lunes, 31 de mayo de 2010

El cazo de Lorenzo

"En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente". Khalil Gibran (1883-1931) Ensayista, novelista y poeta libanés.

Hay obras que son extraordinarias, con una sencillez y una franqueza que nos llegan al alma. Y este es el caso del cuento de Isabelle Carrier:

El cazo de Lorenzo, que pública la Editorial Juventud y que en mi opinión tenéis que ir corriendo a comprarlo. Es una narración y unas ilustraciones que deberían estar en todos los colegios y gabinetes. En su reseña pone que es a partir de los 6 años pero les falta añadir que también es para maestras, maestros y terapeutas y que todos arrastramos cazos, ollas y sartenes. Aunque muchos no se han dado cuenta, algunos los esconden en sus bolsillos y otros en cambio, los exhiben con orgullo.

Viene recomendado por FEAPS (Confederación Española de Organizaciones en favor de las Personas con Discapacidad Intelectual).

Os dejo el vídeo pero no olvidéis comprarlo, son los 13 euros mejor invertidos que he visto.


viernes, 7 de mayo de 2010

Los espacios de construcción personal y las personas de relación y contención

“¿Qué es un adulto? Un niño inflado por la edad”. Simone de Beauvoir (1908-1986). Novelista e intelectual francesa.

Muchas personas están rodeadas de gente en la mayor soledad. Otras muchas más están rodeadas de personas, entre su calor y su frío, pero internamente abandonadas en sus necesidades más básicas de relación. Todos continúan con sus deberes y obligaciones: sus trabajos, los niños, el colegio, la familia, los amigos, etc. 

Otras personas no disponen de esas cosas pero están internadas en instituciones por problemas de salud, de ancianidad o porque nadie las quiere o no pueden ocuparse de ellas.

Y junto a la necesidad de que alguien se ocupe, muchas personas a su lado vienen y van, entran y salen, entre el ajetreo y lo que hay que hacer para cuidarles.

Personas entre personas,  pero hay algo que no termina de funcionar. Ellos lo intuyen o lo saben pero siguen con la inercia cansina donde nadie les escucha. Es curioso que cuanto más grandes son las ciudades y más habitantes tienen, o cuando más grandes son las instituciones, más anónimas y olvidadas son nuestras vidas.

En la sociedad garantista de los cuidados socio-sanitarios y educativos el acompañamiento afectivo es precario, no hay tiempo, no hay presupuesto, hay cosas más importantes y urgentes, no hay…

Lo que no hay es compañía y el acompañamiento debería ser la intervención con mayor peso en cualquier institución de ayuda o educativa. Para humanizar tiene que darse un verdadero diálogo entre acompañante y acompañado, se necesita un yo y un otro a quien uno le importe. 

Una persona en definitiva que haga de espejo del placer. Pues para aceptarse a uno mismo en su desdicha o situación tiene que haber una persona que primero te acepte. Que se detenga sin prisas a hablar o no hablar, pero sí a estar con un buen diálogo tónico que te llene con su presencia.

Hay personas que acompañan mejor que nadie sin abrir la boca y otras en cambio sólo hablan desde el vacío sin un acercamiento sentido. Menos mal que nos solemos encontrar con seres en que cada palabra o silencio es una caricia que insuflan las ganas de vivir y luchar.

Sigamos con el trabajo. Si lo que prima es sacar el trabajo adelante. Si la carga de trabajo de los cuidadores o asistentes es alta, lo que ocurre es que se deshumaniza a las personas. Y es porque las tareas se priorizan por delante de las necesarias relaciones interpersonales.

Hay preguntas que no tienen que ver con objetivos ni metas ni terapias, pero que son mucho más importantes, por ejemplo: ¿Quién mira lo que yo miro? ¿Quién se para para esperarme? ¿Quién me acompaña? ¿Quién me contiene cuando yo no puedo? ¿Quién me mira reposadamente a los ojos y lo dice todo? ¿Quién tiene el tiempo para decirme lo que le importa, lo que le frustra, lo que le gusta, sus planes, lo que nos une o desune?

Se nos olvida que somos una especie social, que hay algo en todos nosotros que busca el acogimiento, la aceptación, un sentimiento profundo de compartir el bienestar y la vida que nos sucede,…

Son sensaciones, emociones propias de holding (sostener emocionalmente de forma adecuada), halding (manipulación corporal) y creación de un espacio intersujetos que suelen estar en la infancia, pero que no dejan de ser necesarios cuando somos adultos o ancianos.

Se hace muy patente en la formación personal de los psicomotricistas que cada uno responde desde lo que fue de niño. La adultez no es más que una capa de pintura que pinta sobre el niño que somos, al niño que vivió y sintió construyendo un sentido a la vida.

Se nos olvida que la calidad humana no está en los discursos, sino que nace de la calidad de la relación.  Si no hay relación ajustada y escuchada, se enferma y hasta se puede caer en la enfermedad mental. ¿Cuántas personas van del trabajo a casa sin ilusión ni ilusiones? ¿Sin un lugar donde decirse? ¿Cuántas personas viven en la ausencia de un espacio con el otro para reflejarse? Para existir con el placer de ser reconocido y tenido en cuenta. En lo grande y en lo pequeño. ¡Qué pena que muchos no hacen hincapié en los maravillosos detalles que hacen la diferencia al tratar a las personas! 

Viven en soledad, pero no en la soledad necesaria para construirse en la reflexión sino en la soledad no habitada, no querida ni entendida que destruye la confianza en la sociedad, en los demás y en sí mismos.

La pérdida y la falta se instauran desde que nacemos y se convierten en la razón de una búsqueda hacia esa especial relación fusional que de pequeños teníamos con nuestras figuras de apego. Ellos nos entendían y nos daban todo lo que necesitábamos. Por eso, como  Simone de Beauvoir, pienso que los adultos no somos más que niños hinchados y que seguimos necesitando de los otros para encontrar sentido a la vida. Pero no nos sirve cualquier tipo de relación, sino que necesitamos relaciones privilegiadas. Incluso figuras de autoridad que nos contengan. Cuando veremos que somos seres sociales y que los otros también nos construyen o nos destruyen. 

En tu lugar de trabajo, en tu casa, en tu función de padre o madre, en tu función de hijo, hermano o ciudadano. Si llegas a ser consciente de tu cualidad humana, tú eliges: ser humanizante o deshumanizante.

Y me dirán: ¿Y qué tiene que ver esto con la psicomotricidad? Pues que un psicomotricista  es especialista en ver este tipo de carencias humanas, y en dar soporte a estas necesidades básicas. Los psicomotricistas  saben  establecer la función materna y paterna, pero sin ser padre ni madre, pero es que creo que existe una crisis en la que pocos ejercen estas funciones tan solidarias y humanas con los más debiles.

No es cuestión de ser padre ni madre de nadie, sino de cuidar las relaciones humanas. Todos los individuos nos influimos los unos a los otros, por eso es necesario tener una actitud y presencia educada y atenta,  sobre todo en las instituciones socio-sanitarias y educativas que son las que más necesitan de estas funciones y formas de actuar.

martes, 4 de mayo de 2010

Todo lo que quiso saber sobre el apego y nunca le contaron

“Muchas maravillas hay en el universo; pero la obra maestra de la creación es el corazón materno”. Ernest Bersot, filósofo francés.

Me parece una preciosa cita para empezar está entrada del blog. Está vez os traigo la recomendación de un libro que acaba de salir a la venta. Es de la Editorial Gedisa que tiene una colección sobre la resilencia y en la que he podido leer los libros del neuropsiquiatra y etólogo francés Boris Cyrulnik.

Esta vez la novedad de Gedisa trata sobre el trabajo y los pensamientos del neuropsiquiatra Jorge Barudy y de la psicoterapeuta Maryorie Dantagnan. Se titula “Los desafíos invisibles de ser madre o padre”.

En sus páginas los autores explican con un lenguaje claro y sencillo los distintos tipos de apego tanto en los niños como en los padres, relacionando el apego con el desarrollo de la empatía, las habilidades e incompetencias parentales y la resilencia. La intención de los escritores es la de proporcionar una herramienta para evaluar las competencias  de los padres, las madres y cuidadores con el objetivo de ofrecer el mejor medio de vida y de relación a los niños y niñas. Desde el principio nos dejan claro que quieren diseñar programas para promover, apoyar y rehabilitar las competencias parentales.

Los autores siguen los pasos teóricos del profesor en psiquiatría Daniel J. Siegel quien estudia las interacciones familiares y como las experiencias de apego influyen en las emociones, la regulación conductual, la memoria autobiográfica y los procesos narrativos. 

Si estáis interesados en saber más sobre las ideas de Siegel tenéis publicado su libro, “La mente en desarrollo. Cómo interactúan las relaciones y el cerebro para modelar nuestro ser”, en mi editorial favorita: Descleé de Brouwer.

Otros autores que desfilan por el texto de Barudy-Dantagnan son: Cyrulnik, Main, Fonagy, Bowlby, Winnicott, Erikson, Ainsworth, Acarín, Goleman, Kandel, Watzlawick, Damasio, etc.

Jorge y Mayorie nos explican que tras la decisión de ser padres no está sólo el serlo sino el tener la capacidad de serlo. Y que para romper la transmisión de padres a hijos de formas de maltrato infantil es necesario intervenir para adquirir las competencias necesarias. Aquí hago un inciso: maltrato infantil no es sólo el físico sino también el psicológico y el problema es que cada persona interpreta lo que es o no maltrato de forma arbitraria. Para mí maltrato sería cuando no somos capaces de respetar, leer y responder como padres adecuadamente al niño. Y en esto hay formas muy sutiles que muchas veces pasamos por alto en nosotros y en los demás.

Con pinceladas de neurobiología, de forma accesible, nos dicen que si nuestras reacciones emocionales no son adecuadas a las reacciones emocionales de los niños, las comprensiones que tendrán sobre sus sentimientos y sobre los de los demás no serán realistas ni buenas, condicionando sus relaciones futuras e impidiendo el acceso a una mente que pueda responder posteriormente con buen ajuste a la maternidad o paternidad. Es así que podemos entrar en un círculo vicioso de transmisión entre padres e hijos de estilos relacionales parentales incorrectos.

Lo que se nos dice sin ambages es que mayormente sobre la gestación y los tres primeros años de vida la mente infantil surge de las experiencias relacionales con sus padres y cuidadores. Son multitud de detalles: las expresiones faciales de la madre, los estímulos sonoros, la voz dulce, las contestaciones, los buenos tratos, la actitud, el cariño y el amor coherente y responsable son los que modulan día a día las vinculaciones y las emociones de los niños.

Y claro, ahora viene la gran pregunta: ¿Dónde y cómo se aprende a ser padre? La respuesta es que dependemos de las familias donde cada uno hemos crecido y vivido y esto marca mucho que uno tenga un buen hacer o que no haya aprendido o que lo que haya interiorizado sea unas formas incorrectas de relacionarse con los hijos y trágicamente no sea consciente de ello. Es como si pusiéramos en marcha un programa grabado y automático, por eso es importante evaluar y ayudar a rehabilitar las relaciones.

No se puede resumir todo lo que aparece en esta obra y que considero de gran ayuda para los profesionales de la infancia. Tan sólo se puede dar las gracias a los autores por escribirla y les invito a todos a leerla con detenimiento y reflexión. Sobre todo a los padres, maestros, cuidadores, educadores y terapeutas.

Finalmente tengo también una pequeña crítica hacia la editorial puesto que no me ha gustado nada la venta electrónica de las fichas de trabajo que obliga a instalar el  Adobe Digital Editions. Viendo las limitaciones, el engorro informático y el proceso de compra, personalmente prefiero el tradicional formato en papel.