domingo, 26 de octubre de 2008

El niño que fuimos y el niño que no fuimos

Los niños hacen y no hacen, juegan y no juegan, están y no están. Cada juego, cada sensación, cada emoción sentida o faltante va formándonos y todo eso a lo largo del tiempo se va sedimentando dando una tendencia a nuestra forma de ser.
Cuando uno se dirige a la vida o a la sala de psicomotricidad tiene que lidiar con aquellas ausencias o presencias que tuvo de niño. Al entrar en una sala psicomotriz toda esa maleta emocional que viene con nosotros puede estar compuesta de múltiples formas.
Los hay que la tienen repleta con ropas grises de abrigo para el invierno, otros de alegres colores para el verano,… algunos otros llevan un poquito de todo, hasta un arco iris multicolor capturado después de una tormenta.
¿Cómo es nuestra maleta? ¿Ordenada o desordenada? ¿Llena o con lo imprescindible? ¿Hay ropa elegante o unas zapatillas para andar por casa? ¡Hay tantas posibilidades!
En cada sesión que iniciamos este equipaje se abre y entonces si sabemos mirar hacia nuestro interior podemos ver aquello que nos acompaña. Quiero subrayar que también los vacios nos llenan.
Esas cosas que nos olvidamos en su día o que las circunstancias de la vida no permitieron vivirlas siguen con nosotros de una forma o de otra y ahora quizás no lo vemos porque están en forma de carencias, en el vacío de eso no vivido o de mal vivido, pero todo ello forma parte de nosotros y con ese ropaje particular investimos o permanecemos en la sala.
Cuando trabajamos sacamos nuestra mejor de las intenciones pero salimos a escena con las sensaciones que almacenamos en nuestro inconsciente y con nuestras defensas. Defensas que también acompañan a nuestro estado de ánimo. ¿Hoy que me pongo? : ¿Camiseta de tirantes o jersey de cuello alto? He sentido un poco de frío. ¿Quizás un plumífero impenetrable a cualquier mirada en el que estar calentito y muy a gusto?
Aquí está el peligro, hace falta sentir con cierta precisión el frío o el calor que vivimos y experimentamos para saber la temperatura de la sala y de nuestros niños. En la sala nuestra piel sentida es nuestra mejor prenda porque es importante tener una emoción y una vivencia compartida ya que ésta se convierte en un principio maravilloso para llegar a una comunicación plena:
Cuerpos que sienten, cuerpos que comparten, cuerpos que se ajustan para entenderse. La comunicación es tónica muscular incluso cuando hablamos o intelectualizamos. Y lo maravilloso de las maletas es que podemos aprender a hacerlas y deshacerlas.
De ahí la gran importancia del autoconocimiento, la aceptación y la supervisión cuando hace falta. Al unir las “pieles” aumentamos el área de nuestros sentimientos y de nuestros conocimientos.
Gracias Juan Cruz y gracias Miguel. Hoy he podido escucharos de piel a piel.