnerables que antes, porque reclaman más para el individuo, somos más individualistas: aumentan las familias monoparentales, las parejas separadas, los desplazamientos a otras ciudades, ...

Si la familia no funciona como una piel unificada, coherente y protectora entonces se rompe y se vuelve más vulnerable para poder encajar las adversidades de la vida. Quien dice piel familiar puede decir también piel social. Piel sobre piel.

Hay mucha confusión y rabia en las personas por no responder a las grandes expectativas creadas en torno a las relaciones con los otros, que cristaliza en una pérdida de ilusión que se acaba llevando al juzgado. En esas circunstancias, cuando uno está invadido por emociones de rabia e incertidumbre, es dificil hacer un cuidado tónico-emocional responsable. 

Pienso, que cada vez tenemos que ir más a dar formación y serenidad a los padres para que puedan estar disponibles para sus hijos sin que ellos los hagan triangular en conflictos de lealtad hacia un progenitor u otro.

Me gustaría transmitir esa globalidad del cuidado responsable, no solo del niño, sino del entorno biológico, social y psicológico que nos rodea. El entorno que co-construimos entre todos es lo que nos transforma. Es la sonrisa del bebé, más la sonrisa de la madre, más la sonrisa del padre, más la sonrisa de la maestra,...

... y nos estamos estrellando con una sociedad en el que más de la mitad de los matrimonios (57%) justamente se rompen cuando los hijos son menores o mayores dependientes económicamente. Y qué casualidad, no podría ser antes o después, tiene que ser en los periodos de más vulnerabilidad para los niños. Porque el problema no es la separación, sino en qué situación se queda uno si no hay tejido psico-socio-económico que ayude a la crianza y educación de estos padres y madres con esos niños, estén juntos o separados. No me cabe duda de que la separación en sí misma, aunque sea dolorosa, no sería tan problemática para nadie si las separaciones se llevasen con cordura, reflexión, y sobre todo apoyo psico-social.

Así que al lío, si sociedad e individuos se retroalimentan: ¿Cómo podríamos hacer para aumentar el apoyo comunitario dentro de las ciudades?

Quizás, como pequeña ayuda, debería haber psicomotricistas comunitarios. Servicios psico-sociales que organizaran puntos de reunión e integración social, en torno al juego y el respeto al juego del niño.

Las salas de psicomotricidad de los colegios deberían estar abiertas para el barrio todos los días después del horario escolar y las extraescolares. Podríamos amortizar los edificos públicos hasta los domingos. ¿Por qué tener infrautilizadas unas instalaciones públicas tan necesarias? ¿Cuánto bienestar provocaría socialmente tener psicomotricistas trabajando en esas instalaciones públicas? ¿No es esto que digo prevención y mantenimiento en Atención Temprana? 

Lo que pido es una Atención Temprana en entornos naturales y sus ejes más potentes son la asistencia en el domicilio y en los colegios abiertos.

Tenemos que llegar a un pacto social con los ayuntamientos y las instituciones para que maximicen nuestros recursos de socialización, prevención y ayuda. Yo creo que una forma económica y con gran retorno social en nuestras ciudades es la psicomotricidad educativa y preventiva si desde las instituciones se la lleva a ocupar un lugar privilegiado en nuestros barrios.

Pacto social

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