lunes, 15 de noviembre de 2010

Por qué no sirve la educación del todo a nuestros intereses


“Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera”. Albert Einstein

Creo que todos, viendo un poco la sociedad que nos rodea, podemos llegar a la conclusión de que la idea de una buena educación como suficiente para garantizar un mundo mejor peca de enorme ingenuidad. Esa idea o meme que arrastramos desde el siglo XVII de combatir la ignorancia y las tiranías a través de la razón no solo no se ha visto cumplida sino que se ha transformado a favor de los más instruidos, y ha mutado en beneficio de los más cultos y empáticos para manipular a sus semejantes.

Vivimos en una sociedad tan compleja que ha refinado, con métodos científicos y tecnológicos, las formas de utilizar a los otros. Todo este imparable desarrollo de intentar controlar sutilmente a los congéneres sapiens ha surgido desde que la especie comprendió que los otros tienen su propia mente, deseos e intenciones. El desarrollo de la empatía supuso no solo empatizar con los otros sino poder engañarlos y modificarlos según nuestras necesidades.  

En algún momento de nuestra historia la cultura humana se ha adelantado demasiado a la evolución biológica y esta, rodeada de medios tecnológicos y teóricos, se ve obligada a intentar adaptarse  a los actuales deseos del hombre.

En este desajuste se mueven las nuevas enfermedades y trastornos psicosomáticos del ser humano puesto que hemos pasado de manipular brutalmente el medio ecológico-físico a manipular ferozmente el medio social psicológico e interno.

He de deciros que siempre que aparecen momentos políticos (de utilización),  de intentos y reformas educativas recuerdo las sabias palabras del premio nobel de literatura José Saramago cuando decía: "El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir".

En esta sociedad psicologizada y televisada se vierte la modernidad líquida que describe Zygmunt Bauman y en un mundo así no se puede educar como antes porque todo es cambiante y se vive para el bienestar propio. Los momentos son de usar y tirar. Se consumen sensaciones y emociones (¿recordáis el anuncio de una marca de coches que decía: “Te gusta conducir…”?) convirtiéndonos gustosamente en adictos a las experiencias nuevas, a las emociones y a la emocionalidad. La ingeniería de la manipulación ha progresado mucho en el laboratorio y fácilmente a cada instante nos asocian la compra de un objeto con un estado de ánimo, con una felicidad vacua y momentáneamente pasajera. Algo tan sumamente adictivo como una calada a un cigarrillo.

Es en este panorama donde intentamos hacer educación, en un momento en el que más que nunca los niños son tenidos para acomodarse a los planes hedonistas de los padres y no al interés de ofrecer la autonomía como proceso madurativo.

Lo que estamos viviendo es la llegada de la maternidad o paternidad de consumo: donde se consumen revistas para padres con moda para bebés, donde se sigue tal o cual método de estimulación precoz para producir un estilo de niño exitoso y adelantado, donde se elige la guardería de diseño hiper tecnificada y exigimos a los maestros que eduquen a nuestros hijos porque a nosotros ya no nos queda más tiempo que consumir,…

Todavía hoy tendemos a confundir  la educación con instrucción y lo que ello implica muchas veces es que el proceso de socialización se queda en un mero adiestramiento abandonado a su propia suerte. En este caso, a la suerte manipulativa de la nueva sociedad televisiva y de consumo que amplifica y sobredifunde la humillación pública, el miedo y la violencia como entretenimiento. Es una sociedad proyectada en la retina de nuestro egocentrismo en donde en el nombre de la libertad propia se corrompe la libertad de los otros, donde se transmiten modelos de conducta sádicos y donde todo vale por conseguir fama y dinero rápido, los baluartes del éxito actual.

Un gran error en el que hemos caído es en pensar en que se podía educar a los niños al por mayor y sin que las cosas de los adultos les influyesen. Esta peregrina idea escolar proviene de la revolución industrial y buscaba operarios para su maquinaria productiva y no personas que conquistarán la autonomía vital. A este ambiente de integración de los niños en las escuelas se ha sumado el cuidado de estos por las pantallas planas panorámicas que ha supuesto la disolución acuosa de las figuras parentales y de referencia.

La dura realidad es que la escuela no puede ser el sustitutivo de la educación individual. Y la paradoja es que lo individual y lo colectivo son caras en una misma moneda que gira y gira.

A la par de que necesitamos conquistar nuestra individualidad necesitamos de lo grupal para desarrollarnos y cuando estamos en grupos, el contagio emotivo-conductual puede difundir con enorme rapidez formas de actuar totalmente nefastas para la convivencia entre personas. Este tipo de aprendizaje o mero contagio o contaminación es rápido y muchas veces inconsciente.

La principal forma de aprendizaje humano es la imitación. Desde la observación del otro tendemos a copiar todo aquello que los otros hacen o sienten. Y aquí es donde nace la complejidad y la dificultad para tener una sociedad educada en unos valores determinados y más útiles para vivir y pensar  en comunidad pacífica; pues la sociedad no es nuestra, la sociedad es una sociedad darwinista en el sentido de que su evolución es ciega. No va ni a mejor ni a peor sino que los grupos, las ideas, las culturas funcionan en un proceso continuo de nacimiento, adaptación y muerte. Las ideas y las culturas son víricas. Se contagian y mutan. La mayoría de las personas que nacen se adaptan como pueden a las cepas representacionales víricas con las que les tocan coexistir.

Se pueden gastar millones de euros en educación para la ciudadanía, la educación vial o sexual que una idea vírica perjudicial para el individuo o la sociedad puede extenderse tan rápidamente por contagio a través de las redes sociales, personales o virtuales, que todo ese esfuerzo puede quedar muy mermado.  

La conexión entre individuos nos hace más fuertes y ha sido evolutivamente rentable pero la hiperconexión actual creo que nos fragiliza. Es todo tan rápido que no puede moderarse. Somos impactados por tal cantidad abrumadora de información  y que nos influye, que a lo largo del tiempo forzará un cambio en las estructuras cerebrales.

Mientras esto nos ocurre pienso en lo que el filósofo griego Demócrito de Abdera decía: “que todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de mofa”. Y en lo que expone Fernando Savater: “No hay educación si no hay verdad que transmitir, si todo es más o menos verdad, si cada cual tiene su verdad igualmente respetable y no se puede decidir racionalmente entre tanta diversidad”. Estos son los virus nihilistas que pueblan nuestras mentes.

Pero hoy en día entre la coexistencia de tantos virus mentales, entre tal cúmulo de verdades y tipos de vida para elegir o consumir; lo que finalmente llega, debido a las limitaciones del procesamiento cerebral, es la dificultad para tomar decisiones,  la inactividad, las crisis, la depresión, el desarraigo, el pasotismo o el todo vale; y todo esto junto con el imperativo de la publicidad televisiva de ser obligatoriamente libres y felices para decir y hacer, pero a su servicio, lo que finalmente nos provoca el perder  la dirección de nuestras vidas, si alguna vez la hemos tenido, usando lamentablemente una ética minimalista.

La educación es tan sólo un elemento, una carta entre otras cartas de una baraja que modula los programas mentales compartidos, pero que no es inmune a los procesos biológicos y culturales del contagio emocional e ideacional. Con la educación se puede forjar una estructura desde pequeños, pero las ideas buenas y malas de los otros fluirán por dicha estructura para bien o para mal, y al mismo tiempo socavando para enfermar o reparando para sanar. La educación se expone y se enfrenta siempre a lo que hacen los otros por lo tanto es una dialéctica constante de construcción, destrucción y reconstrucción.

Siempre he oído hablar a José Antonio Marina de que educa la tribu pero cuando ampliamos el nivel de enfoque vemos que el mundo es ahora una gran tribu conectada y que esta está sujeta a gran cantidad de variables ocultas y que influyen en el resultado final. Estos procesos orgánicos lo que añaden es mayor indeterminación a la determinación. La educación se ha convertido en una especie de cuarto elemento de la materia, en un elemento plasmático donde lo colectivo presenta efectos curiosos antes no observados.

En definitiva, tenemos delante un nuevo mundo para explorarlo e intentar adaptarnos.

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